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QOTSA: Like Clockwork

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Por Sergio Massaroto

Queens Of The Stone Age/ Matador Records (2013)

1-Mecánica de un hombre.

Hay discos de rock –sino todos- que pueden entenderse como el manifiesto explícito o inconsciente de dar cuenta de cierta forma de vida. Es el caso y el pulso que impera en los álbumes de Queens Of The Stone Age; una especie de fenomenología de la experiencia humana en determinado medio. No gobierna en ellos el detalle descriptivo y quizás aburrido de una cadena de sucesos sino que la música misma se convierte en una experiencia acerca del desarrollo vital acontecido a los hombres en un lugar. Desde ese territorio, para ser exactos, el desierto, California, Los Angeles, la Costa Oeste, es que estas músicas despegan y aportan a la globalidad exigida por el bussiness del rock internacional. Todo esto es conocido, historia corriente y repetida entre los críticos. Lo que suele quedar solapado son los niveles yuxtapuestos e itinerantes en que se configura este devenir. Cada disco surge de una interacción que tiene la característica de no ser unilateral. No siempre y no solo es el desierto o la geografía el origen y el espejo y ni tampoco son letra y música el único nivel afectado. Las relaciones entre los músicos, cada cambio de formación, cada contexto y los posicionamientos en esos ambientes, caracterizan la vitalidad de este sonido. Este, el sexto disco de la banda, no escapa al imperativo y confecciona otra arista en el movimiento de múltiples niveles que fue construyendo, además, a la figura preponderante del frontman Joshua Homme. Si uno vuelve la mirada al pasado documentado en youtube ve al adolescente guitarrista de Kyuss parado, consciente de su función, a la izquierda del baterista, muy cerca del plato ride, conviviendo en un diálogo recíproco y equilibrado con los otros componentes de la banda que inventó el desert y el stoner-rock, géneros menores para ese tiempo de primacía grunge. De ahí en más la órbita elíptica continuó su curso junto al reacomodamiento de los elementos del entorno. Ya al formar Queens Of The Stone Age, el pelirrojo californiano pasó a ganar, con mecánica progresiva, cada vez un papel más central. Hay un interregno: el clásico Songs For The Deaf (2002), -matiz pero al mismo tiempo símbolo del recorrido- donde el peso irradiado por la talla de los demás integrantes mantuvo al guitarrista como un primus inter pares, apenas una cabeza por encima del resto. Sin embargo el éxito de esa gestión lo catapultó como un hombre de liderazgo definitivo sobre el cual la manada posa la mirada y busca refugio. Hoy Josh Homme ocupa varios centros: así como se coloca al frente en el escenario, también en el mundo más amplio del rock. Los antes subgéneros menores en los que comenzó a rasguear riffs y afilar punteos allá por los noventa y el estilo que supo captar y generarle una identidad sonora a toda una geografía, han ganado su lugar fuerte en la música y el imaginario del rock contemporáneo. Desde colocarse a la izquierda del baterista de Kyuss, a tocar la guitarra casi como sesionista en Screaming Trees para luego convertirse en un imán alrededor del cual giran músicos nuevos y consagrados, el hombre de Palm Springs se convierte hoy en un god of rock, nexo que conecta lo sido –Elton Jhon- con lo que adviene –Alex Turner-, retroalimentando la influencia desde el pasado hacia el futuro, desde lo externo hacia lo interno y viceversa. Esta es la interacción principal que ayuda a entender el lugar de Like Clockwork, el desierto, la geografía y las experiencias personales están, es cierto, pero la clave por detrás es la relación con toda esa música externa y la posición que ocupan los integrantes de la banda con el colorado establecido ya como faro (el gesto poderoso de ir al piano en alguna balada, colocado al frente, con el grupo atrás, lo denota). Así en Like Clokwork, además de los nombrados, desfilan Nick Olivieri, Dave Grohl, Mark Lanegan, Brody Dalle, Trent Reznor. Amenazan bases que remiten a la oscuridad y el misterio del crepúsculo en el desierto pero también guiñan a Mars Volta, aparecen baladas de tono inglés, estribillos que recuerdan a la música disco y estructuras rítmicas con una densidad fruto de la mística comunión entre Homme y Grohl, dos amigos que hacen honor, con sus herramientas, a esa conexión espiritual. El sexto disco de Queens Of The Stone Age se abre en un torbellino que expande influencias hacia afuera pero deja la puerta abierta a la llamada externa filtrada y curada por el ojo avizor del colorado de Palm Springs. Con evidencia, la banda ha logrado un punto álgido de madurez consolidando una formación idónea con los androides pálidos y fieles –Troy Van Leeuwen, Dean Fertita, Michael Shuman- y el potente agregado, ante la partida de Castillo, del baterista Jhon Teodore, ex Mars Volta, que supo sortear el filtro de los QOTSA para sumarse a este grupo de hombres que así como producen buen rock, dan la impresión de ser capaces de bajar de un helicóptero y liberar el Sudeste Asiático si no hubiese otra cosa para hacer.

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2-Un año intenso

Haber estado al borde de la muerte fue la experiencia que, según el propio Joshua, lo movió a componer estas canciones después de seis años sin aportar nuevo material para los QOTSA en los que se dedicó a producir y formar otros proyectos. Rock adulto, sensual y corpóreo, el sentido explícito del disco, fraguado en esa experiencia, se abre desde la primera canción, Keep Your Eyes Peeled donde una rítmica densa y siniestra, con inteligentes variaciones realizadas sobre el bombo y una sola nota de guitarra y bajo, se convierte en el pulso del reloj que da título al disco. La violencia y lo sagrado se reparten la atmosfera bien desarrollada y sugerida en el video de animación –Boneface- que acompañó el lanzamiento: una pelea de bar –simil “Rock Fuerte en el Puticlub”- llevada a cabo por seres que transitan una zona intermedia, muy cara a este disco, entre vida y muerte. La canción cierra con una frase fuerte que traducida a máquina sería algo como “alabado sea Dios, nada es lo que parece”. Un tema oscuro.

I Sat By The Ocean” trae lo mejor del rock veraniego americano. La composición pensada en tonalidad mayor, la melodía que cierra sobre si, la ironía que bien maneja el colorado de Palm Springs. Una letra acerca del amor, las expectativas, los posibles futuros que no fueron y el tránsito hacia un meta nivel lingüístico – we’re passing ships in the night- que nos muestra pasajeros, quizás nimios o solo rastreables por alguna marca, como el rumor de un motor que no deja de pasar e irse en la oscuridad de la noche. Homme pregunta con gravedad si realmente sabemos quiénes somos apoyado en la risa musical de una canción divertida.

La tercera “The Vampires of Time And Memories” es una balada en el piano que vuelve a transitar la zona entre vida y muerte. Canción cristiana no desde la afirmación de alguna entidad sino desde la pregunta por la presencia de algo más y la desesperación constatable en la posible soledad del momento de la muerte; el desprendimiento del hombre desde la multitud hacia el enfrentamiento cara a cara con la nada y la búsqueda de amparo. Preguntas fuertes, de hombre parado frente al atardecer rojo del desierto. “¿Quién podrá soportar su presencia?” cantaba Vox Dei, con temor, en Jeremías Pies de Plomo en la misma línea de esta canción. Importante la estrofa que da título al track –y que Boneface interpretó en el arte de tapa- a la cual inunda una progresiva ascensión de la voz y el volumen. De inmediato a eso caemos en el descanso de la batería, limitada a acentuar con platillos un arreglo de fondo entre guitarras y teclados logrando, por fin, la tensión justa para apoyar la frase que parece preguntar si hay alguien con derecho a sentirse vivo siendo, al mismo tiempo, incapaz del amor; si no hay necesidad, acaso, de abordar lo invisible. El final es anunciado por los golpes de Castillo, la banda se explaya con un hermoso solo del androide Fertita y la incógnita queda flotando en el aire. Punto alto del disco.

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Sigue If a had Tail, floja en la dicción, con una letra que calza forzada. Hay cierto encanto en el estribillo glam y un sonido que recuerda a Bowie. Reflexión sobre el cruce de la animalidad y la técnica que desde ahí intenta ensayar una crítica a la frivolidad. Groove e invitación a bailar, poco más que eso a pesar de la presencia de Alex Turner.

My God Is The Sun es la canción dedicada, sin máscaras, al amor hacia el desierto. Chacarera eléctrica y rabiosa que canta loas al sol como lo haría un faraón egipcio. La potencia y variación rítmica de Grohl en batería la lleva a otro plano. La zona power y rápida del disco.

Si en la anterior podemos insinuar un valle con hordas de esclavos formados con prolijidad y obligados a rendirse -Homme látigo en mano- ante el poder del sol, Kalopsia, en cambio, comienza como un vals industrial y sugiere el caminar entre máquinas obsoletas que aún mantienen cierta combustión secreta a punto de manifestarse con violencia, para volver a apagarse y retornar, poco después, a esa calma apócrifa. No es casual la presencia de Trent Reznor en el tema. Un pianito de fondo y las voces suaves que repiten kalopsia –la ilusión o el delirio de creer vivir algo más maravilloso de lo que es en realidad- nos hacen sentir los efluvios y vapores maquínicos que nublan la vista y deforman las cosas. Composición rara de los Queens Of The Stone Age, muy trabajada y cuidada que necesita su tiempo de escucha.

Fairweatherfriends es una canción de rock acerca de la amistad donde sobresalen las sucesivas tramas y solos de guitarra y el amplio espectro de la voz de Homme, capaz de ir del agudo hasta el vibrato profundo. Para destacar, también, la presencia de la Liga de La Justicia Costa Oeste -con Lanegan colaborando en la letra, Grohl en los tambores, Nick Olivieri, Alain Johaness y Brody Dalle en las voces- y de Sir Elthon Jhon en el piano, resaltando el riff realizado en conjunto con la guitarra y en los coros -en el que repite una y otra vez la frase del título- junto al conflictuado ex bajista de la banda. La canción consigue, con una puteada, cortar de golpe la mística pomposa que llega en el final; la ironía que le marca la cancha a la tentación de opulencia.

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De inmediato, y con unos ruiditos de máquinas, empieza Smooth Sailing. Otro escenario industrial, sensual y con ritmo electrónico. Pieza para bailar mientras se festeja la supervivencia y el arriesgar sabiendo la inexistencia de segundas oportunidades. Un espíritu que resume a QOTSA instanciado en esta oportunidad en un groove contagioso.

Ya desde el título I Appear Missing retoma la senda oscura de las primeras canciones del álbum. Estrofas acerca de despertarse en bata blanca, el ricotero estar preso en libertad, el juego entre desaparecer/ aparecer, etc. Densa en su estructura rítmica, llena de sonidos y guitarras eléctricas en capas, tiene la inestabilidad del enfermo que se levanta de su camilla y apoyado en ella trata de reconstruir, de a poco, el mundo circundante. Fundamental para cerrar la idea el video que acompaña, mezlca entre la serie Walking Dead y No Country For Old Men de los Coen: desierto, muerte y fantasmas.

El último tema es el que da nombre a la placa. Un piano, una melodía muy linda y la voz del colorado cantando acerca de los miedos, la certeza de que el mundo supone pérdida y el difícil arte de aprender lo imposible que es ir contra el tiempo. Lo clásico. Un arreglo deudor del rock inglés entre Yes y Radiohead, con una orquesta de fondo, cierra la canción y el disco dejando brillar, casi en un susurro, a un intimista Homme que repite, trágico, One thing that is clear It’s all down hill from here.

Queens Of The Stone Age entregó un muy buen disco, que requiere su tiempo de maduración. Profundo, con una música cargada de cuestionamientos existenciales y melancólicos –no muy nostálgicos- pero a la vez con un componente muy claro de dureza y sexualidad. No es posible dejar pasar la atmosfera entre industrial, desértica y post nuclear que los videos de promoción y el gran trabajo artístico de Boneface y Liam Brazer ayudaron a confeccionar completando el imaginario del álbum. Más tranquilo que los anteriores pero con una densidad que refleja la madurez de los músicos, el sexto disco de la gente de Palm Desert coloca otra vez a la banda en la senda del buen hacer, algo a lo que -y agradecemos- no dejan de acostumbrarnos.///PACO

 

 

 

 



Gramática meme

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Por Nicolás Mavrakis

Si en el pasado el código binario permitía un lenguaje digital capaz de unir a programadores —o escritores a secas, si se piensa la escritura como una competencia creadora de mundos más allá de las categorías estéticas tradicionales— en lugares tan distantes como Bangladesh o Buenos Aires, los nativos digitales del siglo XXI también cuentan con una gramática propia que despliega nuevos sentidos a través de la web: los memes.

Como ocurre con cualquier lenguaje, explorar el origen de las unidades de sentido meme puede derivar en búsquedas tan vastas como inútiles. Lo esencial, sin embargo, continúa siendo esencial a los ojos. Constituido por un corpus definido pero mutable de imágenes, animaciones y personajes gráficos con valores de significado establecidos por la comunidad digital de usuarios que los sostienen, los memes codifican alegría, enojo, miedo o sorpresa para cualquiera con la competencia mínima indispensable para comprenderlos, virtud tan expandida como la cantidad de espacios en todo el planeta conectados a internet. De a poco, además, los memes invaden el mundo analógico: camisetas, llaveros y anuncios incluyen cada vez más memes lejos de las pantallas.

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Los memes deben su existencia inicial al biólogo Richard Dawkins. Al sintetizar en 1976 las palabras “mímesis”, “gen” y “memoria”, Dawkins quería dar cuenta de un fenómeno a través del cual los eventos culturales podían transformarse en unidades transmisibles a partir de su réplica constante. Más tarde, internet se convertiría en la plataforma y en el motor de las infinitas mutaciones de esa trasmisión. Con una apuesta gráfica elemental para el nicho de consumidores hardcore de la web y dedicado al intercambio de contenidos de manga y animé, el sitio estadounidense 4chan.org fue el primero en establecerse hace una década como usina de muchos de los memes actuales. Desde sus famosas secciones /b/ y /r/ no sólo se organizaron los primeros ataques hacker de grupos como Anonymous, sino que nacieron hábitos —tan naturalizados que nadie se pregunta sobre el origen de su existencia— como el de exhibir imágenes de gatos o comida, que hoy tienen en la red social Instagram su epicentro. En un grado elemental, la lógica del meme orbita esas prácticas: se trata siempre de elementos culturales —en un radio que va desde noticias y emociones hasta celebridades— que pueden ser comprendidos e imitados por una comunidad capaz de codificar y enriquecer sus significados en íconos con un sentido transferible entre los usuarios.

De esa manera, cada meme tiene un valor en sí mismo y puede también interactuar con otros: el formato de la comunicación es visual, el sentido intuitivo y el alcance universal. Forever alone, por ejemplo, es el meme que representa la soledad y la decepción. Creado como personaje de un cómic en 4chan.org, la enorme cara de rasgos caricaturescos derrama enormes lágrimas azules. El mismo origen tiene Okay Guy, el meme de una cara atribulada que significa una resignación triste y lacónica y que encontró una de sus mayores fuentes de transmisión global a través de su similitud con la cara del actor Toby Flenderson, de la serie The Office. Otros de los memes más populares son Challenge Accepted, una caricatura de trazos básicos que representa a alguien dispuesto a cumplir con un desafío, y Rageguy, otra caricatura cuya función es representar la ira. Entre los más exitosos, el meme del Troll tiene como referencia al propio ecosistema digital: la sonrisa irónica y desencajada representa el acto de trollear, verbo que en la web significa engañar o provocar a alguien a partir de premisas sin sentido para que pierda el control. Esos y todos los otros memes clasificados en enciclopedias online como KnowYourMeme.com pueden combinarse en narraciones ordenadas con un sentido gramatical ajeno a los idiomas convencionales por fuera de la web. Los memes varían, se transforman y se propagan: un lenguaje digital elemental, vivo y global.

