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Boris Johnson

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Boris-Johnson-and-muppet

Por Mavrakis

I
Boris Johnson es uno de esos políticos tan londinenses que no hace mucho le pidieron que se retractase públicamente después de haber declarado que Los Beatles le debían su verdadero éxito a Londres en vez de a Liverpool. Fue una de las causas más exóticas, pero no es la única ni la más seria por la que el intendente de Londres, arrinconado siempre por el escarnio, recibe críticas acerca de su idoneidad como servidor público.

Pero esto es lo que hace importante el primer detalle en la vida política de Boris Johnson: la suya no es de las que padecen el escarnio. La mirada, las palabras, el peinado, el abdomen, todo el sensualismo de Johnson repite de una u otra manera que, en realidad, su vida política se alimenta del escarnio. Y, hasta ahora, no resultó tan mal. Es el intendente de una de las ciudades más importantes de Europa —desde 2008 y reelegido en 2012— a pesar de haber nacido del otro lado del Atlántico, en Nueva York, en 1964, y uno de los políticos más relevantes en Inglaterra después de David Cameron, al que pretende suceder pronto. La salvedad es que, además de miembro del Partido Conservador, como el actual Primer Ministro, Boris Johnson —capaz de adulterar la historia con tal de halagar a sus votantes— es considerado un populista. O, al menos, tan populista como puede ser alguien educado en Oxford. Alguien que, pesar de todo, disfruta ser considerado un payaso por sus adversarios.

London Mayor Boris Johnson travels on th

II
¿Qué hay en el background inmediato de Boris Johnson? Doble nacionalidad y cuna aristocrática. Fama de reputado latinista dedicado a la Historia. Un comienzo a traspié en la industria periodística —cuando era becario en el Times lo descubrieron inventando una declaración— de la que resurgió como ácido columnista político en medios de primer nivel como el Daily Telegraph y como uno de los principales editores en The Spectator. Apenas algunas de las herramientas de comunicación de alguien que también escribió una novela cómica y una historia popular de Roma, y que construyó una figura de ingenioso provocador mediático gracias a la que pudo sobrevivir no uno sino dos típicos escándalos políticos por el destape de affaires extramaritales, uno de los cuales ocurrió con Petronella Wyatt, periodista e hija de un importante dirigente laborista. En esa oportunidad, la consigna de Johnson fue la de todo buen liberal anglosajón: nunca había moralizado sobre la vida familiar, así que no debían esperar de él ningún moralismo santurrón. Y como era cierto, funcionó.

Esta es otra parte importante de la carrera de Johnson porque acaricia una de las capas sensibles del imaginario de la batalla cultural contemporánea: los ritos de pasaje entre la gestión periodística y la gestión política. Ese complejo camino entre el decir y el hacer. ¿Cómo un simple analista de la actualidad pudo integrarse con éxito a la casta de quienes deciden sobre la actualidad? Como Lionel Asbo, el personaje de la novela de Martin Amis que gana la lotería y, de la noche a la mañana, salta de un mundo de marginalidad violenta donde es el rey a un principado de confort mercantil donde nadie termina de aceptarlo, Johnson construyó un puente entre las dos costas extrañas y lo atravesó con pies firmes. No fue fácil para este populista conservador. Incluso hoy, a pesar de sus logros, lo siguen examinando y tratando con excesiva precaución, tanto desde la orilla del periodismo como desde la orilla de la política.

Cuando ganó las elecciones de 2008, de hecho, los laboristas y la prensa progresista londinense no solo se burlaron del exótico Boris Johnson. También especularon que, para el entonces Primer Ministro laborista Gordon Brown, limitarse a señalarlo sería el modo más fácil de marcar todo lo que el conservadurismo hacía mal al administrar la cosa pública. Seis años más tarde… nadie recuerda a Gordon Brown.

Johnson meets Schwarzenegger

III
Contra la expectativa de sus adversarios, el conservadurismo político y el populismo mediático no hicieron de Johnson un mal administrador. Prohibió el consumo de alcohol en el transporte público —a pesar de que un importante grupo de tradicionales dipsómanos ingleses rechazaron la medida con disturbios en el subte—, promovió una auditoria de sesgo abiertamente político de las finanzas públicas —para desnudar las desprolijidades de los gerenciadores políticos previos— y hasta modernizó los tradicionales colectivos londinenses colorados de dos pisos. El secreto de Boris Johnson para administrar lo urbano es perfectamente lógico y pedestre: una buena ciudad es una ciudad con un sistema de transporte público eficiente antes que barato. Así que lo sintetizó de manera fácil: taxis cada vez más caros, por un lado, y por otro cada vez más colectivos y subtes funcionando a toda hora, aunque sea necesario terminar con los boleteros e instalar máquinas automáticas. ¿Qué habitante sensato de una ciudad moderna —a excepción de los boleteros— podría oponerse? Aún así, Johnson es un activista incesante del ciclismo. Y a pesar de las críticas y los prejuicios, logró que el índice de ciclistas en Londres subiera: este año planea mejorar la infraestructura y construir bicisendas por más de 1000 millones de libras. Cualquier parecido con la realidad porteña no debería ser mera coincidencia.

Pero, ¿qué es exactamente Boris Johnson? Para llevarlo a un territorio más inmediato: en la galaxia de categorías automáticas de Twitter, probablemente lo llamarían un derechista cool. ¿Sería impreciso? Entre las muchas posibilidades del ambiguo sentido flotante de esa etiqueta —que remite al elogio, aunque funcione como lo contrario—, una de las más interesantes es la de ser la clase de categoría capaz de representar las voces de quienes interpelan los dogmas de silencio, represión, neurosis y corrección política del progresismo incandescente. Y eso es cierto: como político y hombre de ideas, Boris Johnson ha hecho un aprendizaje en las zonas más delicadas de la discusión pública.

Boris Johnson signs up Barbara Windsor to become the Mayor's Str

En su momento, escribió que si dos hombres querían casarse entre sí, no veía nada malo en que se casaran entre sí tres hombres y un perro (y esto es importante porque la forma siempre es importante: no imaginen un exabrupto por aburrimiento y descontextualización al estilo de los de Jaime Durán Barba; imaginen, en cambio, los ecos de la tradición de la prosa satírica inglesa desde Thomas De Quincey). De todos modos, al poco tiempo el buen Boris comprendió su error. Entonces trabajó sobre sus prejuicios y llevó su exótico peinado a una Marcha del Orgullo Gay en Londres.

Lo mismo le pasó cuando apuntó contra la comunidad islámica después los ataques contra Londres en 2005, y hasta con quienes se ofendieron cuando le robaron su bicicleta y escribió en una de sus columnas que le gustaría que los Navy Seals entraran por la ventana del culpable. Y no fueron las únicas lecciones. En el proceso, Johnson aprendió a suavizar cada vez con más tacto mediático sus reparaciones públicas. Por ejemplo: para corregir las malas interpretaciones de su última polémica —durante un encuentro del Partido Conservador en honor a la difunta Margaret Thatcher—, Boris se prestó a que un periodista midiera su Coeficiente Intelectual durante un programa de radio (donde no le fue muy bien). Todo había comenzado cuando, durante su discurso, sostuvo que la igualdad económica nunca ocurriría porque la mayoría de la gente tiene un coeficiente intelectual demasiado bajo para progresar en la vida (apenas unos meses después de otra de sus bromas incorrectas, cuando dijo que las mujeres iban a la universidad a buscar marido).

En tal caso, ¿quiénes confían, ahora más felices que antes, en la educación sentimental pública de su intendente? Para terminar, algo más respecto a las categorías instantáneas. Cuando uno de tus enemigos es Sherlock Holmes —llamándote “incoherente, interesado y cerebro de pelo” en su famosa serie de la BBC—, ¿qué otra cosa puede resultar un político conservador y educado en Oxford sino cool? “Elemental, mi querido Watson, deduzco que es un simple caso de parcialidad de la BBC”, respondió Boris, un político que —para evitar paralelismos fáciles con la escena argentina— también tiene su guerra contra “el estatismo, el corporativismo, el derrotismo, la eurofilia y la abrumadora inclinación izquierdista” del medio público de comunicación más grande de Inglaterra.