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Esa vitalidad puede confluir en memes más desarrollados como Slender Man, personaje que es el “primer cuco” creado en y para la web por los propios nativos digitales. Figura sin rostro, muda y de miembros extremadamente largos, el siniestro Slender Man nació primero como imagen, evolucionó hacia la animación y tiene su propio videojuego de descarga y circulación gratuita en la web. Su existencia digital incluye falsos documentales sobre su trayectoria a lo largo de la historia del mundo, fotos inquietantes de su presencia y se lo considera “el primer gran mito de la web”.

Ciertos memes, por otro lado, recortan su sentido a partir de una fricción mucho más directa con esferas sociales como la política. Not bad es un meme basado en una foto del presidente Barack Obama durante una visita a Inglaterra en 2011. La mueca en la cara de Obama ingresó como signo de sorpresa positiva ante algo inesperado y buena parte de su éxito de propagación fue gracias a los diarios de papel de la época. Convertido en meme, el termómetro de la popularidad de Obama entre los nativos digitales en todo el mundo comenzó a funcionar como una parte no menor de su campaña electoral para 2012 en internet. De hecho, su oponente republicano de aquel entonces, Mitt Romney, sufrió una de las campañas de memes negativos —destacando una y otra vez su presunto elitismo— más intensas de la década, demostrando que allí donde existe un lenguaje, por nuevo y digital que sea, persisten los poros más delicados de lo político.

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Esa arena no le es ajena a la comunidad de usuarios en Argentina. Algunos generadores online de memes, como el que se basa en las célebres placas rojas de Crónica TV, tienen un éxito sostenido desde hace años, igual que los memes locales con imágenes de Lionel Messi, Alejandro Fantino, el Chavo (más vigente en Argentina que en su país de origen) o el matrimonio Kirchner. Circulando a través de blogs, foros y redes sociales de acuerdo a la coyuntura y al humor social online, la eficacia y la propagación de estos memes acelera o disminuye como la de cualquier signo. A escala global, Argentina is white es el meme más conocido referido a nuestro país y juega con una serie de equívocos geográficos y sociales a partir del “auténtico color de piel” de los argentinos, asunto por el cual —después de la soberanía en Malvinas y la figura histórica del Che Guevara, según KnowYourMeme.com— Argentina es uno de los países con usuarios más fácilmente trolleables.

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Empujados por el espíritu de la era digital, los memes han comenzado a cruzar la frontera cada vez más lábil entre los bytes y los átomos. Camisetas, gorras, tazas y pins basados en la gramática meme hablan menos de la astucia del mercado que de un mundo cuyo potencial para la colonización cultural de los sentidos invierte por primera vez los polos desde lo virtual hacia lo real.

Si el objetivo de todo lenguaje es representar los infinitos pliegues del mundo, los memes  sin dudas son menos ingenuos que sus apariencias: comunican las emociones y los miedos de un nuevo mundo ////PACO

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Sos un boludo

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Por Pau Salerno

Creo que junto con las palabras “no” y “mayonesa”, términos complementarios en mi balanza de la justicia personal, la que más escucho y pronuncio día a día es boludo. Toda una cyborg del boludeo, suelo llamar a mis interlocutores, hombres y mujeres, de la manera cariñosamente personalizada Pará, boludo, Pasame el celu, boludo, ¿Nos vemos hoy, boludo?, ¡Pero estás offline, boludo!. Intuyo que abusar de ese creativo vocablo debe tener su razón de ser, alguna causa oculta que escapa a  motivos culturales, geográficos, lingüísticos, prácticos, espontáneos y bla bla bla lara lara lara. Porque no se trata sólo de un apelativo fácil de pronunciar. Hay palabras mucho más cortas, como “tonto” o “gil”, que bien podrían usarse de la misma manera: “vayamos al cine, gil”, “ayyyy te re quiero, gil!” Y sin embargo…

Entonces me despierto el domingo al “mediodía” pensando una seguidilla de hipótesis ad hoc acerca de la utilización del boludo -la palabra, no la persona; aunque ambas opciones podrían ser correctas-. Y llego a una conclusión: “boludo” es la palabra más polisémica del mundo, boludo.

La genialidad del calificativo en cuestión radica en que se trata de una gran explicación multiuso. Mucho mejor que la mayoría de las religiones, es el perfecto reemplazo de Dios para los que somos más agnósticos que una baldosa de Pueyrredón y Corrientes. Nosotros no decimos “Dios así lo quiso” sino que, ante cualquier duda, orgullosamente expresamos nuestra jugosa sabiduría empírica: “¿Y qué querés? Es un boludo”. Entonces todo es luz y color aunque tu chica te deje o aunque el chico que te gusta no te dé bola. Boludo él, que no sabe valorar a quien tiene en frente, Boluda ella, que no se anima a jugarse, Boludo porque le gustan las boludas que dicen boludeces sin pensar nada, Boluda porque no hace más que histeriquear y a la hora de los bifes te quedás con la ensalada. (Para más información, acúdase a las obras de mi autoría Excursiones por Boludolandia Vol. I, II y III y Cómo echar relaciones por la borda en cinco pasos fáciles.)

Una vez, cuando tenía trece años, estaba participando en una toma del colegio secundario, una de esas medidas políticas que mantienen a la institución en un indeterminado stand by, cuando un aplicado estudiante de mi curso me vio consumir cerveza en el hall de entrada. Inmediatamente, guiado por sus instintos superyoicos, se lo contó a la profesora de Matemáticas. Ella, fiel a su área disciplinar, se escandalizó por la aberración con que este grupo de sátrapas -al que, parece, yo pertenecía- profanaba el sagrado edificio. Abrumada por un gigante temor a las sanciones y a quedarme libre esbocé, delante de una amiga, una aguda reflexión que condensé entre llantos en una frase eterna: “Es un boludo, boluda”. Era un buchón. Pero yo, ingenuamente bondadosa -¿boluda?-, le dije boludo.

He ahí dos ejemplos del uso de este hermoso concepto: boludo garca y boludo garcable. En cuanto al primero, no faltan los napoleones del boludeo que cual linces alternan entre la finalidad ventajista y la seductora. En cuanto al segundo, me ilumino con otra definición: Boludo: dícese de la persona de carácter tibio. Palabra bifaz, nos advierte cuando algún conocido nos quiere arreglar una cita con el último orejón del tarro: -¿Y, cómo es?, -Es re buena persona. O sea, es un boludo. Ahí nos imaginamos tomando un jugo de arándanos sentados en un bar junto a la encarnación de la timidez, un ser al que se le puede mentir o se le puede mantener a disposición sin que él se percate o, al menos, sin que le moleste. Emerge el monstruo del boludeable y, amparados por los prejuicios que tan bien nos hacen, rechazamos escandalizados cualquier atisbo de encuentro.

Pero los más boludos y los que peor me caen son los que se hacen los capos. Soberbiamente enceguecidos siempre están al pie del cañón para impartir lecciones de canchereada a quien se les cruce por el camino-escalera que ellos miran desde arriba. Lo grave es que no son capaces de ver, entender, asumir ni reírse de su propia boludez. Porque, no se puede negar, todos  tenemos una cuota de más/menos boludol en nuestra adorable personalidad. Podemos no estudiar nada, pero todos, -y esto es lo bueno- sin esfuerzo alguno, alcanzamos aunque sea algún titulito: Licenciado en Empleo de Ratos Libres y Prácticas de la Boludez, Doctor en Canchereo Especialista en Autocríticas Impostadas, Master en Ciencias de la Distracción y el Olvido (In)voluntario, Graduado en Aplicación de Frases Hechas, entre otros. Pero los agrandados nos superan realmente en ese enfrascamiento autocomplaciente que les dictamina estancamiento perpetuo.

La contracara -y no tanto- de esa boludez es la inseguridad en uno mismo. El pomposo discurso autorreferencial muchas veces impulsa a los boludos a la penosa y siempre demandante  pose. A cada rato, la hipocresía mira a su alrededor constatando la efímera aprobación ajena. Clap clap para ellos por su alta destreza para llamar la atención y por ser tan lindos, boló. Y cuidado: otra variante de esta necesidad centroescénica es la susceptibilidad que egoístamente involucra a los inocentes espectadores. Ahí sí, catarsis, odio, ira cuando el boludo se ofende por cualquier boludez ante la que se siente erróneamente interpelado.

Boludos que te toman por boludo y mienten mal. Boludos que se pierden a la vuelta de la esquina y se desesperan. Boludos sexistas. Boludos que son más sinceros de lo que uno quisiera. Boludos que no pueden ir solos ni al baño. Boludos que compiten por ver quién escuchó más veces el último de Daft Punk. Boludos que boludean a secas y boludos que boludean a otros. Boludos irrelevantes. Boludos inconscientes. Boludos que hacen reír. Boludos que hacen enojar. Boludos anonadantes y boludos divinos. Boludos que se superan minuto a minuto. Boludos que no se cansan de ser boludos. Y no va a faltar el boludo que me acuse de feminista por haber plagado mi texto de génericos masculinos. Así que por favor agréguele, señor editor, /a o @  a todos los boludos ////PACO.


Imágenes del fin del mundo desde Buenos Aires

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por @soifer

Damián Bosio tiene 30 años y es CG Artist (Computer Graphics Artist), es decir, su trabajo consiste en el diseño de animaciones por computadora. En su corto Bondis vs. Zombis logró sintetizar algunos temas del estado actual de la cultura pop (los robots gigantes, la temática zombie, el cine de catástrofe) de modo tal de construir un pequeño gran corto que plantea de modo muy interesante la mezcla de lo típicamente estadounidense con lo autóctono. El corto constituye una mini ficción irónica que permite pensar la transculturación que Internet y los nuevos medios han puesto a funcionar de forma centrífuga desde el norte y hacia todo el mundo.
Damián respondió algunas preguntas para Paco.

El surgimiento de Zombis vs. Bondis 
En cuanto a mis influencias, soy fanático de Pixar, admirador de Blur Studio y seguidor de Michael Bay. Además, siempre me apasionó el fenómeno del choque de culturas. Mi mayor influencia en ese campo es Cha Cha Cha (Juan Carlos Batman, Potos de película, etc). Por otro lado, venía de hacer un corto sobre una invasión extraterrestre en pleno centro porteño y quería seguir en esa lógica. La idea fue tomar el actual momento del cine norteamericano e insertarlo en nuestro contexto. Así fue que surgieron cosas como:
- Una escena de “Wold War Z” en Moreno y Entre Rios.
- Cambiar a los “Jaegers” por “Bondibots” y meterlos en la cancha de River.
- Cambiar la “S” del nuevo Superman por el “168” del bondi.
Empecé con eso y me di cuenta, escarbando en nuestro costumbrismo, que me resultaba imposible escapar de la política, y así surgieron cosas como:
- Introducir a los bondibots con una clásica caminata en cámara lenta  (con el edificio del ministerio de Obras Públicas de fondo) y rematada con el cartel “Los pasajes de este colectivo son parcialmente subsidiados por el estado nacional”.
- Ponerlo a Jorge Lanata a investigar una pequeña plaga de 6…7…8… zombies.

Por qué los robots y los zombies como temática
Soy seguidor de The Walking Dead. De hecho, en 2012 hice un corto-homenaje que llamé Crossovers y que ronda por el universo de esa serie. Creo que TWD ha vuelto a poner a este género en lo más alto (como en las épocas de George A. Romero). Por el otro lado, daría la impresión que el fenómeno de los géneros Mecha (robots gigantes) y Kaiju (Monstruos gigantes) va a instalarse, definitivamente, en las pantallas norteamericanas y cuando esto suceda, no va a haber quien lo pare. ¿Por qué? Porque hay una generación (los nacidos en los 80s) que crecimos con todas estas cosas y vamos al cine a ver estas películas (en 3D) con mucha nostalgia.

BONDIS VS ZOMBIS (DAMIAN BOSIO – 2013) from Damián Bosio on Vimeo.

La producción
El corto me tomó aproximadamente dos semanas de trabajo. Tenía un hueco de quince días y me propuse hacerlo en ese tiempo. Fueron días con mi computadora renderizando a todo trapo, parando solo para reiniciar el CPU. Vale aclarar que las locaciones (Moreno y Entre Ríos, 9 de julio y Viamonte, La cancha de River y el edificio del ministerio de obras públicas) ya las había modelado para otros cortos.

Futuras producciones
Tengo una carpeta repleta de  proyectos que voy haciendo apenas tengo un hueco. Ese es el beneficio de que tu trabajo sea también tu hobby. Siempre hay algo nuevo para aprender y es muy gratificante verse a uno haciendo cosas que antes no sabía cómo hacer. No quiero adelantar mucho del proyecto en el que estoy ahora, solo voy a decir que todo transcurre en un lugar muy parecido al mundo de la película Avatar, Pandora.

La formación
Desde el comienzo, mi vida parecía predestinada a la arquitectura. Dibujaba y pensaba en arquitectura todo el día.A finales de los 90s, empecé un taller de dibujo y pintura en EAH Arquitectos. También, aprendí a hacer planos en Autocad y a modelarlos en 3D. Lo de los planos no me llamó mucho la atención pero lo del 3D me voló la cabeza. Recuerdo que por aquella época se usaba el 3D Studio VIZ R3 (10 versiones anterior al actual 3Ds Max 2013) y el “Alias” Maya iba por su segunda versión.
También, recuerdo salir del cine (de ver Gladiador) pensando: “loco, me tengo que dedicar a esto” y dos meses después hice un corto de una Naumaquia en el Coliseo.
Cursé un par de años de arquitectura en la UBA pero la dejé (mi mente ya estaba en otro lado). Me anoté en un curso de animación de personajes en Image Campus y después de eso empecé a trabajar en el medio.

Los fierros
Mi equipamiento consta simplemente de: una computadora medio pelo,una segunda computadora que a veces anda,un TV-monitor con control remoto (de esos a los que hay que darle a los botones con mucha fuerza), una vieja lámpara que hace un ruido insoportable ylos típicos auriculares “asegurados” con cinta aisladora (dos de esos).

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Las dificultades
Al ser una actividad nueva, siempre hay dificultades. Hay bastante informalidad, pero también hay lugares donde uno puede desarrollar su profesión y “vivir de esto”. Van a existir períodos en los que no tengas trabajo, pero paradójicamente, es increíble lo que uno puede crecer en esos períodos. Depende mucho de uno. Hay que estar alerta, no dormirse, no desactualizarse e ir aprendiendo cosas nuevas. Hay un refrán que dice: “Aprendiz de todo, maestro de nada”. Bueno, yo no creo en ese refrán.

El mercado de la animación en la Argentina
Se podría decir que en Argentina, los primeros pasos del cine de Animación 3D se dieron en el año 2010, con el estreno de tres películas: Plumiferos, Cuentos de la selva (en la que trabajé como animador de personajes) y Gaturro. Tres años más tarde se produjo un salto de calidad enorme con Metegol, película que está al nivel de las grandes producciones norteamericanas. Uno no puede más que emocionarse ante tan brutal evolución de una industria que empezó hace no más de cinco años. Soy optimista. Creo que se vienen grandes momentos para la animación nacional.