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IV 
Padre de cuatro hijos y hombre enamorado de su esposa (nunca, absolutamente nunca la dejaría, han dicho sus amigos) y comprensiblemente lúbrico sin dejar de ser conservador (con una de sus amantes tuvo otro hijo que no niega); político dispuesto a legalizar la marihuana medicinal pero también a modernizar la infraestructura pública más allá de las críticas, los despidos y las lágrimas necesarias —como cuando cerró la Estación de Bomberos más antigua de Westminster para construir departamentos de lujo y “los hombres más duros de Londres lloraron”—, Boris Johnson no es solo una anécdota colorida sobre las exitosas posibilidades políticas de la incorrección, la gaffe y el carisma. (Un ejemplo más, el último: “Brad Pitt, obviamente”, dijo cuando anunció inversiones en la industria londinense de cine y TV y alguien le preguntó qué actor le gustaría que interpretara su biopic).

La relevancia política de Boris Johnson se construye a partir de otra cosa: una gestión que logra resultados e improvisa más allá de las promesas para alcanzar todavía más resultados. Un pragmatismo casi efectista —al comienzo, no lo olviden, Boris fue un columnista de opinión—, para el que cumplir objetivos concretos y mantener conforme a la mayoría de los electores de una de las ciudades más importantes y cosmopolitas del mundo sirve, además, como colchón de aire cultural para el resto: la sátira del discurso, la colección de exabruptos y el anecdotario personal que dan forma a la historia de un conservador aggiornado a fuerza de golpes. El lema rápido de los londinenses podría ser: dice pero hace. Boris Johnson, la voz sin eufemismos, la derecha cool que no tiene miedo de cuestionar eso que las voces correctas de siempre prefieren mantener en el limbo cómodo de la amabilidad, la buena onda y el silencio /////PACO

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37 ideas turísticas

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Por Mariano Terdjman

1
Hace tiempo que vengo pensando la figura del turista. En los viajes me atraen menos los paisejes y los monumentos que las personas detrás de las cámaras y los mapas.

Mi pregunta es simple, casi rudimentaria: ¿Qué busca?

¿Qué busca un turista cuando ve lo que ya marcó en la guía, en el mapa, lo que le recomendaron, cuando ve eso que fue a ver?

2
Creo que la respuesta tiene que ser esta: una experiencia.

El turista, de viaje, busca una experiencia.

Entonces, como en un laberinto, consigue un mapa, camina decidido y se dirige allí: a ese monumento, ese museo, ese canal.

3
El turista quiere hacer la experiencia él y que no se la cuenten. Él viajó a Roma y él quiere ver la Capilla Sixtina, El Coliseo, La Fontana Di Trevi. Él viajó a Roma.

4
En este punto empiezan los problemas. El turista quiere hacer una experiencia, pero nadie es tan tonto para creer que una experiencia sea observar, ¿o sí?

5
La primera pregunta se multiplica: ¿acaso El Coliseo, para poner un ejemplo, puede, en tanto monumento, ser una experiencia?

La respuesta es categórica: no.

En los alrededores del Coliseo, miles de turistas alredeor de miles de guías que prometen explicar qué es el Coliseo.

Estamos, entonces, no frente a una experiencia sino frente a un jeroglífico. Esas piedras, ese teatro, ese estadio, ¿no tienen la suficiente fuerza para ser una experiencia por sí solos?

Acá se dividen las aguas.

6
Pensemos en los museos. Hay tres o cuatro grandes grupos que los recorren.

El primero: suelto, libre, mira las pinturas, trata de ver y sentir algo. No importa qué son, qué significan, de qué periodo, de qué familia. Quiere ver. Quiere hacer el recorrido solo. Quiere, básicamente: tener una relación sujeto-objeto. No quiere mediaciones.

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El segundo grupo hace el recorrido con un Audioguía. Paga uno de esos aparatos con la historia de cada imagen grabada, y al acercarse, al enfrentar la pintura o la escultura que ahí, quieta, lo mira, busca el número correcto, lo apreta y espera el milagro de que ese aparato hable y le cuente qué cosa es eso que ve.

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El primer grupo (joven, rebelde, irresponsable) que hace el recorrido solo, odia a este segundo grupo que recorre el museo con ese bastón: un Audioguía.

9
El tercer y cuarto grupo son similares: tienen un guía real, de carne y hueso. La explicación del cuadro depende de un hombre particular, un ser humano, un estudiante de Arte, alguien que le pone amor a la explicación de qué es eso. El primer grupo, libre y sin ningún bastón, redobla su odio a este grupo (jubilados, padres de familia, burgueses). Sin embargo, sin notar la contradicción, suele acompañar a este grupo enemigo uno o dos pasos, disimulando su presencia e intentando (sin pagar, por supuesto) escuchar la explicación del estudiante de Arte. Este es el cuarto grupo.

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Estas cuatro formas se siguen de nuestras edades, nuestro poder económico, nuestra mirada del mundo. Se siguen también de nuestra idea de qué cosa es la experiencia. Pero lo que casi ningún turista reconoce es que la experiencia no sólo incluye a ese objeto observable, distante, rígido, sino que también ellos, turistas circunstanciales frente a monumentos eternos, son parte.

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Pongamos un ejemplo: no es lo mismo (doy fe) mirar El Coliseo un día cualquiera que un día caluroso, húmedo, con un dolor incisivo de muelas.

Las piedras que lentamente levantaron los romanos y que configuran el estadio más grande de la antigüedad, son otra vez piedras y el único objetivo claro del turista es terminar la visita y buscar una farmacia para calmar su dolor.

Al Coliseo, enorme, lo ridiculiza una pastilla de dos o tres centímetros, roja, que calma al turista.

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Sin embargo, el turista en cuestión nada aprende de ese hecho revolucionario y al volver y escuchar las preguntas de amigos y familiares, responde: «El Coliseo es impresionante», sin darle atención, olvidando por completo, su propia experiencia.

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No hay que mezclar los tantos. Una cosa es el relato (falso, grandilocuente, pretencioso) y otra diferente es el viaje en sí.

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El viaje, lo comprobé no hace mucho, es un cuerpo vivo.

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Es cierto que hay dos tipos de turistas desde el vamos (aquellos que programan cada detalle y aquellos que no), pero el viaje, autónomo, impone su azar.

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Ese pequeño dolor de muelas vale como muestra.

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Y el viaje es un organismo vivo por una sola razón: es un montón de tiempo hendido en medio del tiempo regular, continuo, rutinario de la vida.

No por nada cuando uno vuelve de un viaje, pregunta, ansioso: «¿Qué pasó en el país?». El residente, con asombro, que trabajó normalmente esas dos o tres semanas, que hizo su vida con sencillez, responde: «¿Qué va a pasar? Nada».

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Es que esas dos o tres semanas de vacaciones es tiempo robado el tiempo, si se me permite.

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Es como si uno viajara a otro mundo y después volviera.

Y ese viaje, vivo, se demuestra autónomo con la regla más simple: su azar.

Una tarjeta de crédito perdida, una tormenta que inunda la ciudad, una pelea furiosa, un olvido, un dolor, un problema: ahí está el viaje.

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Claro que el turista nada de todo eso cuenta, pero sí lo vive.

Regresemos a la pregunta original: ¿Qué busca un turista?

Dijimos: busca una experiencia.

Dijimos: cree que la experiencia está ahí y ansioso va.

Dijimos: no sabe que él, todo él, forma parte del experimento.

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Ahora una infidencia o dos.

Hace un año viajé a Europa con mi novia.

Lamentablemente estas ideas me siguen y me hacen sacarle fotos a otros turistas y también me hicieron medir el tiempo que dura la sorpresa. Digamos: ¿cuánto dura la maravilla de ver y perderse en eso que vemos?

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Breve explicación: un día descubrí que más allá de todas estas ideas, habían cosas, momentos, monumentos, que lograban hacer su experiencia por sí solos.

Un contraejemplo: la Capilla Sixtina. Rodeado de otros turistas, apurado, con tortícolis por levantar tanto la cabeza, no genera nada y es preferible verla en fotos.

Un ejemplo: la biblioteca de Coimbra.

Pero vayamos a algo más vulgar y conocido: un viaje en góndola por el Gran Canal de Venecia.

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Uno cuenta con todo un imaginario sobre lo que tiene que sentir en esa góndola: romanticismo, amor, sensibilidad.

Miles de películas lo obligan a uno a sentirse especial ahí.

Digamos también que el fenómeno es más femenino que masculino (sin entrar en discusiones de género), pero el sentimiento está ahí, en el aire (o en el agua).