¿Cómo amar a las mujeres?

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Para Mariano Canal, lector de J. M. C.

Por Nicolás Mavrakis

I
Si el género se posee y se desposee, como sostiene Judith Butler, Verano, última parte de Escenas de una vida de provincias, de John Maxwell Coetzee, se deja leer como la representación de una discusión interesante acerca de la desposesión de una sexualidad. El objeto de esa discusión se da, precisamente, alrededor de los problemas de la representación. Volviendo permeables realidad y ficción, Coetzee se narra a sí mismo luego de su muerte a través de un biógrafo. El biógrafo de Verano entrevista a un grupo de mujeres que han sido significativas en la vida del difunto premio Nobel de Literatura. Esa es la clave de aparición de Coetzee —el personaje Coetzee—: un sujeto doblemente retraído por la muerte —la retracción absoluta del cuerpo— y el desplazamiento de la voz —un hombre narrado por las mujeres—.

El Coetzee de Verano es, de acuerdo a las mujeres, un Coetzee “sexualmente retraído”: su masculinidad, su carácter viril, su atracción física, todo parece corrido de las coordenadas tradicionales del género. Ese fuera de lugar es el tronco de la representación de lo masculino y de su poder: el espejo literario de una época —los años setenta— en la que los estudios de géneros comienzan el sueño de la reescritura de las diferencias. La relación entre hombres y mujeres se ha convertido para siempre en una cuestión política. (En otro libro, Coetzee le escribe a Paul Auster: “Uno se acuesta con una mujer para estar en condiciones de hablar con ella”).

En aquel libro de cartas a Auster, Coetzee escribe algo más: “La comedia es lo que se obtiene cuando los principios tropiezan con la realidad”. En su sentido justo, la frase sirve para pensar la masculinidad de Verano. Julia, la primera amante que entrevista el biógrafo, funciona a la manera del pequeño retrato de la escuela realista. Síntesis de un corte específico de los nuevos hábitos de afirmación e intercambios de la identidad sexual femenina —es ahí donde debería prestarse atención a la memoria autobiográfica del autor antes que en el verosímil histórico de los hechos—, Julia encontrará, en el mercado, su refugio. “En cuanto a cómo conocí a John: tropecé con él por primera vez en un supermercado. Corría el verano de 1972, no mucho después de que John se hubiera trasladado a El Cabo. Parece ser que en aquel entonces yo pasaba mucho tiempo en los supermercados, incluso a pesar de que nuestras necesidades, me refiero a mis necesidades y a las de mi hija, eran muy básicas. Iba de compras porque me aburría, porque necesitaba alejarme de casa, pero sobre todo porque el supermercado me ofrecía paz y placer: el edificio espacioso y airado, la blancura, la limpieza, el hilo musical, el suave siseo de las ruedas de los carritos. Y luego estaba aquella gran variedad: esta salsa de espaguetis contra aquella otra salsa, este dentífrico o ese de al lado, y así sucesivamente, algo interminable. Me relajaba. Otras mujeres a las que conocía jugaban al tenis o practicaban yoga. Yo compraba”.

Fuera de la literatura, hay una figura de autor de J. M. Coetzee que se jacta de la capacidad de evitar cualquier desliz humano. Entre esos, la risa es el más evitado. Hay que googlear para dar con el artículo —glosado por la pereza de los periodistas— donde alguien menciona que cenó con Coetzee durante dos horas y que en ningún momento Coetzee sonrió. Basta leer ciertos pasajes de Verano, en cambio, para que la mueca sonriente resulte infalible. Julia sigue un poco más: “En aquella época yo siempre notaba cuándo un hombre me miraba. Sentía una presión en los miembros, en los pechos, la presión de la mirada masculina, unas veces sutil y otras no tanto. Usted no comprenderá de qué le hablo, pero las mujeres sí. Con aquel hombre no había ninguna presión detectable. En absoluto”.

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II
Hay un hombre —el biógrafo— con una serie de expectativas que las mujeres deshacen a través del recuerdo de la completa ausencia de un
capital erótico. Sin atractivo, sin belleza, sin estilo, sin competencia sexual, el poder de fascinación (cuya famosa etimología remite al fascinus: el pene erecto) del joven Coetzee de Verano es nulo. La pasión, tal como la recuerda Julia, parece ausente incluso en el tacto. “Un rollo se me cayó por accidente y, cuando me agachaba para recogerlo, se me cayó un segundo rollo. Oí una voz de hombre a mis espaldas: Yo los recojo. Era, por supuesto, su hombre, John Coetzee. Recogió los dos rollos, que eran bastante largos, tal vez de un metro, y me los devolvió, y al hacerlo, no puedo decirle si intencionadamente o no, me los acercó a un pecho, Durante uno o dos segundos, a través de la longitud de los rollos, podría haberse dicho con propiedad que me había tocado un pecho”.

Más adelante, Julia le dirá al biógrafo: “Fue mi conquista”. La inversión de la gramática sexual es un hecho que se despliega en otra precisa sucesión de golpes. El Coetzee que ha conocido y recuerda Julia no es el gran premio Nobel. Es apenas “un hombre débil”, que “no está hecho para amar”, que “ama de forma mecánica” y “sin presencia sexual”. El estatuto de lo masculino le es arrebatado una y otra vez. “Si John se sentía bastante intrigado y hasta encaprichado de mí, era porque había encontrado una mujer en el apogeo de sus poderes femeninos, que llevaba una vida sexual muy activa, una vida que en realidad tenía poco que ver con él”, cuenta Julia.

III
Exiliado de las coordenadas tradicionales de la masculinidad, el Coetzee de Verano trata con una mujer en pleno proceso de concientización de su capital erótico y del goce que deviene de esa conciencia: Julia es una mujer casada pero que no dice engañar a su marido, sino tener dos hombresLa posibilidad de fuga ante el derrumbe de una masculinidad asediada se da a través de una relación inevitablemente romántica con lo sublime. Adriana, otra de las mujeres que recuerdan a Coetzee, dice: “Recuerdo que en mi época de estudiante, el existencialismo estaba de moda, todos teníamos que ser existencialistas. Pero para que te aceptaran como existencialista primero tenías que demostrar que eras un libertino, un extremista. ¡No te pliegues a ninguna limitación! ¡Sé libre! Eso era lo que nos decían. Pero ¿cómo voy a ser libre, me preguntaba a mí misma, si estoy obedeciendo a alguien que me ordena que sea libre? Creo que Coetzee era así. Había decidido ser un existencialista, un romántico, un libertino. El problema era que no le salía de adentro y, en consecuencia, no sabía cómo serlo. Libertad, sensualidad, amor erótico… todo ello no era más que una idea en su cabeza, no un impulso instintivo de su cuerpo”.

Ante un cuerpo retraído, una mente en posición de ataque. Ante el acto de lo libidinal, la potencia del deseo. El Coetzee del último episodio de Escenas de una vida de provincias no es nostálgico sino preciso: su reconstrucción literaria de un mundo de identidades sexuales en pleno conflicto es estrictamente epocal y en algún punto también político (sin dudas es gracioso). ¿Cuál habrá de ser desde entonces el lugar de lo masculino? ¿Cómo harán los hombres para retener su poder amenazado? ¿En qué condiciones podrán los hombres amar a las mujeres? “Parece hacer el amor a una idea y no a un cuerpo”, le cuenta otra de las mujeres al biógrafo al recordar a Coetzee. El peso de esa simple acción imaginaria encierra la contradicción entre dos épocas. Es, además, el malentendido que desata los conflictos de otra gran novela de Coetzee, Desgracia ////PACO


Yo fui antena de la secta RAHMA

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por @yurigagarina

Hace un tiempo resuena en las redes y entre amigos en nombre de Bob Chow. Que es hijo de un jerarca nazi que se exilió en San Isidro y puso una dietética, que conoció a Sai Baba en un aeropuerto, que adentro de su casa vive rodeado de plantas e instrumentos raros vaporizando AK 47 con una túnica marroquí y afuera usa un traje de 5000 dólares. PACO entrevistó a este multifacético personaje y nos hablo de sus experiencias ovnis, su escritura, su música, el futuro de la literatura y de la especie.

Bob Chow 1999

Bueno, no sé si sabrás pero Busqued habla siempre de vos a tal punto que no sé si sos real o parte de su imaginación. En fin, me gustaría que me contaras algo sobre tu experiencia como «antena» de una secta ovni, si es que eso que dijo Busqued es cierto.

Un día abrirán el cerebro de Busqued y encontrarán que está hecho en la constelación de Orión y faltan la mitad de las piezas. A los 17 yo ayudaba a mi viejo de cajero en una dietética, cuando apareció por allí un tal Rodney Morris. Señas particulares: un ojo de vidrio (dos ojos de vidrio también existe. Cuidado), mi profe de inglés que me caía excelente. Se castigaba con libros de esoterismo denso tipo El tratado de los 7 rayos de Annie Besant o los de Lobsang Rampa. «Están pasando cosas» dijo Rodney y con eso bastó… Yo competía en tenis, empezaba el 2do año de juveniles, año clave, iba a un colegio tradicional, donde era excelente alumno pero nada me podía interesar menos que lo que ponían en el pizarrón: en 3 años había pronunciado 4 palabras… Fuimos caminando hasta una casa bien de San Isidro donde nos atendió una mujer muy atractiva… «Estamos siendo contactados por extraterrestres porque se viene la Gran Evacuación».

¿Cómo era la estructura política de la secta? ¿Cómo eran las dinámicas de los encuentros?

Dinámicos… muy dinámicos. No sé si RAHMA cuajaba bien en la definición de secta (cult), los grupos que conocí daban más para una comedia de enredos. ¿Pero es acaso más fácil entender que haya gente que aún acepte regir su vida por la economía de la salvación, por ejemplo. del catolicismo, me privo de algo acá y luego cobro los intereses en el Cielo? En las sectas se fifa, se gana dinero, se viaja. ¡RAHMA ofrecía Fácil Viagem a Outros Planetas! Había un gran anarquismo porque cada grupo recibía sus propias instrucciones de los extraterrestres. Y después de una «comunicación» era imprescindible recibir una confirmación (ejemplo: avistaje en salidas de campo) de que no era un divague que se le había ocurrido al «antena».

 Antena… ¿vos llegaste a recibir mensajes?

En el grupo de San Isidro éramos horribles recibiendo mensajes y en líneas generales en cuanto a poderes extrasensoriales. Imaginate 12 tipos —gente adulta…— tratando de mover una regla telequinéticamente… y nada. Movimiento = 0. Teníamos que cumplir toda una serie de ejercicios telepáticos, de viaje astral, ponerse una linterna sobre los ojos para entrenarlos ante la fuerte luminosidad de las naves que bajarían. Necesitábamos un antena (alguien que recibiera las comunicaciones extraterrestres) que anduviera bien, así que me ofrecí, me dí cuenta que no recibía un cuerno y empecé a inventar comunicaciones mechando por ejemplo la letra de lo que decía Perico, una sombra querible en la novela «El Rafa» (con Alberto de Mendoza, el actor que hacía de Perico), Arnaldo Maciel, gran valor, venía al grupo, a mi me daba risa que él vuelva a escuchar las pavadas que estaba obligado a decir en la novela desde OTRO LUGAR, no llegaba a darse cuenta). Porque en relación a la verdad, ninguna palabra está por arriba de la otra.

¿Tuviste experiencias con seres extraterrestres?

¿Del primero, segundo, tercer o cuarto tipo? Esta respuesta es clasificada. Ahora dudo si alguna vez tuve experiencias con terrestres. En esas psicografías delirantes, también había datos concretos ejemplo: Marco Paz 11 p.m. Entonces rajábamos hacia Marcos Paz que quedaba en la loma del orto a ver OVNIs. Estábamos en plena dictadura casi con toque de queda, era importante tener una explicación lógica de lo que estábamos haciendo si nos paraba el Ejército (solíamos decir que éramos un grupo de coro). Nunca nos pusimos de acuerdo con eso. OVNI, yo no esperaría que de allí dentro salga algo verde y y con ojos. OVNI es cementerio aerotransportado cuidado.

Bob habilitado

Contame un poco sobre tu blog noleer 

Fifar, lucrar, viajar eso dice el escudo de Letonia. Tenía que pasar mucho tiempo vigilando unas computadoras (que no huyan por la ventana por ejemplo) y ponía lo primero que aparecía en la cabeza ejemplo: ESCRIBO A MANO TODO EL SPAM DEL INTERNET

¿Qué pensás de twitter?

¿Viajar, lucrar, fifar? Está bueno pero somos todos muy pelotudos, no tenemos gran cosa que ofrecer al mundo.

Ahora contame sobre tu disco: El verdadero camino al aeropuerto

Se está grabando, sale en septiembre, lo que hay en youtube son unos demos. Toco guitarra, varios instrumentos, pero no tengo fuerzas ni toco tan bien como para hacer todo, tocan otros músicos que no sé quiénes son. Unas azafatas de Braniff fueron secuestradas en el camino al aeropuerto. «Ahora van a ver el VERDADERO camino al aeropuerto, chicas». En la época de RAHMA escuchábamos Genesis, Yes, nos preguntábamos si a los guías extraterrestres les jodería que escucháramos Rush, heavy metal espacial que iba bien con todo ese choque de locuras que era la guerra sucia entre los 6 no sagrados de Orión, los mecanicistas de Ummo, los 24 ancianos del Sol Manásico. Compongo lo que puedo, hay limitaciones serias (es importante tener 6 dedos para tocar), tengo 666 canciones. La mejor es la última, bien llamada «La 666».

La última pregunta: ¿podes ver o se puede leer en tu blog y en tu disco una especie de, no sé si se puede llamar así, narrativa «extraterrestre»?

Es un bloc de hojas vacías rellenado con ramas, pinches y pedazos de loro. Me gusta la pregunta. Yo creía que BEST de Carlos (Busqued) era su obra autobiográfica y que le iba costar un huevo escribir otra novela. Ahora pienso que es esto que está escribiendo ahora Carlos, con nazis y extraterrestres, y ya van mas de 5 años, con Herralde respirándole en la nuca, su VERDADERA novela autobiográfica. Hay un problema, ¿cómo llamarlo?, crítico. Nosotros con suerte en un par de décadas nos desintegramos. Se termina TODO. FIN. NADA. END OF STORY. CIELO SIN ESTRELLAS. Las opciones «razonables» a la nada son la criogenia o encontrar una civilización lejana, muy lejana, que nos tire un par de ideas. MY NAME IS DEATH OH CAN’T YOU SEEEEEE…///PACO


“Me propongo derrotar al mal”

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Un día Billy Candanga apareció en el radar de los medios de rock más importantes del mundo sin que nadie supiese exactamente quién era, qué quería, de qué trabajaba o qué hacía de su vida antes de ser una de las más grandes promesas del rock occidental.

Su primer EP, Dolar Blues, fue una de las más rutilantes reseñas de la sección Best New Music de Pitchfork, que dijo que “the ambiance on Nene K itemize a very corporeal vulnerability that unfolds over robotic and blippy creaks, atonal keys and ambient synth”. La reseña suena justa, aunque un poco limitada. Billy Candanga, millonario excéntrico, filántropo y escritor vanguardista, consolida en los tres escasos temas que componen el disco un pastiche novedoso entre la glosa teosófica del ensayismo nacionalista, el alt-country sudamericano de finales de los 90s y ciertos yeites del low-fi en una estructura compositiva que hacen recordar al más joven y falopero Steve Earle.