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Olvidémonos, de ser posible, que todo es un comercio, que el gondolero canta por más dinero, que son como los taxistas, que te llevan de mala gana.

Tratemos de olvidarnos de todo eso.

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A mí me sirvieron dos o tres cosas para olvidarlas. La primera, era nuestro último día en Venecia. La segunda, negocié el precio. La tercera, fundamental, estábamos apurados porque el cielo prometía lluvia.

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Ese apuro me sacó del medio y por varios minutos disfruté el paseo. Esos varios minutos fueron ocho minuto.

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O sea: durante ocho minutos me olvidé de mí, me olvidé de ser yo quien ahí viajaba, me olvidé de todo y el sentimiento de la góndola se apoderó de mí, se apoderó de nosotros y disfrutamos.

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Ocho minutos después empezó a hacer frío, subía mal olor, nos mojaba el agua, la góndola chocaba con cuanta pared se enfrentara, otros turistas nos sacaban fotos, etc.

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Quedaban treinta y dos minutos de paseo, pero la experiencia ya había sido hecha.

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Pero retomemos, por segunda vez, la pregunta inicial («¿Qué busca un turista?»). Otra respuesta posible, respetable, sería: perderse a sí mismo.

FONTANA
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Claro que con mapas, cámaras de fotos, guías de viaje y miles de personas alrededor, perderse a uno mismo parece complicado.

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El pobre turista, en fin, intenta hacer una experiencia única, personal, absoluta, y no encuentra otra cosa que otros turistas y la propia frustración de estar siempre ahí.

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Termina creyendo que está mejor en su ciudad, con su trabajo, en sus bares, con sus hobbies. Prefire estar acá, cansado, agotado, enojado, pero al menos sin grandes objetivos que pueden llevarlo a grandes frustraciones.

34
Y entonces vuelve feliz, decidido a mentir todo lo que haga falta, decidido a decir que la Fontana di Trevi es maravillosa y la Capilla Sixtina una experiencia única. Decidido a mentir y a engañar a todo aquel que pregunte por su viaje y su experiencia.

35
Con los días el relato del viaje supera ampliamente al viaje y ya nada recuerda de lo que allí sucedió, hundido en las descripciones de la guía que repite, feliz.

36
Su experiencia, signo de interrogación, será sólo suyo.

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Quizás sea lo mejor: al fin y al cabo quién quiere escuchar las estupideces que le pasan a otro en vacaciones por Europa ////PACO

Preguntas

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papa-francisco1
Por Aki, la @linearotativa

¿Puede un país de 300 millones de obesos mantener su hegemonía global frente a colosos de más de mil millones de hambrientos?
¿O deberíamos contar también entre los habitantes de EEUU a los de sus colonias y territorios ocupados como Europa y América latina?
¿Qué bloque terminará haciendo valer su influencia en el mundo islamopetrolero?
¿En qué momento van a chocar militarmente EEUU y China?
¿Qué rol jugará Pakistán?
¿Por qué EEUU nos quiere indefensos, sin FFAA?
¿Para que no nos demos vuelta en el conflicto Oeste versus Este que se avecina?
¿Por qué puso EEUU a Bergoglio en el Vaticano?
Si la misión de Juan Pablo II fue expulsar al comunismo de Occidente, ¿cuál es la de Francisco?
¿El rol de Francisco es limar asssperezas y cerrar filas entre el tercer mundo criollo y la órbita angloprotestante para marcarle la cancha a China e India?
¿Francisco permitirá la ordenación de mujeres y el matrimonio de sacerdotes?
¿EEUU está abriendo la mano para proselitizar estados fallidos?
¿Cuándo empezará Argentina el mimoseo con Washington DC, como ya lo hacen México, Brasil y Colombia?
¿Cuándo asume Daniel Osssvaldo?
¿Con qué cara van a apoyar los otrora camporistas la ola de privatizaciones que se avecina?
¿Dónde se exiliará CFK?
¿Terminará con una cátedra camelo en alguna universidad de EEUU?
¿O tendrá algún rol decorativo en la ONU, para poder vivir en NY?
¿Se mantendrá la tradición de que la copa del mundo la gana un país del continente donde se juega?
Si los brasucas ganan el Mundial, ¿quién los aguanta?
¿Acaso es el momento de que México o Colombia levanten la Shuls Rimet?////PACO

La infancia del mundo

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9781922079701
Por Mavrakis

I
El destino de los premio Nobel de Literatura nunca es certero y ni siquiera su paso siguiente después de la consagración máxima está asegurado. Es cuestión de establecer el escenario. Los supremos laureles de la industria editorial occidental no varían demasiado de algo que empieza con un grave discurso en Suecia, sigue con un cheque y termina en la rápida reedición global, en tapas duras y anotadas, de la obra de una vida. ¿Y después? En realidad, nada de lo que pase después podrá resultar de particular importancia: está sobreentendido.

De ahí que el premio Nobel de Literatura funcione a veces como una gran palmada que, desde algún lugar cómodo y neutral de la conciencia cultural europea, susurra al oído: todo ha sido cumplido, llegó el tiempo de unas prolijas vacaciones. Eso hace del caso de John Maxwell Coetzee algo atractivo: desobedece el mandato. En términos intelectuales, el Nobel que este año vuelve a Buenos Aires prefiere la guerra.

En 2003, Coetzee recibió su premio. “Por los incontables disfraces con los que retrata la sorprendente implicación del forastero”, dictaminó la Academia Sueca. Para los lectores de Coetzee, la idea puede resultar familiar: como señalan las buenas contratapas, atentas a su biografía, en su literatura la verdad es siempre extranjera.

II
Anglosajón por herencia cultural, sudafricano por las circunstancias y desde hace unos años ciudadano australiano por elección, parte de la obra de Coetzee se centró en los conflictos violentos de la identidad humana —atravesada por el amor, el deseo, la sangre y la muerte— anclados alrededor de un país cuya medida moral se sintetizó en el Apartheid.

¿Ayudaron a la consagración de Coetzee modas intelectuales de gran alcance en los años noventa como los estudios culturales y la necesidad, entre culposa y reparadora, de dar la palabra a aquellas voces que emergían de la periferia poscolonial? Probablemente. ¿El mérito de la prosa y la fuerza literaria de Coetzee le deben algo a todo eso? Por supuesto que no. Sobre todo porque, finalizado el Apartheid y la relación civil y legal de Coetzee con Sudáfrica, el autor de Esperando a los bárbaros siguió escribiendo. ¿Pero acerca de qué asuntos y sobre qué nuevos problemas? ¿Y enfrentando qué consecuencias?

La infancia de Jesús (RHM, 2013) es una buena suma de las preocupaciones literarias de Coetzee después del Nobel. Y tal vez por eso, apenas publicada, liberó como nunca antes una gruesa artillería en contra. Los críticos de algunos de los medios más importantes del mundo la encontraron “excesivamente alegórica”; la muestra de un autor “más atento a su cabeza que a su corazón”, “envuelto en una serie de problemas narrativos de los que no puede escapar” y “personajes que hacen preguntas menos interesantes de lo que creen”.

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III
¿Pero es realmente el estilo de La infancia de Jesús lo que molesta hoy de Coetzee? Novelas como Desgracia, Diario de un mal año u Hombre lento le habían valido antes la acusación de misógino. A eso respondió el autor, en parte, en Verano, tercera parte de su autobiografía novelada. Imaginándose muerto, son las mujeres que amó durante su vida a quienes Coetzee les permite recordar para la posteridad –y de una manera cruda e impiadosa hasta el chiste−, quién fue y cómo se comportaba con ellas aquel hombre frío al que le gustaba escribir.

Por supuesto: la misoginia puede prestarse a una larga discusión siempre al borde del equívoco. Pero en el caso de la narrativa de Coetzee, sin embargo, su aspecto fundamental podría resumirse así: el interés en las diferencias entre hombres y mujeres no es distinto al de cualquier autor interesante frente a asuntos como las razas, las clases y los poderes. Es decir, asuntos ante los que cualquier lenguaje con pretensiones de honestidad intelectual necesitará rebelarse y fracturar aquello que, escondido entre discursos de igualdad y conformidad, solo propone silencio ante el conflicto.