¿Puede todo esto convivir de manera armónica en una ouvre de alto impacto conceptual? La respuesta en principio parecería ser que no, aunque Dolar Blues resulta un extraño híbrido capaz de tematizar en un continuum complejo la frivolidad del kirchnerismo tardío y cierto bagaje institucionalista pop.

Dotado de una personalidad ermitaña e inestable, su bunker de Nordelta consiste únicamente en una única sala subterránea de 400 m2 sin mobiliario a excepción del suntuoso sillón victoriano de nogal y tapizado indio donde, desparramado, respondió a nuestras preguntas con amabilidad.

Su vida

Hace unos años estuve muy metido en las lecturas de poesía, saqué un librito de poemas pero me cansé de respirar ese aire decadente: la reducida cantidad de asistentes y la sobreabundancia de ciclos, el escaso interés de los oyentes, altísimos niveles de rosqueo y muy poca elegancia. La poesía contemporánea dejó de tener el pulso apasionado que la llevó a ser el arte predilecto de los que salimos de la adolescencia en plena crisis de 2001. Perdió fuerza de verdad. La música popular -el rock y el pop- conservan cierto ánimo masivo que se traslada a sus manifestaciones más independientes. Es normal ver 200 o 300 personas en un festival de 3 o 4 bandas, pero no llega al 10% esa cifra de asistentes en un recital con similar cantidad de poetas. Opciones como Bandcamp permiten que mucha gente escuche en sus computadoras y disfrute del arte independiente sin intermediados y a costo cero, una ecuación ideal para esta Argentina inflacionaria que restringe el acceso a la cultura con sus precios desmesurados y oligopolios refrendados por el Estado. Y ni hablar que elimina a agentes intermedios mediopelo como organizadres de recitales, dueños de bares, ingenieros de los estudios, fabricantes de compact disc y, sobre todo, periodistas de revistas y medios especializados.

El rock

En las cosas que me dan bronca. El rock debe ser un rayo láser de odio. Parecería que se borró el pulso sangriento que debe tener una buena guitarra distorsionada. Attaque 77 empezó cantando sobre cogerese a una compñera de escuela en una falsa amenaza de bomba y terminó versionando a Roberto Carlos. Las Pelotas hacía canciones sobre el robo de ganado o los mogólicos que traban en el gimnasio y ahora mariconea con canciones de autoauyda. Y en el indie, el 95% de las bandas hacen canciones sobre cuanto sufren sus protagonistas ante el abandono de una mujer obesa o estúpida, ante la sociedad que manipula no se qué cosa, ante sus padres que no les dan plata para ir a Villa Gessell. O simplemente repiten malas copias de versos de Spinetta o Cerati. O se hacen los interesantes hablando de relaciones sufridas que nucna vivieron, pero escriben los temas para que sus amigos crean que sí. Las bandas barriales como La Renga tratan parecen malas ideas de Dolina o directamente esquivan todo intento de metáfora escribiendo cosas como “cárcel de tiza” para referirse a la merca. Después tenés los “músicos con Cristina”, tipos que se creen que hacen letras políticas y te riman “Cristina” con “Argentina” y “mina”. Esos son los que más me molesta. Son obsecuentes, torpes, y en definitiva, banales.

Después hay canciones de amor que en realidad son sobre ponerla o no ponerla, la gran disyuntiva.Esas están inspiradas en mis amigos, los reales y los de twitter. Sobre todo los de twitter, que son los que compran mis canciones en Bandcamp.

Influencias

No tiene mucho sentido relevar mis influencias, que andá a saber cuáles son. La pérdida de la división de poderes en Argentina no se dio sólo en el ámbito político, sino también en el rock, Ya no hay críticos, no hay reseñistas, Hay empleaduchos que escriben lo que le conviene a sus empleadores o a sus propios egos inflados que intentan descrubrir en tal o cual banda “el futuro” del rock o algo por el estilo. En el mejor de los casos, escriben para conseguir discos gratis, lo cual tampoco me parecería mal si no fuera que los discos gratis ya fueron como objeto de deseo ¿A qué suena mi música? Eso no es mi trabajo decirlo. Pero yo me siento cerca de bandas como Poxy Club, que con videos de youtube y letras que tematizan lo que está pasandoahora y acá. Me gusta el primer Beastie Boys, que prendían una Roland 808, hacían unas rimas y se lanzaban con eso. Me gusta Daft Punk, la mejor banda de rock de la década. Lo que no es mi influencia es la mierda que escucho en los festivales de Buenos Aires, donde todas las bandas parecen querer reversionar los temas de El mató a un Policía Motorizado, generando infinitas variantes d ela fórmula viola+bajo en semicorchea a tempo 105 con una letra de un solo verso repetido mil veces.

El periodismo

Los periodistas me dan risa. ¿Cómo puede ser que el gobierno financie a los diarios? No hay nada más inútil que un diario. Se lee en 15 minutos máximo y cuesta millones por día fabricarlo. Entiendo que el gobierno financie películas, libros o discos, esos quedan para siempre, de un modo u otro. El gobierno le pagó un viaje a Lucio Mansilla, el tipo escribió Expedición a los Indios Ranqueles de Lucio Mansilla y como 120 años después seguimos leyéndolo. ¿Pero quién mierda lee los miles ejemplares de El Argentino que regalan todas las mañanas en el centro de Buenos Aires? Yo laburo en el microcentro y veo como los cartoneros esperan a que la gente se vaya para llevárselos a Macri para que los recicle. Ni hablar de diarios como Página/12, que lo lee Sasturain y sus 15 amigos y es el más caro para el Estado argentino. ¿Cómo puede ser que le saquen 600 pesos del sueldo a una enfermera para darselo a un periodsta de rock de una radio y que hable del primer disco de Velvet Underground y con eso se crea que le está haciendo “un bien a la cultura”?

Lo que los periodistas oficialistas no soportan es que el rock se meta con su propio lenguaje, que el lengusje del ámbito político salga del diario y se les meta en el MP3, que los músicos les devolvamos  la pelota. Yo a la pelota quiero devolvérselas peor con un cortaplumas clavado, como un vecino viejo al que le rompen las pelotas. Los medios de comunicación oficialistas llevaron al análisis político a un nivel de mediocridad alarmante y no podemos dejarles la exclusividad del manjeo del lenguaje político, los músicos tenemos que apropiarnos de eso. Yo no soy como el 98% de los músicos que no entienden nada de política. “El humo está matando la ciudad / y los políticos también”, dice un tema de Guasones, esos boludos se deben creer que son re inteligentes, no pueden procesar la diferencia entre Carrió y el Chivo Rossi, entre Binner o Alfonsín, entre kircherismo y sciolismo.

Un mensaje final

Amor y antikirchnerismo para todos.


¿Conoces a Franz Kafka?

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Por Mariano Terdjman

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Viajé a Praga a fines de marzo para conocer la ciudad donde nació y vivió Franz Kafka. Hace rato que tengo una especie de cruzada literaria: intentar quitarle a Kafka ese mote de ‘atormentado’, ‘torturado’, lo de la ‘enigmática personalidad del genial escritor praguense’. No hay contratapa en la que no figure alguna de estas descripciones.   

Porque para mí Kafka es sinónimo de humor. América es una comedia chaplinesca: todo lo que allí sucede, toda la aventura, es un gag tras otro. En El proceso, el juicio tiene lugar en un granero: ¡y sin embargo tomamos todo tan en serio! Max Brod habló de las bromas y de la risa de Kafka, de sus ojos chispeantes, de su alegría: todo sin sentido. Kafka será siempre ese hijo atormentado por ese padre tiránico.

Dirán: «Kafka escribió “Carta al padre”». Es cierto. Pero incluso en esa carta, que Kafka escribe como abogado en pleno juicio (y en los juicios importa menos la verdad que persuadir), hasta en esa carta podría encontrarse un costado humorístico.  Basta leer la discusión de Hermann (Kafka) y su hijo Franz (Kafka) sobre una mujer:

“Probablemente se puso alguna blusa rebuscada como saben hacerlo las judías de Praga y, acto seguido, logicamente decidiste casarte con ella. Y dentro de lo posible, pronto; en una semana, mañana, hoy. No te comprendo, si eres un hombre adulto, vives en la ciudad, y no sabes hacer otra cosa que casarte enseguida con una cualquiera. ¿Es que no existen otras posibilidades? Si tú tienes miedo de ir, yo mismo te acompañaría”

Un padre que le dice a su hijo: si te vas a casar por un escote, por una calentura, lo mejor es ir a a un prostíbulo y pensarlo mejor. Y si hace falta, vamos juntos. No es un diálogo muy lejano a una película de Woody Allen.

2
Si me pongo serio, diría que Kafka es una imagen necesaria para el siglo XX: toda su familia muere en la segunda guerra, sus hermanas, sus novias, la mayoría de sus amigos y conocidos: ¿Qué otro destino podría quedarle al pobre de Franz que anticipar el gran horror del siglo XX a pesar de haber muerto, prematuramente, en 1924?

Por eso es imposible reírnos con Franz, porque es un símbolo.

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Fui a Praga, decía, para conocer las casas donde vivió, las oficinas donde trabajó, para hacer un recorrido por la Praga de Kafka. Llegué un martes de un frío inhóspito. No había campera ni guantes ni medias donde refugiarse. En el hotel me recibieron como un turista más porque Praga, en los últimos años, se convirtió en una especie de nueva París.

Dos días me bastaron para hartarme de tanta epopeya kafkiana. Al fin y al cabo, no veía más que edificios, monumentos, piedras, ventanas: allí ‘había nacido’; allí ‘había escrito La condena’; ese es el ‘homenaje de la ciudad’; aquella es ‘su casa natal’. No sé qué cosa quería encontrar, pero no era eso. Iba a cambiar el pasaje del tren cuando el conserje del hotel me vio entrar y dijo:
-¿Conoces a Franz Kafka?

3
La pregunta me sacó del embotellamiento de destinos cercanos a Praga. Repitió:
-¿Conoces a Franz Kafka?
El conserje era un español que vivía en Praga. Me señaló una taza que yo había comprado y donde la sombra de Kafka camina sobre una Praga amarilla. Le sonreí.
-Aquí hay una leyenda –dijo. Franz Kafka sale a caminar todas las noches y les habla a los visitantes: les cuenta una broma.
Me emocioné: no por esa posible aparición fantasmal, sino por el hecho de que Kafka, en esa leyenda, contara una broma. Volví a sonreír como si fuera un turista inocente y él continuó:
-Sólo hay que tener preparada una pregunta y entonces él aparece y responde con una broma.
Praga tiene larga tradición de apariciones y leyendas: el Golem es su mayor éxito. Imaginé a burócratas o publicistas creando nuevas para atraer más visitantes.
Entró gente y el conserje se ocupó. Era todo tan ridículo que no iba a darle crédito. Iba a dormir y conocer Viena dos días antes de lo previsto. Subí a mi habitación, abrí la puerta, me acosté, cerré los ojos, pero como un autómata, me levanté, me vestí, volví al ascensor, me puse los guantes y salí a la calle.

Bordée el río Moldava, muerto de frío. Crucé el puente Carlos. Fui hasta el Castillo. Iba a resfriarme y creo que ya volaba de fiebre. Volví sobre mis pasos. Crucé, de nuevo, el puente Carlos. Llegué al Hotel Intercontinental: allí antes estaba la casa de los Kafka y, una madrugada, Franz había descubierto su íntimo destino como escritor. Pero, acaso, ¿yo creía en fantasmas? ¿Creía, en serio, en esa leyenda? ¿Dónde había quedado mi ser racional? ¿Dónde mi escepticismo? No tuve tiempo de nada cuando apareció un sobretodo negro, una bufanda, un gorro de lana: unos ojos chispeantes y conocidos. Me miraron. No esperé para decir:
-¿Te molesta que el mundo crea que tu vida fue miserable?
Se bajó apenas la bufanda, y dijo, en su susurro:
-¿Sabés qué hace un elefante en París?
No lo sabía, no.
-Se caga de risa –dijo, me sonrió y se fue.



Chaco

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Por Juan Terranova

Resistencia –así lo publicitan– es Capital Nacional de la Escultura. El título se defiende en calles y esquinas. Lo que en otras ciudades sería memorial o elogio canónico acá es porque sí. Bustos, figuras humanas y abstracciones proliferan sin voluntad de conmemoración. Las esculturas de Resistencia se limitan a celebrarse a sí mismas, sinécdoque del arte todo. El Estado, en su forma municipal o provincial, las avala. Así, el emprendimiento puede sorprender. La capital de una provincia nueva, traumatizada por sus condiciones geográficas, su clima y su historia política y social, exhibe una madurez inequívoca que articula la difícil convivencia entre creación, gobierno y administración del espacio público.

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¿Están orgullosos los chaqueños de este museo al aire libre, que no se limita a las plazas?Difícil saberlo. El proceso de desautomatización que propone el arte rápidamente es automatizado por la convivencia diaria. La pregunta, entonces, parece otra. ¿Cómo leer esta iniciativa exitosa, que estoy dispuesto a entender como exitosa? Podríamos hablar de los materiales. ¿Están representados todos los materiales escultóricos? No, no todos. Se ven los materiales nobles. Arcillas curadas, aceros, piedra. No hay polímeros, plásticos, acrílicos. O al menos yo no los veo. Por otra parte, la democracia, la rica “socialización”, nos viene marcada por una cronología, un sesgo temporal. En mis cuatro días en Resistencia solamente vi una obra que, en la vía publica, escapaba de la gama de los grises y los terracotas. ¿Se puede aducir, como excusa o condición, el tema de la intemperie que castiga? Quizás. (El clima resulta uno de los temas ineludibles cuando se visita el Chaco.) Por otra parte, en el pequeño hotel de estilo soviético en el que me hospedé había dos tallas de madera, una en el hall de entrada y otra sobre la vereda. Ambas, brillantes de barniz, proponían motivos telúricos. Aunque también podríamos preguntarnos si las obras deben durar y cuánto duran y cómo envejecen las que duran. Más allá de esto, las esculturas de la Capital de la Escultura se mimetizan con los diferentes monumentos patrios, usuales en todas las ciudades. En el Bulevar Sarmiento, por ejemplo, un busto expresionista de mirada hundida comparte espacio con la calva realista y el gesto severo del padre del aula. Ambas obras son de lo mejor que encuentro y el diálogo que entablan me atrae. ¿Cuántas guerras, conflictos, desgarramientos y utopías suceden entre una y la otra? Me acerco a la primera y leo en la placa color bronce: “Bruno Ramirez. Esta obra ha sido realizada por el escultor Fabriciano Gómez y donada por al Asociación Chaqueña de Filatelia. 14-9-1978”. 

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Cuando le comenté a Germán Hotes, un escritor local, que la curaduría me parecía discutible, me respondió que cerca del Duomo, donde se hace la ya clásica Bienal de Escultura, había obras más nuevas que se movían con el viento, algunas que incluso incorporaban el sonido. Esto seguía una lógica: en el centro de la ciudad esperaban las obras más viejas, las pioneras, y hacia las afueras, aparecían las más recientes. Pero cuando visité el Duomo, ya de noche, con la gentil compañía de Ignacio Fanti y Mercedes Sanchez Dansey, no encontré esculturas eólicas sino previsibles trabajos en madera y soga, conceptuales pero irremediablemente localistas.

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Mi desazón cambió a entusiasmo cuando visité el Museo del Hombre Chaqueño Ertivio Acosta, dependiente del Instituto de Cultura de la Provincia. Ertivio Acosta fue un esmerado estudioso del Chaco y sus costumbres, el antropólogo que nunca falta. Su museo narra la historia de los habitantes de la región a partir de herramientas, industrias y migraciones. Están las armas de la Guerra del Paraguay, arados y máquinas para cultivar la tierra y cosechar el algodón, instrumentos musicales de indígenas y criollos. Pero también puede verse una fascinante colección de monedas clandestinas, acuñadas por los mismos terratenientes; fichas de acero, restos de un feudalismo provincial, billetes de circulación interna que funcionaban como vales y que muestran una ornamentación efusiva y barroca. El dinero, incluso este “dinero”, siempre dice algo más. El museo es pequeño, apenas un salón, una planta baja compartimentada con un recorrido fácil. Eficiente, la brevedad resulta más descriptiva de la historia chaqueña que los interminables gráficos y mapas que cuelgan de las paredes. En un sector, resalta un escudo que dice “Provincia Presidente Perón”, nombre que recibió el territorio nacional cuando se lo declaró provincia en 1951.

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Más adelante, casi sobre el final del recorrido, exhibida con espejos fragmentarios que nos permiten verla de todas partes, hay una pequeña colección de San La Muertes. La acompañan otros estantes con virgencitas, un San Expedito y estatuillas del Gauchito Gil y la Difunta Correa, como parte de “los saberes y creencias populares de la región”. El Museo del Hombre Chaqueño no es naif o necesariamente esperanzador. Sin embargo, como toda institución pedagógica, resulta positivo y tiene problemas para transmitir la violencia que, por otra parte, late en lo que muestra. De toda la colección, es en estos San La Muertes donde se ablanda la enseñanza histórica y la vitalidad se abre paso. No es un efecto contradictorio. El culto a San La Muerte, “huella de porfiada devoción”, persigue esa finalidad. Y el museo no logra, en todo caso, reducir o dominar las miradas vacías, la potencia artística de esas representaciones. Fabricados a la intemperie y exhibidas en un recinto modesto pero áureo, las estatuillas, en especial el hermoso y amenazador “Señor de la paciencia” de Eloy Cuesta, pueden ser leídas como un contrapeso irónico de las muchas esculturas que se exhiben en la ciudad. Arte, artesanía, historia privada, historia publica, sí, ¿pero cómo? ¿De qué manera? Las pequeñas calaveras talladas en hueso, en piedra, en madera, con sus diminutos dientes y sus ojos vacíos, son producto del conocido cruce cultural que llamamos sincretismo, pero aparte nos desafían a enfrentar algo que está en nosotros. Breves monumentos barrocos, a su manera celebran nuestra vida.

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No me desconcierta que la existencia doméstica, la máquina de la guerra y los recursos técnicos del trabajo sean preservados en un museo mientras el arte escultórico salga a la calle. El Chaco sigue siendo frontera y tematización de esa frontera, una de las tantas formas que adopta la modernidad argentina. Sin embargo, en la verificación de esta singularidad me permito elegir. Lo hago sin ánimo de denuncia, como producto de mi introspección singular. El crítico tiene mañas de turista desprevenido, de hermeneuta alucinado, mucho más en esta capital sensual del noreste. Así las cosas digo que ninguna de las esculturas que vi en las calles me llamó con tanta precisión a la reflexión ni me conmovió tanto como estas estatuillas de colores diversos. ¿Qué reacción tendrían los vecinos si los esperara un San La Muerte de un metro de alto en una esquina chaqueña? ¿Faltan artistas que los hagan y curadores que los muestren? Termino de escribir con la promesa de volver a Resistencia y encontrar esa pieza. O al menos seguirla buscando. Un busto sin carne, ni piel, con la sonrisa desesperada de nuestro último destino inevitable.///PACO


TAO LIN

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Por @yurigagarina

Si tomamos al movimiento indie como la industria cultural más influyente de los últimos 10 años, podemos ver su expansión a diferentes disciplinas o zonas de producción. Tal es el caso de lo conocido como ALT LIT que no tiene que ver con una idea de prestigio aristocrático, sino más bien con la idea new age de lo “alternativo” y a su vez con un intertexto con los lenguajes del mundo digital (la tecla: ALT). Dentro de este movimiento encontramos a un muchacho de 30 años hijo de taiwaneses llamado Tao Lin. Tao Lin es muchas cosas que no vamos a analizar ahora. Solo vamos a decir que “todas esas cosas que es” son parte del “síntoma” que bordea a toda su literatura.

La editorial española  Alpha Decay fue la primera en traducir algunos textos de este escritor, peformer y videasta: Eeeee Eee Eeee (ya descatalogado), Richard Yates y Robar en American Apparel. En Argentina la editorial fantasma Dakota editora publicó Hoy el cielo está azul y blanco con manchas azul brillante y una luna pálida y pequeña y hoy voy a destruir nuestra relación y la pequeña editorial Triana publicó el libro más representativo e interesante de este movimiento y de este autor: Hikikomori. Libro escrito junto a la joven poeta Ellen Kennedy que puede leerse en inglés íntegramente en este link. La figura mediática de Tao Lin se ha convertido en el escritor cool del momento para revistas y reseñistas. Su literatura es un poco blandengue como todo lo indie: finalmente lo único que importa es poder expresarse de la forma más sincera intentando invertir el menor tiempo y dinero posible. En fin, PACO entrevistó a Tao Lin en las escalinatas del High Line Park.

Contame cómo decidiste, con Ellen Kenedy, la metodología para hacer el libro Hikikomori.

No lo tengo muy claro. Pero te puedo explicar la metodología: escribo una carta, entonces Ellen la responde, después yo respondo y así. Todo en un blog que sólo Ellen y yo conocíamos. Vivimos en diferentes ciudades durante, más o menos, la mitad de lo que duró el proyecto. Mantuvimos el intercambio de cartas hasta que tuvimos 99. No habíamos planeado terminar en 99; terminamos ahí porque, sencillamente, nos pusimos de acuerdo. Creo que fue un buen final.

¿Cuál es el tema del libro?

Para mí no tiene un tema. Creo que empezó con la idea de fingir ser unos hikikomori -término para un tipo de emo en Japón que nunca o casi nunca sale de su habitación y se comunica con el exterior por medio de post en sus blogs personales-  por lo demás, que yo recuerde, no había reglas.

 

¿Recordás cuándo empezaste a escribir con una la idea o conciencia literaria?
 
En la universidad cuando tenía 19 ó 20 busqué cosas como “novela solitaria deprimente” en Google y encontré Jean Rhys (y otros). Me leí todas las novelas de Jean Rhys (excepto la última, que es la única no autobiográfica) y, a partir de entonces, descubrí otros escritores como Frederick Barthelme y Joy Williams, quién citó a otros escritores que también había leído en algunas entrevistas .

¿Hay alguna relación entre tu familia y la literatura?

Para mí no hay ninguna relación notable.

¿Qué pensás sobre la diferencia entre la poesía y la narrativa?

Yo no pienso en esa diferencia. Trato de mantenerme lejos de definir o categorizar el arte. Me deprime pensar en que algo que alguien creó, para expresarse, los primeros pensamientos que genere sean: “¿encaja esto en la categoría ‘narrativa’ o en la categoría ‘poesía’?”, “¿por qué?” Entonces tener que argumentar en relación a eso sólo permite que la creación, la obra de arte nunca sea finalmente sentida, interpretada. Actualmente no estoy interesado en preguntas como “¿Qué es un relato?” o “¿Qué es un poema en prosa?” o “¿Qué es un poema?” En Hikikomori escribí lo que quería escribir, en respuesta a lo que Ellen había escrito.

¿Pensás en la literatura como la continuación de una tradición?

No tengo ningún pensamiento sobre eso. No estoy seguro que quiere decir  ”continuación de una tradición”.

El libro Hoy el cielo … ¿se trata de personas que no les gusta crecer?

No sé de qué se trata. Lo escribí entre 2003 y 2005, cuando tenía 20 y 21 años. Me opongo a decir de que trata cada frase, a menos que vos me mostrés la frase no puedo pensar en eso, es más, te puedo decir me opongo un poco más a decir sobre lo que trata cada relato y aún más, me opongo a decir de lo que trata el libro. Yo prefiero pensar que cada frase y cada relato y todo el libro, literalmente, tiene un efecto diferente y único en cada persona que lo lea y, seguramente, si lo leen de nuevo, en otro momento de su vida, el efecto volverá a ser diferente y único. Actualmente prefiero ver todo el arte de esta manera.

¿Qué problemáticas sociales pensás que abordan los jóvenes escritores?

No sé qué son jóvenes escritores y tampoco sé cuáles son los problemas de la gente. En e-mails, que me mando con gente de mi edad y que están escribiendo libros que me gustan -Sam Pink, por ejemplo- detecté un “problema”, si esto puede considerarse un “problema”. Es una sensación personal (y tal vez existencial) que tiene que ver con cierta arbitrariedad de la naturaleza que nos lleva directamente hacia la muerte, mientras que en las relaciones con otras personas, normalmente, no podemos comunicarnos de manera satisfactoria.

¿Hay una relación entre la joven literatura y la narrativa de la red social? 

No sé qué es “la narrativa de la red social”. No sé lo que es la “joven literatura”. No quiero saber que son estas cosas, cada persona tendrá una definición diferente. Sólo puedo verme a mí mismo comprometido con este tipo de cuestiones en la universidad, en una clase, después de que me dieran como consigna escribir un ensayo de cinco páginas en el que tengo que definir arbitrariamente una relación entre dos elementos y entonces tengo que buscar argumentos para justificar que lo que dije en el primer párrafo es cierto. No veo un tratamiento irónico de las redes sociales en Hikikomori. Veo, quizás, lo contrario: dos personas que usan el lenguaje para comunicarse entre sí. ///PACO


Historia del dinero

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El dinero en The New Yorker

Para Luciana Calcagno


Por Nicolás Mavrakis

I
Hay poco más interesante que la dinámica del dinero. Y no se trata de los grandes eventos históricos, ni del espectro inevitable de Karl Marx. Basta una microscopía de lo cotidiano. En cualquier oficina privada o pública de la Argentina, difícilmente dos personas cumpliendo la misma función tengan el mismo sueldo. Para soportarlo, estas dos personas simularán durante el tiempo que el dinero se los exija una afección. La sentimentalización del lugar de trabajo —en la que las mujeres invierten toda la fuerza de su jornada productiva— puede adquirir mayores o menores grados de intimidad. Pero al final del día esa minúscula superestructura sentimental tiene un único objetivo: ocultar la diferencia. Es más fácil que un oficinista confiese sus penosos —y siempre intrascendentes— devaneos sentimentales que la cifra de su salario. Esa instancia, que tiene más que ver con los márgenes privados de humillación y obediencia, no se devela casi nunca. Habrá neurosis. Habrá sufrimiento. Habrá genuflexiones y vergüenzas. Pero la verdad, la cifra particular de una vida, no se develará.

II
Malcolm Gladwell alude al tema a su manera en el prólogo de El dinero en The New Yorker. “Quienes no formamos parte de la cultura empresarial hacemos lo contrario: nos gusta trasladar nuestra conducta personal al ámbito de los negocios. Queremos jefes amables y comprensivos. Queremos que las corporaciones tengan rostro humano. Queremos documentos financieros redactados en un lenguaje sencillo. La brecha entre quienes habitan en el corazón del sistema capitalista y aquellos que residen en la periferia suele describirse como una profunda división filosófica o como una lucha irreconciliable entre dos culturas”.

Esa manera de Gladwell no se relaciona con su estilo, que orbita en sus libros de management-periodismo-sueños de realización liberal. Leer en Buenos Aires sobre cultura empresarial, corporaciones y documentos financieros obliga a un esfuerzo interesante del músculo de la imaginación. ¿Qué empleado, aún de alguna empresa para la que estuviera dispuesto a trabajar toda su vida, verá alguna vez los documentos financieros que retratan sus posibilidades materiales en el mundo? ¿Qué otra aspiración material subsiste en el empleado público más que la confirmación diaria de que nunca será despedido? Más plano todavía: entre todos estos, ¿cuántos participarán alguna vez como accionistas del mercado bursátil?

Una palabra como dinero, en Buenos Aires, es de por sí extraña: imprecisa y en el mejor caso con algo de lo peor de la reverencia y lo peor del provincianismo (Buenos Aires prefiere un término más histórico y material: plata). Leer La bolsa, de Julián Martel, la primera novela argentina sobre las relaciones sociales y religiosas construidas alrededor del dinero tampoco es fácil. Y no por los motivos de malestar políticamente correctos. La manera de Gladwell nos remite al drama permanente de la modernidad periférica (siempre seremos  el Chaco de otro lugar). Y esa manera obliga también a pensar el espíritu del capitalismo en una relación inevitable con la ética cristiana protestante. Esa es otra gran brecha. La austeridad es católica. Pero la austeridad y la racionalidad y sus alarmas son protestantes.

030b - Alan Dunn - 1930s

III
Las viñetas de El dinero en The New Yorker trabajan sobre las trampas entre la ética protestante y el capitalismo. Leídas desde Buenos Aires, son una especie de turismo ontológico. Para las buenas conciencias progresistas de New York que piensan y dibujan en The New Yorker —atributos que deben valorarse de una manera completamente distinta a como funcionan dentro de la tradición argentina del género, que comienza en el siglo XIX con la energía revulsiva de El mosquito y continúa ahora agónica en Barcelona—, los momentos en que la austeridad y la racionalidad se separan, los momentos en que la codicia desfigura los dogmas de la fe y alteran —¿no sería este otro estado natural del capital en Argentina?— con la simple obscenidad del dinero al tejido social, rozan más el escándalo que la denuncia. Y es también por eso que por dinero The New Yorker entiende no la fuerza de trabajo de la economía de los Estados Unidos sino la tecnología cuantitativa del valor de ese trabajo en un lugar específico. La bolsa de valores: la cima más abstracta, compleja y erudita de reproducir y multiplicar el capital, leída a través de la cima más abstracta, compleja y erudita de la clase intelectual neoyorquina. El lado más negro y el lado más blanco de una misma moneda, de un mismo billete y, sobre todo, en el sentido más sociológico posible, de una misma acción. “Vuestros padres son prácticamente lo más blanco y negro que se puede ser, lo que contribuye a hacer de ellos una hermosa pareja”, escribió John Updike, colaborador durante varios años en The New Yorker, a sus nietos Anoff y Kwane cuando su hija “inglesa, con pinceladas de rusa y de francesa, por el lado de su madre, y alemana y holandesa por el mío” se casó con “un negro puro de África Occidental, aislado por el norte con el Sáhara y por la anchura de todo un continente de las infusiones de genes árabes y camíticos, que hacen de los africanos orientales una gente de piel relativamente clara”.

El valor moral del dinero para la ética protestante consiste en anticipar nada más y nada menos que el favor de Dios. El destino se basa no en la caridad —como en la ética católica— sino en la diferencia —de las cantidades, de las cifras e incluso del lenguaje de esa diferencia— y aún en la exhibición orgullosa de la diferencia. Falsear la distribución del dinero, hacer trampa en la bolsa, la codicia en perjuicio de la sociedad, son transgresiones jurídicas. Pero también violaciones de un orden metafísico. Desencuentros premeditados entre austeridad y racionalidad. Ahí están los chistes sobre la ola de suicidios de agentes de bolsa durante el crack de 1929: “Hombre, ¡pero si es Prescott! Imagino que sabe algo que nosotros ignoramos”, dicen dos caballeros elegantes, circunspectos, adultos y serios desde un despacho en un piso alto de Wall Street. Al otro lado de la ventana, Prescott, sereno, acaba de saltar al vacío.