La infancia de Jesús, en ese sentido, está llamada a ser probablemente una de las mejores novelas de la década acerca de los riesgos de una vida y un lenguaje abandonados a la ingenuidad infantil: “No necesitan recuerdos. Los niños viven en el presente, no en el pasado. ¿Por qué no te fijas en ellos? En lugar de esperar una transfiguración, ¿por qué no intentas volver a ser como un niño?”, le dicen al protagonista cada vez que comienza a hacer preguntas.

IV
Encargada de reseñar la novela en The New York Times, la escritora Joyce Carol Oates —que habla de una influencia kafkiana y de “un giro borgeano” que la descoloca— percibe el núcleo del asunto cuando menciona a los “zombies benevolentes” que rodean al protagonista. Recién llegado a un país donde los hombres y las mujeres han perdido la memoria y hablan un idioma ajeno, David busca entre extraños a la madre del chico que lo acompaña, Simón. En este país —que desconoce la ironía y todo se come sin sal—, por otro lado, no hay conflicto, pulsión ni interrogante humana que no se solucione a través de distintas versiones amables de la negación y la censura. La bondad, al final, ya no es una decisión moral sino una imposición estatal. Sin oportunidad para disentimientos, ¿cómo podría desatarse cualquier conflicto a partir de la enunciación de cualquier diferencia?

El problema de un país donde la corrección política y el lenguaje de la conciliación obligatoria son las únicas normas, sugiere Coetzee en su novela, es que la frontera entre la felicidad y el ridículo se desdibuja. Esta idea no debería resultar difícil de asimilar más allá de la literatura, y eso tal vez explique en parte la veloz incomodidad de sus críticos. Coetzee es un premio Nobel de Literatura en el mismo mundo donde un líder político puede recibir el premio Nobel de la Paz mientras lidera conflictos bélicos a la cabeza de la potencia armamentística más poderosa del planeta.

Ante eso, los recursos literarios de Coetzee son la sutileza y el humor. En el caso del deseo de un hombre por una mujer, por ejemplo, la insatisfacción y el inconformismo, tratando de negar las diferencias, pueden incluso disfrazarse de argumentos aparentemente lógicos: “La naturaleza puede ser bella, pero también fea. Esas partes del cuerpo que usted modestamente no quiere mencionar en presencia de su ahijado: ¿le parecen hermosas? Y esas partes que no son hermosas… ¡usted pretende empujarlas dentro de mí! ¿Qué debería pensar?”, dice una de las mujeres cortejadas por David. Entonces la sexualidad —como ejemplo entre muchos otros— se aleja del goce y se transforma en angustia y represión.

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V
¿Son estas las preocupaciones más urgentes de uno de los ciudadanos más reputados intelectualmente de su país, una de las democracias parlamentarias anglosajonas más prósperas y apacibles del mundo? Bueno, ¿pero cuáles otras, si no esas? En su viaje del año pasado a Buenos Aires como visitante ilustre a la Feria del Libro, Coetzee leyó con voz adusta un texto sobre la censura: “No existe el progreso cuando se trata de la censura. Llevamos el impulso censor en lo más profundo de nosotros. Cuanto más cambian las cosas, más iguales permanecen”. Leída antes de que La infancia de Jesús llegara a las librerías, la relectura de aquella conferencia tal vez ilumine algunos de los puntos del conflicto. ¿Una benevolencia banalizada podría volverse dañina para la verdadera libertad?

Ajeno a la gimnasia de las entrevistas, esmerado protector de su privacidad y aún sospechado de inventar los pocos datos autobiográficos revelados con cuentagotas a lo largo de cuarenta años de literatura (hasta su nombre completo ha estado en duda, según el biógrafo oficial John Christoffel Kannemeyer), la intervención pública del autor de Elizabeth Costello en Buenos Aires sintetizó una vez más el tenor de lo que Coetzee entiende como el trabajo intelectual de un escritor. El arma precisa del lenguaje, horadando las reacciones automáticas —bien o mal intencionadas, e incluso neutrales— ante asuntos más complejos de lo que podrían aparentar a simple vista. Un escritor serio, en definitiva, pero más en la pose que en la prosa. “No hace falta prohibirlo porque sólo será leído por gente de profesión literaria. Su obra carece de atractivo popular. Es sólo para lectores sofisticados y entendidos de obras de arte. Su problema es universal y no se limita a Sudáfrica. El encuadre geográfico e histórico de la obra vuelve aceptable su publicación. Sólo lo leerán los intelectuales”, leyó Coetzee al repasar los informes redactados por sus propios censores durante el Apartheid. El auditorio, por su lado, se llenó de risas.

Sin embargo, para este habitante supremo de la república de las letras, el asunto con la censura está claro: cuanto más cambian las cosas, más iguales permanecen. La infancia de Jesús, por lo tanto, puede leerse como un retrato sarcástico de cierta fantasía contemporánea, compartida por hombres y mujeres muy benevolentes y en puntos muy desarrollados y progresistas del mundo —la clase de personas que jamás censurarían nada—, convencidos de que no quedarán diferencias, por triviales o dolorosas que resulten, incapaces de resolverse pacíficamente a través de la retórica del entendimiento y la igualdad.

¿Pero qué tal si eso no fuera posible? ¿Qué tal si ese enorme caudal de voluntarismo y “buena onda” encallaran en la infantilización siniestra de una sociedad dispuesta a conformarse con la neutralidad y la insatisfacción? Tal vez Coetzee sí sea un premio Nobel de 73 años algo superado por “ideas personales que se superponen a la densidad narrativa de sus personajes”, como dijo un crítico en Los Angeles Times, pero al menos sigue pensando y escribiendo acerca del mundo en el que vive. Un mundo que le dio a su trabajo todo lo que podía darle pero también un mundo plagado de “zombies benevolentes” dispuestos a condenar gritos demasiado oíbles de inconformismo. Coetzee sigue dispuesto a presentarles batalla ////PACO

Hay que matar a Tinelli

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Los hechos narrados suceden en un futuro no muy lejano.

1

Lunes. Nueve de la mañana. Interior.

Hay amistades que surgen a pesar de la misma infinidad de rasgos que deberían hacerla imposible. No se trata exactamente de cuestiones como la edad –aunque la edad es uno de esos rasgos– sino de una suma de factores que, a falta de una mejor descripción, podrían llamarse disposiciones espirituales.

Sobre el sexo, sin ir más lejos, pueden leerse y escucharse infinitas definiciones biológicas, filosóficas o sociales. Pero, al final, el sexo es lo que la mercadotecnia necesite que sea en un determinado momento de su historia, que es la historia de la disponibilidad material para explotarlo. El sistema funciona así desde hace doscientos veinte años.

Convengamos que si alguien particularmente naïf –y ese adjetivo incumbe a todos, excepto tal vez a Giorgio Agamben– intenta definir qué es la amistad, es inevitable que termine diciendo imbecilidades.

Por mi lado, siempre creí que la amistad era un fenómeno psicológico excepcional.

Y no estoy usando la palabra excepcional en el sentido en el que las madres primerizas llaman excepcional al souvenir del un cordón umbilical de su primer hijo envuelto en pequeño cofre de papel, sino excepcional en el sentido en el que algo puede alterar profundamente una cadena seriada de eventos en el tiempo y el espacio.

Atención.

Esto es lo que los guionistas más tradicionales del cine de terror suelen llamar construcción del clímax.

2

Martes. Tres de la madrugada. Interior.

Marcelo Tinelli tiene un patrimonio declarado de sesenta millones de dólares. Eso incluye propiedades en Argentina y en el extranjero. Campos subvaluados por el fisco. Autos importados. Pero, sobre todo, una productora televisiva, musical, teatral y deportiva que había exportado durante años programas –que él llamaba productos– a toda Latinoamérica.

Calculen la cifra real de todo lo que no está declarado a su nombre.

El poder de penetración en la opinión pública no tiene una cotización exactamente económica. Se trata de un valor de cambio político que multiplica su potencial a razón de cada punto de rating.

Medido entre la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, cada punto de rating actual equivale a cuarenta y un mil ochocientos veintiún hogares.

Son números.

Lo importante es que, como objetivo, Marcelo Tinelli había comenzado su indeclinable caída desde la cima del rating en el año dos mil doce.

La recomposición neuronal de sus víctimas demoraría décadas.

3

Miércoles. Once de la mañana. Interior.

Esa amistad inevitable y profunda entre dos hombres se llama hermandad. “Una vez más a la brecha, queridos amigos”, y todo eso con lo que vibran las salas del teatro isabelino. Aunque mi amigo, mi hermano, prefería ubicarse en algo que con voz marcial siempre llamó un teatro de operaciones.