IV
El dinero en The New Yorker es también una historia de la crudeza del precio en la sociedad norteamericana. La reinversión y el riesgo son para el empresario tareas de responsabilidad social realizadas bajo la buena voluntad de Dios. Y no hay aventuras salvajes sin olvidar un elemental cálculo: in God we trust. El personal de servicio y los vagabundos son amables y son resignados porque su destino ya se ha manifestado. Y las otras conciencias, las que Gladwell describe más preocupadas por los motivos de una cultura humanística antes que empresarial, las que uno imagina disfrutando la sátira sutil y elegante en The New Yorker, no viven en un estado de tortura moral.

222 - William Hamilton - 2000s

La pobreza, para Wall Street, no es necesariamente el signo de los ultrajes del capital. Más bien es una señal de pereza. La falla de una individualidad que ha descuidado su deber para con sí mismo y para con los otros. La oveja negra de la irresponsabilidad y la desidia. Es interesante leer la forma en que las viñetas retratan durante el siglo XX la tragedia del emprendedor —bajo la formas de crisis financieras cíclicas— sin permitirse nunca la sorna sobre la importancia del ánimo emprendedor en sí. Ahí también se deja leer el estatuto de valor de la mujer trofeo: el signo de la prosperidad en su dimensión erótica. Estos accionistas, estos agentes de bolsa, estos jefes de directorio, desean la riqueza de una forma que a cualquier miembro del sistema bancario argentino le resultaría siniestra, en el sentido más freudiano de la palabra.

(Entre paréntesis, ¿cómo serían esas viñetas en Argentina, donde el dinero se piensa, se experimenta y se narra desde las estrategias de supervivencia del pequeño cuentapropista y el ventajista picaresco y donde el único gran objetivo es salvarse como sea para dejar de trabajar? Las viñetas en revistas como Caras y Caretas o Humor son un misterio. Nunca van más allá de la coyuntura de los funcionarios públicos. O de alguna escena aislada de consumo que es, en realidad, una escena costumbrista reciclada alrededor de alguna anécdota de consumo. Otra pregunta imaginaria: ¿es posible que el personaje del empresario arriesgado y emprendedor causara gracia en las viñetas del producto cultural más sofisticado y snob del campo intelectual porteño, si The New Yorker pudiera existir en Buenos Aires? En tal caso, el personaje del empresario arriesgado y emprendedor debería, antes, existir. Dentro de ese imaginario y afuera, donde las cosas pasan, se negocian y se producen. Cuando alguien en Buenos Aires necesita ocultar el origen de su sustento, dice que es empresario. Cuando el Papa Francisco era Arzobispo dijo durante una misa “que Buenos Aires necesita llorar, llorar por la esclavitud de sus hijos, es una ciudad coimera”).

Mientras tanto, los hombres de negocios de Wall Street —y esto no exime al dinero de sus crímenes, sino que ilumina su forma de representación cultural donde el dinero vive más cómodo— no son más que soñadores empedernidos persiguiendo su salvación y la de los suyos. Ninguno quiere dejar de trabajar. ¿Por qué querría dejar de trabajar? Quiero que me devuelvan mi burbuja, dice uno a otro.

231a - Alex Gregory - 2000s

V
La historia del dinero en The New Yorker tiene dos grandes ausentes: los negros y los judíos. No se trata de agentes económicos ausentes en la ciudad. Mucho menos en la historia económica de los Estados Unidos. ¿De qué habla este vacío? Ni durante los años de apogeo del nazismo en Europa ni durante los años de la Segunda Guerra se tematiza nunca —y el humor suele ser la única licencia para doblar el miedo de la opinión pública— la cuestión judía en el entramado cultural de la fantasía de las finanzas (hacia 1933, la editorial neoyorquina Houghton Mifflin había conseguido ya los permisos de publicación de Mein Kampf y en 1934 se publicó como My Battle: 20.000 dólares por los derechos sobre la traducción y 5.000 ejemplares vendidos durante su aparición). Una sola viñeta roza un apellido, pero el chiste es evidentemente sobre otra cosa: “Cuando Allen Ginsberg tenga tres hijos y una hipoteca, a lo mejor le presto atención”, dice un ejecutivo a otro en el rincón de una fiesta. Rockefeller y Ford sí son apellidos que orbitan el humor de los años treinta y cuarenta. En una única viñeta, sin embargo, un jugador de baseball negro le dice un grupo de periodistas blancos: “Bueno, yo me conformo con estar ganando cantidades indecentes de dinero”.

Con el correr de los años, los hombres abandonan el saco y los animales empiezan a hablar. Hacia finales del siglo XX y comienzos del XXI, la ferocidad del dinero y de las crisis hace de lo animal un interlocutor válido para retratar la historia del dinero. “El sistema no es perfecto, pero válgame Dios, sí que es claro”, dice un conejo corriendo con dos panteras detrás. Si este fuera un artículo en The New Yorker, seguirían varios párrafos que nos permitieran bautizar con la precisión exigida estas dos visiones contrapuestas. Pero simplifiquemos las cosas, porque lo importante es llegar cuanto antes a las viñetas ////PACO.

247a - William Hamilton - 2000s


Almodóvar no sabe

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DOCU_GRUPO Spanish director Almodovar attends the Museum of Modern art's fourth annual Film Benefit in New York

Por Diego Fernández Pais

I
Los amantes pasajeros es la última película de Pedro Almodóvar. No vamos a caer en el facilismo de criticarlo como cineasta, porque para eso ya están los diarios y las revistas de cine. Aparte de que sería gastar pólvora en chimangos. Lo que nos interesa, más bien, es juzgarlo desde un punto de vista moral.

II
Ya el mismo título nos revela que estamos ante una película de derecha. Frente a la crisis amorosa que trajo aparejada la explosión consumista del capitalismo tardío, nada nos resulta más conservador que ensalzar la figura del
amante, esa clase de hombre inmoral con buena propaganda en los medios de comunicación. Y, por otro lado, pasajeros: es decir, errantes como el capital. Almodóvar es un director que está más bien a favor de la libertad. Eso basta para tener la certeza de que es un idiota.

III
Si bien aparecen actores de la talla de Antonio Banderas, Penélope Cruz y Cecilia Roth, lo único que recuerda el espectador al salir del cine es que la mayoría de los personajes son homosexuales. Y si no son homosexuales, si por una de esas casualidades no lograron salir del closet a tiempo y cometieron el pecado de formar una familia, son bisexuales. Ojo, hay un mexicano que es bien heterosexual. Y seguramente por eso Almodóvar lo convierte en un
asesino. En fin, estamos ante un provocador. Por lo tanto alguien que no merece nuestro respeto.

IV
Y al cabo de unos minutos, por supuesto, se la agarra con un ultracatólico. Sí, hablamos del pelado al que la hija se le hizo prostituta. Vaya provocación, Pedro. Como nos sucede a todos, el director manchego parece haberse quedado petrificado en sus años dorados: los de la transición. ¿Pedro Almodóvar todavía cree, a más de tres décadas de la caída del muro de Berlín, que el catolicismo es una forma de resistencia contra el comunismo? Suena ridículo, sobre todo en España, donde la población ni siquiera se acuerda de haber sido católica en algún momento. Los aliados cambian, siempre sucedió lo mismo. En la actualidad, el catolicismo es una de las últimas murallas que se levantan contra el capitalismo, contra la explotación financiera de todo sentimiento humano. Y combatirlo, por lo tanto, es de conservador y de derecha.

V
Pero guarda porque en un momento, mientras discute con la estrella del sadomasoquismo interpretada por Cecilia Roth, el pelado le enrostra la siguiente acusación: “Sé que usted tiene muy buenas relaciones con el Opus Dei”. Claro, el Opus Dei, el sector menos religioso y más materialista de la Iglesia. Y en eso yo, que estoy en el cine, me doy vuelta y descubro a la hija de un profesor que, hasta donde tengo entendido, es un miembro numerario de
la obra. Es que en realidad Almodóvar está hablando de sí mismo. Con el paso del tiempo, de tanto someterse a las reglas del mercado, se terminó convirtiendo en eso: el recreo ideológico de los sectores más mezquinos de la pequeña burguesía. No importa, tampoco es para escandalizarse: lo mismo le sucedió a Woody Allen.

VI
Almodóvar no sabe lo que es un obrero o un chacarero de
derechas (como les gusta decir a los españoles). En sus películas todos los “derechistas” son tipos con plata, propensos a caer en la cultura light. Y éste no es un dato menor: nos condiciona en nuestras simpatías. El escritor francés Michel Houellebecq, por tan sólo poner un ejemplo, en su novela Plataforma realiza el procedimiento inverso: nos sitúa ante una profesional de clase media progresista que, en la práctica, no tolera al obrero bruto y primitivo. Y en el fondo el marxismo se trata de eso: la lucha de clases. Nunca un rico puede ser más de izquierda que un pobre.

VII
Sin embargo el mérito de la mariquita no es para nada desdeñable: consigue elaborar una obra que es una estafa económica y, al mismo tiempo, una estafa moral. Creo no exagerar si digo que Pedro Almodóvar es el Francisco Franco del cine español.

VIII
Y, antes de terminar, sólo quiero rescatar una cosa: Blanca Suárez. Blanca Suárez andando en bici por las calles de Madrid con su vestido floreado de fondo blanco. Blanca Suárez hablando por teléfono con un vestido de algodón verde. Blanca Suárez enfundada en satén rojo o, como le gustaría decir a Bioy, colorado. Blanca Suárez como el
fin que justifica el medio de ir a ver Los amantes pasajeros al cine. Blanca Suárez y nada más ////PACO


Escribir el BOPE

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Por Juan Terranova

Luiz Eduardo Soares habla mucho pero sin apuro. Es el autor de más de diez libros, entre ellos Tropa de Elite, escrito con los ex-policías del BOPE André Batista y Rodrigo Pimentel. Publicado en la Argentina por Editorial Marea, el libro tuvo un recorrido curioso. Destinado a ser leído por la izquierda sensible a los problemas del abuso policial y la marginalidad, extraordinaria película de José Padilla mediante, no recibió el interés que merecía y que sí tuvo en Brasil. El progresismo argentino una vez más se dejaba ganar por sus prejuicios. La película de Padilla fue percibida como “demasiado violenta” o incluso “fascista”. El desconocimiento de la situación brasileña y de la vida y la muerte en las favelas cariocas también ayudó. En el prólogo del libro los tres autores dicen: “¿Cuál es el antídoto para la corrupción? En la historia del BOPE, la respuesta fue siempre una: el orgullo. Un orgullo personal y profesional. Con pleno respeto al uniforme negro. Antes la muerte que el deshonor”. Soares está en Buenos Aires para participar del festival BAN! donde va a hablar de los niños delincuentes del Brasil, sobre los que escribió en la novela titulada Cabeça de Porco con la ayuda del rapper Mvbill y el presidente de la Central Única de Favelas, Celso Athayde.

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¿Como fue su paso por la Secretaria Nacional de Seguridad en el 2003?

Primero tuve un cargo en Rio como Secretario Adjunto donde desarrollamos una experiencia muy interesante, muy ambiciosa, de recreación de prácticas policiales. Hubo una gran confrontación con los sectores no democráticos y corruptos de la policía. Había que repactar con la policía. Me radicalicé en mi postura y fui exonerado. Me amenazaron. Me tuve que ir de Rio. Viajé a los Estados Unidos. Volví. Fui a Porto Alegre, donde trabajé en Restinga, en la zona sur de la ciudad, que es el área más pobre y también la más violenta. Con una trabajo preventivo, bajamos la taza de asesinatos de cuatro o cinco por mes a cero. Lula me llamó para formar parte de su gobierno. Armamos un proyecto muy ambicioso también, esta vez a nivel nacional. Se nos dio espacio para la experimentación en el orden de los social. Tuvimos una excelente participación multisectorial con la educación y la salud. Se crearon mecanismos de participación popular. Durante dos años se trabajó muchísimo. ¡Los gobernadores lo apoyaban! Se aprobó, iba a salir, un gran pacto para reformar la seguridad en Brasil, estaba todo listo. Y se cayó. Fue una gran frustración.

¿Por qué se cayó?

Por motivos políticos.

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En un artículo reciente titulado “Hora Zero no relógio popular” usted escribió: “Aplicar viejos esquemas cognitivos sirve apenas para exorcizar lo nuevo, domesticar la diferencia y enmascarar la inseguridad intelectual, confirmando viejas creencias categorías.” ¿Cuales son esos “viejos esquemas”?

La arquitectura legal de la seguridad pública en Brasil es un legado de la dictadura. Se dieron muchas concesiones. Y hubo ahí una complicidad de la izquierda, por sectarismo o por omisión, porque no sabían o porque pensaban que era un epifenómeno del capitalismo. La derecha muy claramente dijo que no iba a tocar eso, que no se iba a meter con ese tema. En la Argentina la transición democrática me parece que fue mejor. En Brasil, no hubo ese momento básico de “verdad” del que habla Mandela. “Verdad y reconciliación” dice Mandela. En Brasil no hubo ese momento de “verdad”. Recién ahora hay una Comisión de la Verdad que empieza a restablecer la historia. La corrupción policial estuvo y está inserta en una trama de corrupción empresarial y estatal muy grande. La idea de un estado central con el monopolio de la fuerza es una fantasía en Brasil. El poder en Brasil no está centralizado. Más bien es una archipiélago hobbesiano del cual forma parte y se beneficia también la política, una política que va en contra del estado democrático de derecho y en el cual el narco es una pequeña isla.

Cuando llegó al poder, ¿el PT intentó cambiar esto?

No.

Los intelectuales de izquierda aparecen parodiados en Tropa de elite

No, en el libro no. En la película puede ser pero no, yo soy un intelectual de izquierda.

Captura de pantalla 2013-08-08 a la(s) 16.39.38

¿Cómo ve el presente de Brasil?

Estamos en un momento de cambio. Tenemos que reconocer la impotencia y la insuficiencia de los esquemas tradicionales. Las propuestas radicales son necesarias pero todavía operan con las categorías tradicionales. Nuestra agenda, que no se cumplió, ya es vieja. Hay que ir más adelante. ¿Por qué? Hay nuevas formas de operación de los estados imperiales. Nos ponen, insisto, en un mundo hobbesiano. Resulta un poco ingenuo pensar nuestras soberanías como las pensábamos. El espacio para el ejercicio democrático es menor hoy. Lo vuelvo a repetir: El monopolio y el uso de la fuerza por parte del Estado. La idea de una unidad legal es muy relativa. Las empresas transnacionales junto a las expresiones de los estado corruptos hacen que todas nuestras ideas democráticas suenen ingenuas.

¿Qué novelistas brasileños le interesan?

Daniel Galera, Bernando Carvalho, Michel Laub, Marçal Aquino. Más viejo, ya clásico, Graciliano Ramos. Me gusta mucho Reinaldo Moraes, sobre todo su primera novela Pornopopéia.

¿Cómo fue trabajar para hacer la película con José Padilla?

Partimos de cero juntos pero el libro y la película son dos cosas diferentes. Unidas y hechas en paralelo, pero diferentes.

¿El Capitán Nascimento es un héroe de la derecha?

Sobre todo es un personaje trágico con un sufrimiento psíquico terrible. Vive una inseguridad ontológica permanente y sabe que, en parte, lo que hace es hasta cierto punto inútil. Sus prácticas son de derecha pero su sentido de venganza, su neurosis, su daño psicológico, le impiden una ideología.