La historia de cómo nos conocimos implica una breve descripción personal.

Algo que él llamaría ambientación.

Teníamos un punto de convergencia: la frustración de no haber llegado a convertirnos todavía en lo que queríamos.

Una vez le pregunté qué me deparaba el futuro.

Me dijo:

Vas a vivir cubierto de gloria.

4

Jueves. Cinco de la tarde. Interior.

Si alguna vez pisaron un canal de televisión, habrán visto a la gente corriendo por distintos pasillos. A excepción de quienes trapean los pisos y aspiran los camarines, el resto de lo que ocurre en un canal de televisión se confecciona en esa red de unidades colonizadoras de la conciencia llamadas productoras.

Endemol.

Dori Media Group.

Ideas del Sur.

Pueden sonar como pequeñas y medianas empresas –algunas, yo lo sé muy bien, lo son–, pero la mayoría son aliadas estratégicas de los más grandes emporios mediáticos del mundo. Y no estoy usando la palabra emporio en el sentido en que Industrias Kaiser Argentina se fusionó con Renault para construir el Torino, sino emporio en el sentido en que Mickey Mouse es el representante de una multinacional de capital concentrado como la Walt Disney Company. Empresas que teledirigen la infancia, la adolescencia, la adultez y la ancianidad de todos los habitantes del planeta desde los últimos cien años. Empresas responsables de irradiar o extinguir según sus necesidades los golpes de estado, las revoluciones y los avances tecnológicos que les resulten más cómodos.

Ante ese panorama, un simple y estúpido programa de televisión más no debería representar nada trascendental.

Sin embargo, ninguna de esas productoras quiso aceptar nunca, ni una sola vez, ni siquiera para un piloto, mi trabajo como guionista profesional.

Por lo tanto, yo pertenecía a esa subespecie global, lastimosa y errante que son los guionistas desempleados.

Mi amigo, en cambio, vivía bajo la sombra de no haberse convertido nunca en un alto dirigente de la organización política –él la llamaba la orga– en la que había militado desde adolescente.

Primero fueron algunas desviaciones pequeñoburgueses menores. Cuestiones enteramente doctrinarias ante las que pudo imponerse en cuanto lo colocaron al mando de un comando armado.

Ese contacto con las armas –él decía losfierros– lo mantuvo entretenido. Aunque después tuvo ciertas diferencias con lo que él llamaba laConducción.

Permítanme acelerar un poco eso que los guionistas de la vieja escuela suelen llamar composición de espacio y lugar.

El cierre definitivo de su carrera de dirigente político llegó el veintinueve de octubre del año mil novecientos setenta y siete. Precisamente cuando un sargento del Batallón de Comandos Seiscientos Uno le disparó una bala de FAL calibre siete sesenta.

Esto es lo que en las escuelas de guión, que producen más latrocinios que los talleres literarios, se llama giro inesperado.

5

No me interesa si no creen lo siguiente: nuestro primer contacto fue por Twitter.

Yo escribía un guión en forma de líneas sucesivas de ciento cuarenta caracteres –proyecto al que todos mis colegas no dudaron en calificar de pavorosa estupidez– cuando comencé a recibir unos mensajes extraños.

El mismo remitente enviaba frases sobre política argentina a las tres cero dos de la madrugada, después a las tres cero cuatro, a las tres cero cinco, a las tres cero siete y así, durante intervalos de uno o dos minutos, hasta las siete u ocho de la mañana.

No estaba en posición de juzgar a mis lectores, en especial porque él era el único. Así que le escribí algunas líneas disuasivas y las envié a lo que parecía ser su dirección de correo electrónico.

Lo único que me pidió fue que respetara su decisión de no darme más detalles que los necesarios.

6

Después de su segundo divorcio, Marcelo Tinelli se mudó a la torre Le Parc Figueroa Alcorta con sus hijas. Durante los meses siguientes a la separación, e incluso mucho después de que su segunda ex esposa recibiera su propia cuenta off shore a cambio de silencio, los fotógrafos de las distintas revistas de chimentos montaron eso que en la jerga del amarillismo profesional se llama guardia periodística.

Desde el año dos mil doce, Marcelo Tinelli existía como una parte aburrida de la rutina de los paparazzis. Todo lo que hacían era esperarlo los fines de semana frente al edificio donde vivía y disparar sus cámaras.

Cuando conocí a Franco Magnello, Marcelo Tinelli se movilizaba en un viejo sedán BMW 545. A veces, en una camioneta BMW X5. Recuerdos de una época a la que los malos guionistas de cine bélico gustan llamar glorias pasadas.

A veces Marcelo Tinelli salía del edificio caminando, como parte de un arreglo privado con determinados tabloides en los que todavía le interesaba figurar. A veces lo hacía acompañado de una manera calculadamente espontánea por todos sus hijos.

En nuestro primer plan llegamos a obsesionarnos con el problema de una visión clara y una distancia correcta. Se suponía que yo iba a hacerme pasar por un fotógrafo, después iba a montar una falsa guardia periodística y después iba a disfrazar con la carcasa de un lente de mil doscientos milímetros Nikkor el cañón de una AK–47S.

No era sutil, pero era efectivo.

Con una cadencia de tiro de seiscientos disparos por minuto, la misión habría podido cumplirse sin ningún problema.

Pero a último momento cambiamos de idea y terminé vendiéndole el lente a un paparazzi. Me dijo que con algo como eso ya no iba a ser necesario que fuera hasta los casamientos para hacer los álbumes de fotos. Ahora lo usa para robarles imágenes en ropa interior a todas las celebridades que se le aparezcan a treinta cuadras de distancia.

7

Si el odio fuera improductivo, sería tan inútil como el amor. Y no estoy proponiendo el tema a debate. Estoy haciendo lo que un buen guionista de cine de suspenso suele llamar una afirmación tajante.

Mi amistad con Franco Magnello no podría haber sido más firme si no hubiera surgido de una mutua necesidad de odiar. ¿O creían que es el amor lo que genera grandes cambios?

Nuestro primer encuentro fue en el café La Paz, en la esquina de Corrientes y Montevideo.

Él lo llamó una cita, pero no de la manera romántica en la que los malos subtitulados panameños se refieren a una cita en el canal Space.

Yo tenía que pararme en la puerta con un diario La Nación bajo el brazo. Después entrar por la puerta principal. Caminar hasta el baño. Detenerme cerca de las cajas y salir. Recién entonces se suponía que podía entrar otra vez y ubicarme en alguna mesa cerca de la ventana.

Franco Magnello era exigente con este protocolo. Decía que era para despistar a quienes pudieran seguirme. Él decía caminarme.

No sé qué hubiese dado yo por tener a alguien que realmente me siguiera.

Al mes de intercambiar mensajes, nos encontramos.

Viernes. Once de la noche. Exterior.

Nunca nos habíamos visto y él había sido muy enfático en no enviarme su fotografía (creí que, si no llegábamos a vernos jamás, al menos habría podido llegar a divertirme haciendo la descripción detallada de su aspecto en alguno de esos guiones que las productoras rechazaban).

El primer rasgo de hermandad es reconocerse de inmediato.

Con Franco Magnello fue mucho más sencillo de lo que me había imaginado.

Franco Magnello usaba pelo corto y patillas largas y oscuras. Tenía puesta una campera oscura de cuero con forro escocés y una camisa demasiado ajustada al cuerpo. Voy a decirlo del modo en el que lo haría un pésimo guionista de películas románticas: se notaba que la suya no era una cuestión de moda sino de ancianidad.

Tampoco pude dejar de notar que su cabeza estaba entera.

Había algunas cicatrices, aunque no parecía notarse ninguna prótesis reconstructiva.

Me gustó que no quisiera darme uno de esos besitos patéticos que empezaron a darse los hombres a finales del siglo pasado, ni que probara la formalidad obvia de darme un apretón de manos. Apenas sugirió una palmada en la espalda y dijo que quería tomar otro café.

Cuando vos sepas qué querés tomar, dijo, pedíselo al mozo.

Lo dijo con una voz que insuflaba confianza. Y no estoy hablando de confianza en el sentido en que los curas pedófilos confían en los abogados episcopales, sino confianza en el sentido en que Vito Corleone le delega todas sus facultades a su hijo Michael en El padrino.

Le dirigí una mirada recia al mozo y pedí otro café para él y un jugo de naranja exprimido sin azúcar para mí.