Última pregunta, ¿quién va a ganar el mundial de fútbol del 2014?

¡Si yo lo supiera! Es más fácil determinar el futuro de la humanidad.///PACO


Crónica del desenfreno

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6 FOLLOWED GIRL

Por Pau Salerno 

I
-¿Alguna vez tuviste miedo de perder el control?
-¿Cómo? No entiendo…
-De golpe, sin pensar, hacer algo que en realidad no harías por nada del mundo. Transformarte, actuar como un loco.

Hace unos meses decidí comprarme un par de rollers. MercadoLibre y fui a buscarlos a su hogar natal, el punto de partida de mi nueva faceta de deportista amateur. Me gustó la caja gigante en que me los dieron y su halo de misterio que me hacía sentir medio capa por mi proyecto cero kilómetro. Desde ese día, los usé sólo dos veces. La primera, sin salir de mi depto.

El problema es que no sé frenar.

No sé frenar. Cuando patino -en tiempo presente ilusorio- mi estrategia para detenerme es empezar a reducir la velocidad hasta que mis pies paran solos. Sería más lógico ir al Rosedal a pedirle una lección express a algún patinador de por ahí y, de paso, quién dice, cañazo. O llevar a la práctica las videoclases de Youtube que ya sé de memoria, aunque eso implique el riesgo de aterrizar en el suelo y pasar vergüenza delante de un par de desconocidos.

Frenar. Acto de detener la marcha de una máquina.

II
Trabajar sin parar y a cualquier hora; empezar a pensar en tareas pendientes ni bien bajo la pantalla de la compu y decido dormir; hacer tres salidas distintas la misma noche y llegar a las cuatro de la mañana a la casa de unos amigos que están tomando whisky desde las once. Ocio y trabajo se mezclan en el altivo mundo de los after, en una vorágine de después y después del después del después. Ilusión citadina del infinito punto multicolor, despilfarro de uno mismo, ansias de omipresencia, seductor after office y iceberg after hour. La sucesión de gente y música y eventos y ruido es un juego de palitos chinos que se desmoronan cuando se hace patente que no existe el after life.

Frenar. Acto de detener la marcha de una máquina.

Lo peor de todo es que con mi método de frenado subordino mi acción a la decisión de un mecanismo inerte que me transforma en una patinadora autómata: no soy yo sino los patines quienes deciden cuándo y cómo parar. Me dijeron que el aprendizaje se logra después de unos cuantos tropezones que sí son caídas pero que valen la pena y que satisfacción garantizada o le devolvemos su tropezón. Seguramente el conocimiento empírico pueda guiarme hacia la pavloviana fórmula del éxito: persevera y frenarás. Pero lo cierto es que concibo el andar desenfrenado como una característica inherente a mi persona y férreamente incorregible. Así que, fan de las paradojas, opto por, mejor, no andar.
-¿Pero como un loco desatado?
-Sí.

III
No es la primera vez que pienso que mi vida transcurre en un movimiento pendular entre el freno y el desenfreno. Sobreadaptada al mundo del sin parar, cada tanto me doy cuenta del ritmo que otra vez adquirí por inercia y, urgente, llevo a la práctica mi solución de bolsillo: me encierro en casa por unos días y no me llames ni para tomar mate.

Frenos. Aparatos de ortodoncia que detienen el descarrío de los dientes más fiesteros.

Me acuerdo de un episodio de Los Simpsons, “La última salida a Springfield”, en que un odontólogo dictamina la pena de frenos dentales para Lisa y ella asume apesadumbrada “Oh, no, seré impopular socialmente. Todavía más”. Para defender su diagnóstico, el médico expone unas muy didácticas imágenes que muestran el desarrollo bucal de la niña en caso de no seguir sus indicaciones: en el futuro, la cara de Lisa estaría deformada y atravesada por dientes bestiales. Ante dicha posibilidad, Bart se entusiasma: “¡Qué bien! ¡Va a ser un monstruo!”. Se mueve como un as de espadas el dilema al que se ven enfrentados los personajes: tanto el control como el descontrol excesivos implican, cuando no el rechazo ajeno, ciertas dificultades para desenvolverse en sociedad. No es casual que Homero, el personaje más irreflexivo de todos, permanezca inmutable y descanse en el ya resuelto aspecto económico: “No importa, me gané un plan dental.” Bien por él. Pero es claro que si todos nuestros problemas se enraizaran solamente en el dinero, prescindiríamos de los accidentes de tránsito, los infartos, los agarrarse a trompadas, las parejas atormentadamente cansadas, la gastritis, la anorexia, las contracturas, los caraduras, la bulimia y tantos otros etcéteras ocasionados por no “parar el carro” a tiempo.

IV
Eso sí, tenemos muy claro cómo disimular nuestras emociones. Quizás para compensar el frenesí fáctico, nos hicimos expertos en mantener la compostura y en retener los sentimientos, que tan desvalorizados están en este acrílico reino del revés.
-Sí. El otro día estaba en el cumpleaños de mi novia, lleno de personas caretas, y se me vino a la mente la idea de interrumpir la reunión revoleando una cerveza en medio del living. Sólo para ver qué hubiera pasado.
-¿Y qué hubiera pasado?
Miedo y Conformismo parecieran ser la única pareja con perspectivas futuras, medias naranjas que se casan y viven juntas para siempre. En cambio, nosotros, súbditos de la abstracción, hacemos de cuenta que somos libres, pero no sabemos decidir. Oscilando entre el descarrío y la parálisis, nos rodeamos de silencios, inhibiciones, delgadez, locuras, constipaciones, gorduras, impostaciones, amarguras que dificultan el tan difícil avanzar. Y, frenéticamente inmovilizado, mi andar se colma de fantasmas y brujas que, como los rollers, están ahí para recordarme que yo tampoco sé frenar ////PACO


Mesías chino

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Construcción del Golden Gate. 1937.

Nico Saraintaris: Qué buena ciudad que es San Francisco. Como un idiota, fui y crucé el puente. Pero: 1. no fui a Alcatraz con la banda de sonido de The Rock en los auriculares. 2. no conocía la existencia de este culto que parece que tiene gente en China Town y hubiera estado bien hacerles algunas preguntas sobre el regreso de Jesús como mujer

Juan Terranova: Saraintaris saca ases de la manga todo el tiempo.

Luis E. Andrade: El mesianismo es un negocio con gran potencialidad y peligro en China. Razón por la cual son perseguidos cuando llegan a una masa crítica de adherentes. Pasó con la Revolución de Taiping que duró más de una década en los 1850 con otro mesías cuasi-cristiano. También, hace unos 10 o 12 años, le bajaron la caña a los de Falun Gong que tiene otro fantasma como figura mesiánica.

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Juan Terranova: Interesante. Está para escribir algo. La frase “El mesianismo es un negocio con gran potencialidad y peligro en China” me parece hermosa y terrible.

Nico Saraintaris: Se podría incluso hacer un juego RTS (del tipo Command and Conquer, Warcraft o Starcraft). Elegís un pendejo de 12 años, una mujer campesina o un perro de tres patas y construís tu culto mesiánico. El objetivo, como cualquier RTS, consiste en destruir al resto o conquistarlo.

Nico Saraintaris: De hecho se podría escribir una novela RTS, donde cada capítulo lo escribe un escritor asociado a alguno de los cultos.

Luis E. Andrade: Imaginate, con una población de más de 1.3 mil millones… La mayoría de los chinos son súper pragmáticos y se pasan casi todo por el lado oscuro, pero con que una par de milésimas de esa población se adhieran a un “Mesías”, sea político o religioso, la Roma del oriente puede arder. Es lo que no entiende la mayoría del mundo sobre China y le pasan tirando mala onda por el asunto de la democracia, etc. El gobierno chino es un maestro del balance y, al contrario de cualquier otro estado del mundo actual, tiene una historia continua de más de 3000 años (ellos dicen 5000 pero…) en la que han aprendido muchísimo sobre su propia gente y como gobernarla. El mundo es testigo a otra dinastía, sin emperador fijo, o, digamos un emperador que es el partido comunista chino, que está luchando por su perpetuidad. Grupos como estos, son mirados por el gobierno como la pieza de un dominó que puede derrumbar todo el ensamblado. Si me da por escribir algo, te lo paso.///PACO



Historia de un seductor

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Port-Hegel MX (Fabula)

Por Nicolás Mavrakis

I
Hay que volver a una frase de Martin Amis sobre la corrección política. “Sentirse ofendido y sentirse inofensivo son las adicciones gemelas de la cultura contemporánea”. Ante una ortodoxia del lenguaje que pretende clausurar el carácter heterogéneo y conflictivo de lo real, los márgenes para una acción improvisada implican un riesgo. Contada por el biógrafo Jacques D´Hondt, la vida de Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831) es también la trayectoria de quien, ante el abanico de opciones ofrecidas por esa ortodoxia, prefirió operar sobre las posibilidades heterodoxas del lenguaje recurriendo a la sagacidad del lince antes que a la sumisión temerosa de los corderos. Atravesar un párrafo de La fenomenología del espíritu es evidencia suficiente: lo áspero, lo seco, lo oscuro, funcionan como desafío. Sus lectores contemporáneos lo criticaron por eso y lo critican ahora: no todos están ni soportan reconocerse fuera de la altura del desafío. Para otros, intervendrá D´Hondt, eso mismo estimulará la búsqueda y el trabajo.

Las exequias de Hegel —con las que comienza el relato de la vida de un hombre entre los beneficios del poder, la transgresión calculada al poder y la oposición frontal al poder—, no tuvieron un discurso fúnebre sino una llamada a la cruzada. “Vengan, mentalidad servil y oscurantismo, no les tenemos miedo, porque su espíritu será nuestro guía”, dijo su discípulo y amigo Friedrich Förster. Lo dijo la noche misma del entierro, rodeado de antorchas y estudiantes durante lo más virulento de una epidemia de cólera que prohibía la participación pública en cualquier ceremonia fúnebre.

II
En la Suabia natal, Hegel recibía como pago por su trabajo cebada y leña. Las cosas eran menos fáciles en esa época. Abandonó la idea de convertirse en pastor protestante en Tubinga y fue compañero de Hölderlin y Schiller y Schelling. Cada uno reconocía en el otro una grandeza futura y se respetaban entre sí en tanto superiores a todo el resto. En palabras de D´Hondt: la modestia no era uno de sus rasgos.

El biógrafo no lo explicita, pero alude a ciertas excursiones non sanctas del grupo de amigos hacia las más receptivas pastoras alemanas. Luego comenzó la lucha material por la vida. Hegel fue preceptor en Berna para una familia patricia “y para empezar fue objeto de un regateo bastante sórdido referente al sueldo y a las condiciones materiales de trabajo”. Su largo raid como sirviente duró años y durante esos años descubrió que el odio podía ser tan clarividente como el amor. La trama de la conciencia del esclavo, la conciencia del amo y su inevitable conflicto dialéctico por el dominio del sentido de la Historia puede leerse también en una clave biográfica.

Hegel construyó una familia ejemplar con la hija de una familia ejemplar pero antes estuvo enamorado de Nanette, una católica con la que “prolonga los ecos de un agradable galanteo” y que le sirve también para pensar al catolicismo como excusa para pensar en una católica. Hegel, el inmaculado, aparece en las cartas a Nanette “como un joven galante, divertido, bromista, afectuoso”. No debería causar ninguna sorpresa que Hegel fuera un hombre, con los deseos de un hombre y los defectos de un hombre. Lo interesante es la manera en que la obra de Hegel y su construcción como uno de los más grandes filósofos de la Modernidad lograron eliminar cualquier posibilidad de imaginarlo también como un hombre histórico (*).

En Bamberg, por ejemplo, comenzó a tratar con las figuras intelectuales y políticas más importantes de su época —en 1806, en Jena, Hegel ve al emperador Napoleón al mando del ejército conquistador francés y se fascina y le escribe a Goethe su emoción ante “un personaje así concentrado en un punto, montado a caballo, extenderse por el mundo y dominarlo”— pero también empieza a tratar con el sex appeal del poder. Disfrazado de Kammerdiener, persigue en los bailes a las chicas disfrazadas de Cipris o Afrodita. A una tal Jolli le endulza los oídos durante tres horas “en una agradable conversación a solas”. Más adelante, en Berlín, Hegel se destaca como jugador de naipes y whist y frecuenta teatros, conciertos, galerías y banquetes. “En el curso de los cuales posa la mirada, a veces con demasiada detención, en el escote de las bellas actrices que se burlan de aquel viejo bobo”. En las relaciones privadas, escribe D´Hondt, Hegel era afable, sonriente, simpático, tenía forzosamente que llamar la atención de una joven. Solo se mostraba insoportable en filosofía, campo en el que se creía portador de una misión trascendental”. A la distancia, todo amerita un fav.

III
Al margen de su familia oficial, tuvo también un hijo, Louis, con una mujer que no fue su esposa. Una casera de condición “muy modesta” a la que amó durante un tiempo y después no amó más. Nació el mismo año que se publicó la Fenomenología. Goethe llegó a conocerlo en Jena.

Según D´Hondt, Louis siempre fue un chico abandonado y conflictivo. Por supuesto, esto no había sido su culpa. Apareció en la vida de Hegel cuando sus prioridades eran otras: la gran obra como filósofo, la carrera como profesor reconocido, la batalla por el poder universitario, el rastrillaje de adversarios intelectuales. Como padre, trató de hacer de su ausencia algo presente a través de las influencias para que lograra estudiar en colegios decentes, pero Louis se hacía expulsar. Una vez fue detenido por un hurto del que se confesó culpable. Al final, Hegel le hizo retirar el apellido: un hijo ilegítimo con su nombre era una cosa, pero un hijo criminal era otra. Louis murió a los veinticuatro años en Batavia como mercenario de un ejército extranjero.

Un hecho curioso es que incluso Hegel, como después Marx en el New York Tribune (**), trató con la indigencia intelectual del periodismo en su época. D´Hondt se permite unas palabras muy instructivas: “Es más fácil convertirse en un criado de la pluma cuando ya se ha tenido la experiencia de la servidumbre pedagógica, y, en términos generales, cuando uno ya se ha acostumbrado a la opresión”. Acostumbrado a escribir en código su correspondencia personal, a oscurecer sus textos para confundir a los censores y al barroquismo que fuera necesario para paralizar la posibilidad de castigo de los muchos poderes gobernantes del país de su época, Hegel no sabía ser indolente a la hora de escribir. Pero el Bamberger Zeitung tenía otras expectativas.

Hegel no se contentaba con escribir refritos de diarios franceses sobre las noticias más importantes de Europa y había comenzado a recaudar información propia y elaborar una visión política un tanto más compleja que la dominante. Para bien de la filosofía occidental, las autoridades bávaras interrumpieron para siempre esa fugaz relación de Hegel con el periodismo. Él se quejó de una medida inquisitorial pero concluyó también que el asunto —en términos intelectuales la descripción también le cabe al periodismo como género— no había sido más que un tropiezo.