Franco Magnello fue directo. Necesitaba a alguien dispuesto a hacer un sacrificio en nombre del futuro. No dijo ni la patria, ni los argentinos, ni la nación.

Dijo el futuro.

A mi gusto, el futuro era un concepto demasiado transnacional y globalizador como para ofrecerle un sacrificio. En otras palabras, me encantaba.

Soy absolutamente pesimista respecto a las posibilidades de un cambio real en la sociedad, así que trato de imaginar que el único cambio posible debería llegar del único sistema de pensamiento que cooptó con éxito a las masas: el Mercado.

Supuse que el silencio sepulcral de Franco Magnello significaba que iba a escucharme.

Por supuesto, dije, desde hace casi cuatro décadas la categoría de ciudadano dejó de existir. Pero los consumidores sí existen. Y con el tiempo van a saber que son propietarios del sagrado derecho a reclamar que se cumpla aquello por lo que pagan.

Franco Magnello tragó su café de un sorbo, mirando de a ratos por la ventana.

Para el inconsciente colectivo, dije, la democracia funciona como un contrato. En vez de billetes se dan votos y en vez de proveer un soporte material para las instituciones republicanas, se provee un servicio de administración de los bienes del Estado. Si ese sistema de intercambio entre los electores y los funcionarios se perfeccionara, se generaría la misma relación armoniosa que existe entre los clientes y las empresas.

Lo tenía todo muy ensayado. No era la primera vez que intentaba impresionar a alguien con la clase de discursos que en cualquier laboratorio de guión político llamarían nihilistas.

La única diferencia fue que Franco Magnello me escuchó interesado.

No va a haber revoluciones armadas de ciudadanos, dije. Va a haber revueltas de clientes ante las mesas de reclamos.

Por supuesto, no le dije a Franco Magnello que mi vida, hasta ese momento, había sido la síntesis más literal de todo lo que pudiera encerrar la idea de vivir ante una larga mesa de reclamos.

8

Sábado. Ocho de la mañana. Interior.

Durante el año dos mil trece, Marcelo Tinelli comenzó a reducir los gastos de su productora y giró la mayor parte de sus divisas a cuentas off shore. El plan era vivir de los intereses.

Fue el comienzo de una etapa que él mismo recordaría como terrible.

Para quienes nunca conocimos el éxito, la idea de perderlo no parece tan grave. Para alguien que lo pierde de un modo tan gradual, el cuadro es aterrador. Y no estoy usando la palabra aterrador en el sentido en que los críticos de cine describen el histrionismo de Harrison Ford en La guerra de las galaxias, sino aterrador en el sentido en que todo lo sólido comienza a desvanecerse en el aire.

Franco Magnello tenía eso que en los malos subtitulados de HBO llaman un buen punto: nuestro objetivo había pasado por una larga etapa de desgaste y se había vuelto más vulnerable.

¿Vos leés los diarios?, me preguntó una vez.

Le dije que no, que jamás, que había muchas mejores formas de perder el tiempo.

Hacés bien, dijo. Hacés muy bien.

9

Sábado. Diez de la noche. Interior.

Una estructura revolucionaria es insostenible. Tengo mejores razones que cualquiera para saberlo, dijo Franco Magnello, mirando hacia la avenida Corrientes.

Yo había imaginado una serie de charlas en las que hablaríamos de política después de explorar la clase de temas que en las escuelas de catecismo suelen llamarse trascendentales.

El origen de la vida.

La inmutabilidad del alma.

La existencia de Dios.

Pero Franco Magnello retomó nuestra conversación exactamente en el punto donde yo la había dejado la última vez y dijo:

Una teoría sin contraste empírico es una teoría que no puede existir.

Tres décadas después de haber visto la muerte cara a cara, el comandante montonero Franco Magnello continuaba siendo marxista.

Lo que sí puedo revelarte, dijo, es que el eje lineal del tiempo desaparece cuando los cuerpos se asoman al borde. No te pido que trates de comprenderlo. No podrías.

La linealidad a la que se refería Franco Magnello era la del eje de la sucesión. Creo que cuando los cuerpos se acaban, decía Franco Magnello, el tiempo se convierte en algo muy parecido a una línea de subte en la que es posible bajarse algunas estaciones más adelante o algunas estaciones más atrás.

Esto no es una hermosa metáfora cortazariana sobre la música de Charlie Parker y la sensación de perderse en el tiempo, dijo.

Esto es algo real.

Franco Magnello me contó que cuando la bala de aquel FAL le atravesó la cabeza, cayó en un sueño reparador del que se despertó de inmediato.

No estaba en el Cielo.

Tampoco en el Infierno.

Estaba solo.

No había otros compañeros. No había ancestros. No había celebridades.

Sin embargo, cualquier persona en la que pudiera pensar emergía de la nada. No hacía falta abrir la boca para hablar con ellos, dijo Franco Magnello. Cada uno sabía qué queríamos. Y también sabía qué habíamos querido decir en algún otro momento en el que nunca lo habíamos hecho.

Franco Magnello sonrió y dijo:

No había una sola entidad omnisciente a la que pudiera llamarse Dios.

Después dijo:

Sin embargo, entendí que mi vida necesitaba un giro drástico. No, la bala no me había atravesado la cabeza literalmente. Apenas me rozó una oreja. Pero, en cierta forma, sí había atravesado mi cabeza. A partir de ese momento, mis ideas cambiaron.

Quise pagar pero Franco Magnello se rió en voz alta cuando me vio contando algunos billetes arrugados. Se levantó y dejó un billete reluciente de cien sobre la mesa. No se molestó en esperar el cambio antes de salir.

10

Como todo capitalista consumado, Marcelo Tinelli vivía en el interior de un esquema de costumbres férreas.

Cuando salía en su BMW 545 lo acompañaban en otros dos autos sus custodios. Jamás le había pasado nada, pero Buenos Aires no es una ciudad que recuerde demasiado tiempo a sus ídolos.

Franco Magnello ya había hecho su parte del trabajo: los custodios eran policías retirados, armados con pistolas Bersa calibre cuarenta. Cumplían turnos de dieciséis horas por día, excepto los domingos, cuando Marcelo Tinelli viajaba solo para instalarse en su estancia en Baradero.

El BMW 545 tenía todos los cristales blindados.

Pero gente más poderosa que él había sido secuestrada o asesinada antes.

Franco Magnello podía nombrarme a Juan y Jorge Born, a Pedro Eugenio Aramburu, a Oberdan Sallustro.

Claro que los tiempos habían cambiado.

11

Sábado. Dos de la madrugada. Interior.

Es muy probable que dentro de muy poco salga a la luz un informe que ahora circula como información confidencial, dijo Franco Magnello. Es un descubrimiento en el que está trabajando el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Una plataforma televisiva para la emisión de Ondas Neurodegenerativas de Trasmisión Radial. ONTR.

Franco Magnello insistía en que leer diarios era inocuo. La información circulaba por otros espacios, decía. Otros circuitos que él controlaba con la misma serenidad de un viejo domador de leones. La nuestra todavía es una época de negocios y descubrimientos, dijo Franco Magnello. Claro que no estaba usando la palabra descubrir en el sentido en que Nicolás Copérnico descubrió el modelo heliocéntrico, sino descubrir en el sentido en que Robert Woodward y Carl Bernstein descubrieron el caso Watergate en Todos los hombres del presidente.

No te asustes, dijo Franco Magnello. La degeneración neuronal no es un proceso realmente fisiológico sino psicológico. Algo así como un gigantesco software cultural.

¿Alguna vez escuchaste hablar de los memes?

Ideas, símbolos y prácticas que se trasmiten de una mente a otra a través de palabras, gestos y rituales.

¿Alguna vez escuchaste hablar sobre socios que te traicionan?

Franco Magnello miró lo que un pésimo guionista de ciencia ficción habría llamado mi expresión de sorpresa y dijo:

Los memes son genes culturales.

Las ONTR se emiten en los Estados Unidos a través de la televisión desde el dos mil seis y son altamente efectivas para el control de masas. Lo primero que se hace es instalar un meme. El primer presidente negro, Barack Obama, dijo Franco Magnello. Su triunfo fue un caso exitoso de ONTR y el meme del cambio. Los demócratas jamás volvieron a cometer el error.