Al parecer, a Hegel le gustaba intrigar a los curiosos. Y cuando se transformó en Hegel, ese ánimo no decayó. Por un lado, se infiltró entre lo más espumante de lo monárquico para infectarlo con sus ideas republicanas; en sus textos filosóficos, sin embargo, jamás se permitió la obviedad: la fuerza de sus ideas, sin embargo, aspira a emerger incluso a través de la confusión y lo logra. Su biógrafo menciona la anécdota pero no la relaciona con nada más. Es una pena, porque la impresión es que si Hegel sabía seducir mejor en los bailes de máscaras que en los banquetes no era por simple casualidad. ¿Su filosofía, la textualidad imbricada y fascinante de su filosofía, no implica los códigos de un cortejo similar? Cuando alguien una vez le reprochó a Hegel sus “dificultades en la manera de expresarse” cuando escribía en la Bamberger Zeitung, su respuesta fue irónica y categórica. “La situación diplomática y política es en sí misma tan caótica que si se expusiera en un estilo limpio… nadie comprendería nada, ni el redactor ni los lectores”. Por supuesto: fav.

Hacia el final, rodeado de intrigas, tironeado por facciones, en comunicación clandestina con agitadores políticos, al frente de su cátedra y al resguardo de sus enemigos, preocupado siempre por su salario, inmortalizado ya por el poder de sus ideas, Hegel escribe en una carta algo que podría también ser la letra de alguna canción de McCartney: “He conseguido así mi objetivo terrenal, ya que con un empleo y una mujer amada se tiene todo lo necesario en este mundo. Estas son las principales cosas que uno mismo debe esforzarse por adquirir”.

En uno de los mejores momentos materiales de su vida, Hegel recibe en Heidelberg mil trescientos florines de salario en especies, seis moyos de trigo y nueve moyos de espelta. “El trueque es equitativo: idealismo a cambio de cereales”. Otra curiosidad: la última palabra escrita por Hegel y entregada a la prensa fue revolución ////PACO

(*) ¿La historia o el espíritu absoluto? Unos ciento cincuenta años después de su muerte, durante una reunión donde se discutían planes armamentísticos nucleares, Brezhnev le dijo a Carter que Dios no los perdonaría si fallaban. Carter hizo un silencio y después dijo que la Historia no los perdonaría si fallaban.

(**) “Logra tener éxito tanto en lo heroico como en lo cómico, en el pathos como en lo familiar, en la tragedia como en la farsa, aunque tal vez esto último congenia más con sus sentimientos”, escribió Marx sobre el legislador inglés Lord Palmerston, y no es el único caso en que se plagia a sí mismo sus mejores frases.


Argenta street porno industry

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Por Soledad Valdez/ @___Samira___

Hasta hace poco, el porno de la farándula se conseguía por internet buscando en Google, Poringa o en algún otro sitio web. Paralelamente, en la industria callejera se vendían películas pochocleras de Hollywood, cine francés y también rejuntes caseros de los vídeos musicales de artistas que nada que ver con el cine. Los réditos se los llevaban cada uno por su parte. El astuto que le vendía el vídeo de la chica conocida a un conductor o panelista de programa de chimentos por un lado. Y por el otro el mantero que ofrecía la película de baja calidad en la calle por diez pesos.

Pero ahora el chico que te vendía Batman: the dark knight rises doblada al gallego para que no gastes tu valioso tiempo esperando a que se cargue en Cuevana, o no tengas que esperar al miércoles para ir al cine a mitad de precio, ese mismo pibe hoy también te vende el DVD mix de las famosas que cometieron el error de dejarse filmar por su pareja cuando le decía “chupe chupe”. O sea que ya no hace falta saltar directamente a la PC cuando sale en un programa de chimentos el zócalo “EXCLUSIVO: Vídeo XXX de la tetona de turno”. Hoy el que pasa en el subte ofreciendo películas también te ofrece, por veinte pesos, el momento de obscenidad intima de la chica que gritaba indignada anoche en Canal Trece, Telefe u otro lado. Todo bajo el título de “EL SHOW NACIONAL DE LAS MAS PETERAS”.

Atrás quedó, entonces, la mucama que supuestamente le vendió a la prensa el VHS de Tommy Lee y Pamela Anderson. Atrás quedó el amigo que actuaba como dealer-porno-farandulero buscando el vídeo de Chachi Telesco. En este momento, todo es capitalismo y el porno de las famosas ya es industria callejera.///PACO


Ser gay ya fue

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Por Aki ‏@linearotativa

El Album Blanco de los culos. Dije el Album Blanco por decir algo, nunca lo escuché, no soy fan Beatle. Para mí, desmayarse esta buenísimo. Sé desmayar: dos técnicas tengo. Una la hacíamos en el colegio. Nos vivíamos desmayando. La otra es más Dexter. Con los culos soy re clásica: Reef Brazil o nada. “Es un ojete para llevar a cagar a casa”, “Ese ojete caga bombones Bonafide”. Del gran Dario Vittori (QEPD), amigo de La Línea.

Lo único que odio es el cafe tibio.

(Saqué foto de libro entre las patas de una piba y te la mandé, pero el teléfono es una garcha.)

El mundo hoy mira a Barrio Norte, sigue siendo el mejor barrio del mundo, a pesar de Einstein y sus laderos. Telerman tenía re bien la ciudad. Qué boludos los FPV que la regalaron. Querido: estás en Oklahoma. Buenos Aires esta up de nuevo: gracias a los que salimos de noche, etc. Hay onda, pulso, etc, y la poronga esa que hizo de Metrobus: funciona bastante bien. Tiene un side-efect dark, que ya ampliaré. Los costados de 9 de julio se están favelizando mal. Qué pena que no venden heroína acá. Está todo dado.

“Magneto me miró a los ojos, tremenda mirada tiene. Le grité: asesino! y yo no estaba en una mesa de torturas” escribió Axel Freyer. Me bloqueó, un ratón, un incivilizado heterosexual que se hace el gay para sacar rédito. ¡Que fotaza la tuya encarando a ese colorado tan feo! Ese es mi hermano mayor, mostrando dientes! Guarda con Freyre. Agustina Kampfer: me copa tu revolución, sé que saliste con Alex. Ampliá. el progresismo te afea, no tanto como el esfuerzo, pero el progresismo afea a la gente. ¿Hay alguien en este mundo que no vea la obsecuencia estúpida del lelo heterosexual de Alex Freyre? Arróbenlo y mándenle estos mensajes, plis. No es gay, habrá tenido su partuza como todos en Barrio Norte. Pero gay no es. “No existe la bisexualidad.” Eso es lobby gay. Sí existe. No conozco a nadie no bisexual. Los gays ya fueron, no asustan a nadie. ¿No que perdió la gracia ser gay? Me copa la palabra “queer”.

Mi madre me regaló gafas. Me dice: “pedí el modelo menos pedófilo posible”. Un día voy a coger con un albañil, nada más que para ver si es cierto que hacen todo lo que gritan. Mi guardapolvo es corto y escuché a alumno decir “cómo le hago el orto”. Me hice la boluda porque la culpa es mía. “Fuerte como cachetazo de padrastro alcohólico” me dijeron recién. No, mentira, pero qué buen piropo, ¿eh? Orgías, mesas de pool, mulas, Marcela Ortiz, poniéndome en tema.

En el banco. Madre tiene que extraer. En tono alto dice: “tenés que mirar las caras y al motochorro lo sacas por descarte… ESE” (y señala) Loperfido cruza Alvear y entra al banco. Se esta pareciendo a Horangel. Hay mucha gente para el gusto de Loperfido-Horangel y se va. Loperfido es finito y alargado, se ve que elonga. ¿Tiene Twitter? Le quiero decir que tiene que detener su look Horangel.
La última vez que vi a Loperfido fue en una boda. Estaba Esme, que no me gustó. Se cubría del sol.
Ella es divina, pero la dejé a su suerte. La espero afuera y después almorzaremos. #Wine. Mi sweet child fue a Bafweek ayer (madre dijo “¡qué mona estaaaba!”). No volvió aun. Sé que tiene buena onda y eso. Pero no me gusta.///PACO


El niño, el absurdo y la muerte

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Por Paula Giménez y Juan Manuel Garrido

1.
Está la muerte. Irónica, bolsa de huesos, tiene una hoz y con ella todo el poder que quiere y desea pero no necesita. Trabaja de matar, de buscar a las víctimas cuando llega la hora, confiesa que a veces se equivoca y toca antes. Al tocar antes, a algunos le toca después. A ella la siguen dos nenes, una rubia amargada y uno pelotudo. Los dos son chiquitos con padres ausentes, ella lo odia pero debe cuidarlo, él se caga encima y no sabe bien dónde tiene los pies. La muerte y los dos pibitos comparten capítulos medio psicóticos que si los mirás fijo un rato la pupila un poco se dilata. Ya no hay sutilezas y dulzura, la era de la ironía abarca a los pibes desde los siete. Mientras se hacen la leche te tiran un chiste que te descoloca. Tu hija con diez te boludea y vos sin saber bien cómo defenderte. Eso está muy bien, el bullying a los padres merece reconocimiento.

II.
Figura y fondo coexisten en planos bien separados. Los valores de línea modulan en contraste constantemente, el trazo negro alrededor de cada personaje es directamente grosero. Las paletas son reducidas y nada amigables. Tengo la sensación de estar viendo un producto sin terminar, quizás sucio.

3.
Ositos cariñosos hay, pero para cuando se te está desarrollando la masa encefálica. Menos amigovios y más mundos paralelos.

IV.
Se ven apuestas fuertes. Todas las dimensiones están rotas: la ‘cámara’ es arbitraria, los personajes entran y salen de plano sin ningún indicio de continuidad espacial o temporal, la profundidad es imperceptible porque casi no hay sombras, los personajes flotan o se empastan. La sutileza del movimiento de los personajes oscila entre bailarina clásica y horda de vikingos. Animar es dar vida y lo desagradable, parte necesaria.


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5.
Crecí con Dumbo, Bambi y El Rey León. Cumplí años sabiendo que la vida iba a ser una mierda, llena de muerte, dolor y algún que otro momento grato. También me contaron que si todo al final sale bien, sólo se trata de una película. Que los animales no hablan y que siempre pero siempre la protagonista termina feliz y el malo paga sus culpas. Nunca me dijeron que, en realidad, al príncipe de Cenicienta le caben las lentejuelas, ni que Blancanieves es merquera y cambia petes por tragos en un boliche. Nadie nos contó que ser buena gente iba a traerte más boludeo que actos copados ni tampoco que a tu mamá le sale bárbara la poligamia. Vidas oscuras, mascotas muertas, gente en la calle y una pelota que gira en cubos, rellenando el plástico negro que utilizan en la fábrica de Mickey Mouse.

VI.
Qué es verdadero y qué falso empieza en jaque, como en cualquier ficción; así se construye una lógica ajena a la realidad. Nada nos indica realmente qué sentir, qué está bien y qué está mal; así queda objetada la moral. Entonces, la estética. Nos encontramos de frente con la definición de “lo feo”, siendo la belleza un concepto tácito, asumido. Quizás el gran acierto sea admitir que el espectador, no importa de qué edad, trae consigo esa idea ya construida. Lo feo pertenece al mundo del arte (o del diseño) tanto como lo bello. La época nos marca la franja de lo políticamente correcto según y a pesar del arte. Según, Disney; a pesar, Cartoon Network.

7.
Disney, el dueño indiscutible del adoctrinamiento infantil, hoy pierde peso frente a los pibes que diseñan dibujos mientras se fuman algo con efectos secundarios inmediatos. No hay estándares ni sexo, sólo ambigüedad y chistes ácidos.

VIII.
Lógica, moral, estética. Cómo un dibujo animado puede cuestionar todos nuestros conceptos filosóficos. Paletas reducidas pero llenas de acentos, sonido más incomprensible que icónico y música anempática, convivencia de formas geométricas y manchas accidentales, movimientos toscos y perfectos. El caos que crean desde el absurdo es en realidad un mundo lleno de posibilidades que siguen a la perfección el recorrido de nuestro desorden. El imaginario ahora es irregular, imperfecto, caprichoso, y así percibimos el afuera.

9.
Pero la construcción de estereotipos se retroalimenta de los circuitos cerebrales más extraños y la cadencia de cada uno de los estímulos se anticipa a la historia que te toca. Las reglas se arman solas. Y si todo lo manejamos a través de ellas para mantenernos adentro y no afuera, en los bordes y no en los suburbios, estos dibujos recrean impecables nuestro laberinto de lo imposible y es así como nos permiten romper esquemas antiquísimos sin necesidad de grandes revoluciones. Nadie elige ni decide, pero si luego de crecer con historias tan huérfanas de clichés, los pibes no salen más piolas que nosotros, ya no tendremos más remedio que entregarnos a la invasión zombie que amenaza hace años con comernos los ojos ////PACO


Marcapiel

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MP todos vintage

Por Alan Haksten

I

Actualmente soy integrante de Marcapiel. por suerte en el ambiente nos conocemos casi todos , y siempre cuando hace falta reclutar algún nuevo integrante en el grupo primero se intenta buscar entre los amigos, o conocidos , y siempre aparecen varios posibles, eso nos da la suerte de ya conocer un poco al futuro integrante y estar mas seguro a la hora de convocarlo para probar. Muchos surgen de las orquestas donde algunos de los integrantes tocan , o los conservatorios donde cada uno se formo, o mismo las bandas amigas con la que uno comparte el circuito.

II

Después de Cromañon se ha implementado una política de clausura a los espacios con música, eso ha generado como conflicto que los espacios para poder desarrollarse sean cada vez menos. Esto genera una superpoblación de grupos que quieren tocar y muy pocos espacios para poder acoger esa cantidad de grupos, por ende uno de los principales problemas es la falta de espacios habilitados. Y los pocos espacios que se encuentran habilitados suelen trabajar con mucha anticipación ,e so genera que para que uno pueda conseguir fechas en esos espacios haya que anticiparse mucho. Otro problema es que no todos los espacios cuentan con un piano acústico , que es fundamental en este tipo de música, entonces se reduce aun mas las ofertas. Como positivo se puede remarcar que esta falta de espacios ha generado en muchos casos que los propios músicos sean los que gestionan y arman sus propios espacios, eso no solo amplia los espacios , si no que tienen la suerte de que al ser espacios manejados u organizados por los propios músicos los arreglos económicos y las cuestiones técnicas están en la mayoría de los casos mas contempladas que en los espacios manejados por empresarios.

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III
Creo que principalmente tener en cuenta los espacios que tienen buenas condiciones técnicas, sobre todos un buen Piano y sonido. tener en cuenta también la zona que sea accesible  para poder llegar, tener en cuenta que en el lugar tengan buena atención y respeto por los músicos y el publico. tener buenas propuestas artísticas y saber hacia donde apuntar para poder publicitar y generar un publico asiduo.

IV
Marcapiel se forma a finales del 2008, con otro nombre y otra formación Alan Haksten Grupp la formación originalmente contaba con 9 integrantes (2 bandoneones, 2 violines , chelo , piano , contrabajo , guitarra eléctrica y voz) después de 4 años años de intenso trabajo y de grabar nuestro primer disco decidimos reducir un poco el grupo y cambiar el nombre, actualmente el grupo esta integrado por Violín, Chelo, Bandoneón, Piano, Contrabajo , Guitarra eléctrica y una voz invitada. Desde el comienzo del proyecto la iniciativa fue crear e interpretar obra propia, y sobre eso seguimos basando nuestro principal objetivo. Lógicamente ese obra propia se basa aun sobre la tradición del genero pero apuntando a trabajar algunos aspectos un poco trabajados , como es el tema de la forma o la estructura en muchos de los temas , y sobre todo no perder la importancia de la melodía.  Actualmente estamos trabajando para la producción de nuestro próximo material discográfico que estará para fin de este año ////PACO.


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