Franco Magnello inspeccionó los rincones de La Paz –como si alguien estuviera espiándonos y dijo que las ONTR habían llegado a Buenos Aires, de manera absolutamente confidencial, en julio del año dos mil ocho.

Sólo hubo un caso de direccionamiento político exitoso: el triunfo de Francisco De Narváez en junio del año dos mil nueve.

A excepción de ese caso, dijo Franco Magnello, su uso siempre fue publicitario. Una publicidad más vil que la tradicional y que la no tradicional porque las Ondas Neurodegenerativas de Trasmisión Radial se propagan entre televidentes sin discriminar género, ni edad, ni nada.

Tengo experiencia en estas cuestiones, se enorgulleció Franco Magnello. Para mí, la planificación de una acción de ajusticiamiento no es ninguna novedad.

Considerando que estaba retirado desde mil novecientos setenta y siete, no me pareció inoportuno preguntarle si había tenido alguna oportunidad de perfeccionar sus tácticas de guerrillero urbano.

Franco Magnello me pidió que mirara la borra todavía tibia de su café y dijo que las lecciones más importantes de combate no se aprendían en ningún campo de entrenamiento palestino o cubano, sino en cualquier oficina de Puerto Madero.

Recuerdo la cadencia melancólica con la que pronunció la palabra combate porque después dijo:

El primer paso es saber lo que queremos. La determinación y la voluntad son una bendición agnóstica.

En ese momento sentí lo que en las más arcaicas escuelas de guión se llama un estímulo impulsor.

Franco Magnello sabía cómo convencer.

12

Como todo guionista frustrado, yo vivía rigurosamente al tanto de esa nebulosa insípida que los guionistas confundidos llamamos los trabajos de los colegas.

Algunos se habían convertido en ghostwriters de libelos malos pero de ventas aceptables bajo la excusa romántica de que genios como Mozart también había escrito partituras anónimas a pedido. Otros se habían convertido en biógrafos efectivos bajo pedido de las grandes editoriales.

Franco Magnello podía explicarme la historia detallada de las Ondas Neurodegenerativas de Trasmisión Radial, pero en lo que tuviera que ver con el mundo editorial moderno, todavía creía vivir en los tiempos de Boris Spivacow y el Centro Editor de América Latina.

¿Tus contactos con esos editores no podrían servir para escribir una biografía de Marcelo Tinelli?

Franco Magnello estaba sentado en una mesa de La Giralda.

Nuestro protocolo de seguridad se había reducido a un simple preaviso de diez minutos antes de cada cita, que a su vez se habían convertido en una permanente actualización de su mapa porteño. Yo había hecho mis propias averiguaciones. Ni el café Lorraine ni La Cubana seguían existiendo en la avenida Corrientes. Tampoco había boxeo en el Luna Park y ni los adoquines que él había pisado en su mejor época seguían ahí. Pero me parecía de mal gusto mencionarlo.

Ya casi no camino por esta avenida, dijo Franco Magnello. Jugaba con el pequeño llavero de una marca inglesa de autos. Dijo también que el polarizado de los cristales de su propia camioneta alemana era demasiado oscuro como para que se esforzara en mirar. Cuando pienso en esa época, dijo Franco Magnello, a veces siento impulso tan paternal. Como si necesitara adoptar y proteger a todos mis viejos compañeros.

Franco Magnello repitió la pregunta:

¿Podrías usar tus contactos para escribir una biografía de Marcelo Tinelli?

Yo no tenía contactos en el mundo editorial. Pero podía intentarlo. Hacía un tiempo, un editor se había interesado en mi adaptación de un guión televisivo sobre un adolescente cuya primera línea era:

Mi mama siempre fue depresiva; desde que nací, la veo en camisón”.

Algo bastante autobiográfico pero que había funcionado en algunos teatros under. Yo no había ganado mucho más que eso que los guionistas sin talento llaman prestigio, pero alguien de los grandes monopolios editoriales se había enterado.

El proyecto había quedado interrumpido, pero todavía tenía el teléfono de aquel editor.

Las biografías de los personajes exitosos, en definitiva, seguían siendo una oportunidad privilegiada para que los lectores se desvincularan de sus propios anhelos y se conformaran con la acumulación infinita de productos relacionados con quienes realmente lo habían logrado. Tal vez un nuevo ebook sobre aquel lord mediático caído en desgracia funcionara. En definitiva, el género híbrido de la autoayuda había migrado rápido hacia el nuevo género ansiolítico y hoy todos disfrutaban más leer sobre un fracaso ajeno antes que cambiar el propio.

Hice un índice tentativo de los temas que podría abarcar una biografía profunda de Marcelo Tinelli –la genialidad de Franco Magnello consistió en notar que nadie la había escrito todavía– y lo envié a dos editoriales.

Quince días después, estaba sentado en el despacho del Director de Publicaciones para Latinoamérica de la editorial más grande en Buenos Aires.

13

Domingo. Tres de la tarde. Exterior.

Franco Magnello me citó para pulir detalles en el nuevo Politeama. Nuestro cruce de correos electrónicos y mensajes en Twitter era caudaloso.

A veces, incluso, ligeramente infernal.

Franco Magnello tenía el aspecto físico de cualquier hombre pálido y cansado que había vivido demasiado, aunque el brillo en sus ojos azules le daba cierta distinción de época. Joven, aunque a punto de cumplir sesenta y nueve años.

Aunque me había advertido que no lo hiciera, intenté hacer un poco de eso que los guionistas de historias policiales suelen llamar tareas de inteligencia. No me sorprendió mucho descubrir que Franco Magnello era un empresario acaudalado. Había hecho buenos negocios en áreas de tecnología, servicios e infraestructura durante los últimos quince años.

Incluso tenía algunas inversiones importantes en medios.

Ah, y tampoco tenía una oficina en Puerto Madero: tenía un edificio entero.

Pero ahora estaba ante mí.

¿Qué ganaría haciéndote escuchar mis historias truculentas sobre algo que hoy sería tan absurdo como proponerse erradicar el gusto burgués de la Coca–Cola?

¿Por qué debería depositar en tus manos, decía Franco Magnello, la vela ardiente de un velatorio político que no te corresponde?

Sostenía un cigarrillo apagado con la mano derecha y buscaba un encendedor con la izquierda. He visitado a algunos de mis antiguos compañeros, dijo. Pero los sobrevivientes están bajo el yugo de esa suma de trivialidades cotidianas que hoy se aceptan como forma de vida.

Los dos o tres compañeros que no se habían casado, ni tenido hijos, ni trabajaban como empleados de cuello blanco, dijo Franco Magnello, se convirtieron en individuos demasiado grises como para perder tiempo con el futuro.

Franco Magnello me miró a los ojos y dijo:

Nada de eso importa porque la Historia se va a rescribir cuando cumplamos nuestra misión.

Sonreí por cortesía. Le pregunté a qué se refería.

Me refiero a que la historia va a reescribir todas sus coordenadas. Las siglas «a. de C.» y «d. de C.» van a dejar de significar «antes y después de Cristo», dijo Franco Magnello, para convertirse en «antes y después de Conocernos».

El mozo dejó la cuenta sobre la mesa.

Me pareció una descortesía pedirle a mi amigo que pagara su café.

14

Cuando uno idealiza un objeto, termina por ubicarlo en una dimensión difusa. Una dimensión en la que el objeto pierde su realidad. O al menos los rasgos indispensables para considerarlo real.

Mi breve paso por la televisión me dejó una lección: esa gente existe.

Debajo del maquillaje y de los vestidos y de las corbatas de canje; debajo de las siliconas y de todos los hilos injertados por los cirujanos plásticos, las personas de la industria del espectáculo son reales.

Marcelo Tinelli, por ejemplo, no era petiso como el resto de los que trabajan en la televisión, pero en persona tenía esa clase de arrugas de expresión que ni los iluminadores más esmerados del cine porno en Hollywood logran disimular en un primer plano.

Martes. Tres de la tarde. Interior.

Oficina privada de Marcelo Tinelli. Cinco televisores encendidos. Café humeante sobre el escritorio. Todos los gestos de alguien sin tiempo que perder planificando los puntos que bajo ningún aspecto podrían tratarse en su biografía.

¿Querés tomar algo?

El gran terrorista neuronal del país, el primer propagador masivo de Ondas Neurodegenerativas de Trasmisión Radial, el enemigo de mi amigo, me preguntaba si queríatomar algo.

Para sentarme frente a él había tenido que llamar a dos voceros que ni siquiera se conocían entre sí, al relacionista público de lo que quedaba de su productora, y después combinar días y horarios con meses de anticipación sólo para que esos días y horarios mutaran diez veces antes de concretarse.

Esa larga cadena de intermediarios había resultado más aceitada que lo habitual porque Marcelo –su vocero más obsecuente lo llamaba así: Marcelo– tenía curiosidad por conocer al tipo que escribiría su vida.

¿Querés tomar algo?

No hay guionista de programas infantiles que ignore que está prohibido responder una pregunta con otra pregunta. Pero yo quise demostrarle rápido cuál sería el tenor de nuestra relación.

¿Usás chaleco antibalas?

Nunca le confesé a Franco Magnello que ese instante en el que nuestro objetivo se volvió real –tanto que podía sentir su perfume Polo Ralph Lauren– había estado dando vueltas en mi mente durante meses.

Tampoco le confesé que la reacción de Marcelo Tinelli ante mi ataque no tuvo nada que ver con lo que yo había previsto.

Lo único que hizo fue reírse.

15

Las primeras entrevistas fueron ásperas y no tuvieron otra función que esa que los malos guionistas de una sitcom llamarían romper desesperadamente el hielo.

Apenas recuerdo que la infancia del objetivo era un rejunte de anécdotas resecas de toda originalidad ligadas a un terruño intrascendente de las afueras de Buenos Aires.

Nuestros siguientes encuentros, dijo Franco Magnello al revisar mis apuntes, sin duda se volvieron más productivos.

A la historia menor de su paternidad, que era exactamente idéntica a la paternidad de cualquier otro hombre, se le habían ido sumando algunos detalles que Franco Magnello se ocupó de catalogar como revelantes para el éxito del operativo.

Sus hijas tenían autos que la prensa ya no se había molestado en conocer (un viejo Volkswagen New Beetle Advance 2.0 azul y un Mini Cooper Dot 2.5 blanco perla), dos viejas niñeras que ahora funcionaban como sus personal shoppers y un régimen hermético de salidas y entradas al edificio donde vivía su padre.

El objetivo tenía una vida personal aburrida y sus hijos ya no lo necesitaban.

Había dejado de viajar por placer y sólo se instalaba en Punta del Este o en Miami para distintas apariciones programáticas en la prensa argentina.

En lo que se refería a su propia seguridad, los márgenes de acción eran reducidos. El objetivo no salía de su departamento a menos que necesitara supervisar algún negocio.

Excepto en el año dos mil once, cuando tuvo algunos encuentros furtivos con otro hombre en la Imperial Suite del Faena Hotel –información que, por supuesto, me había confesado entre lágrimas para que jamás saliera en su biografía–, el resto de sus amantes era un coro estable de vedettes fuera de circulación.

El problema era que las recibía en una oficina especial de su productora. Un espacio de cuarenta metros cuadrados con muebles de estilo francés, paneles de insonorización grises y cortinas de terciopelo negro alrededor de una cama king size.

La brecha de seguridad se volvía, en términos de Franco Magnello, inviolable.

Te muestro esto como gesto de confianza, me había dicho el objetivo. Como siempre les digo a los periodistas cuando los traigo hasta acá, esto es un estricto off the record. No es para que lo cuentes.

Y por último, el objetivo solía agregar:

Mi productora siempre tiene espacio para los buenos guionistas…

Después de los cincuenta, toda la creatividad de Marcelo Tinelli se había focalizado en distintos aspectos empresariales del fútbol y en las distintas instancias de su práctica.

Nuestro objetivo, dijo Franco Magnello, es un burgués típico. Y no estoy usando la palabra burgués con el sentido militante que Jean Paul Sartre usó para satirizar a los burgueses, sino burgués en el sentido parasitario que Charles Chaplin retrató asqueado en Tiempos Modernos.

Un tipo enlodado en la monotonía de una existencia de empresario melancólico en la que todo tenía que pasar por el filtro sobreactuado del humor.

16

Miércoles. Once de la mañana. Interior.

Ya me había contado la aburrida historia de sus tatuajes y me había confesado off the record que desde hacía diez años era portador de–ya–sabés–qué (aunque yo no–supiera–ni–me–interesara–saberlo).

Después de casi cuatro meses de reuniones cada lunes, jueves, sábado y domingo, en su oficina y en su casa, para el objetivo me había convertido en eso que los malos redactores de la paleolítica prensa gráfica llamaban un confidente.

Sus custodios habían dejado de revisarme y una de sus hijas –la más fea– se había reído con su marido al oírme inventar una anécdota amorosa falsa a cambio de una anécdota real de su padre. Sólo por eso, me dijo el objetivo, sólo por esa clase de halagos naturales de sus hijos, dijo, habían nacido las carreras de muchos famosos comediantes argentinos. Lo demás siempre fue mi capacidad para reciclar formatos.

Intenté volver al tema original de nuestra discusión, que había sido la política.

Siempre se ha vinculado a tu productora con cierto servilismo político, dije.

Cualquier guionista de cine dramático sabe que una pregunta formulada de ese modo es lo que suele llamarse un atentado descarnado contra la dicción de un actor profesional.

Pero al objetivo le fascinaba sentirse interpelado por lo que a veces llamaba un intelectual.

En este país, dijo después de pensar un poco, podés fumar adentro de una garrafa. Sonrió complacido con su propio chiste y volvió al tema de los comediantes.

Insistió en que anotara la lista.

Todos pertenecían al siglo pasado y habían ido cayendo, como dirían los malos guionistas de telenovelas, en desgracia.

Y no estoy usando la palabra desgracia en el sentido en el que uno describiría el lento invierno artístico de Ingmar Bergman, sino desgracia en el sentido en que una carrera como la de Paul Reubens se derrumba para siempre.

Respuestas como esa de la garrafa ni siquiera eran espontáneas. Según los informantes de Franco Magnello, el objetivo tenía asignado un equipo especial de guionistas con la tarea de suministrarle frases ingeniosas. El objetivo consideraba que era importante impresionarme.

17

Jueves. Doce del mediodía. Exterior.

Franco Magnello dijo que la Historia Universal era como una larguísima cinta de Möbius. Un objeto no orientable, con un solo borde y que sólo en apariencia tenía dos caras.

Si alguien se desliza hacia la derecha sobre una cinta de Möbius, dijo Franco Magnello, al dar una vuelta completa aparecerá siempre sobre la izquierda.

Todos nos deslizamos a lo largo de esa cinta de la Historia Universal.

Siempre se trató de una evolución, dijo.

Como en la cinta de Möbius, la evolución es una revolución lenta pero inevitable.

Nuestro error fue no haberlo entendido antes, dijo Franco Magnello, acomodándose una y otra vez en la silla. Al no haberlo entendido, quisimos precipitar el proceso revolucionario y fallamos. Cuando hayamos cumplido nuestra misión, dijo Franco Magnello, no habremos dado un paso hacia una evolución de las armas, sino hacia una revolución del pensamiento.

Cuando Franco Magnello me sometía a esos lúcidos destellos de lirismo guerrillero, me sentía orgulloso de ser su amigo.

18

Marcelo Tinelli se sorprendió cuando le pregunté acerca de las Ondas Neurodegenerativas de Trasmisión Radial.

No sé de qué estás hablando.

Al objetivo le gustaba tutearme. Como si yo fuera uno de esos millones de televidentes que él, dijo, siempre había sentido como se siente a un amigo.

Ondas Neurodegenerativas de Trasmisión Radial, dije. ONTR.

En serio, insistió el objetivo, no sé qué es eso. El éxito que tuve siempre fue por mi manejo dinámico de los formatos.

Previendo esta situación, los informantes de Franco Magnello me habían confeccionado una lista cronológica de operaciones bancarias por las distintas piezas que Marcelo Tinelli había comprado para montar el sistema de ONTR. Eran pagos millonarios, muchos de los cuales nunca se habían completado. No quise dilatar el momento jugando al detective salvaje.

En julio del año dos mil ocho, dije, tus programas comenzaron a emitir Ondas Neurodegenerativas de Trasmisión Radial. Tengo entendido que sólo fue por motivos comerciales.

El objetivo hizo una mueca de incomprensión.

Algo que sus guionistas jamás habrían previsto.

Por favor, dijo Marcelo Tinelli, eso no existe.

El objetivo llevaba puesto un traje claro. Se aflojó el pañuelo de seda azul que usaba como corbata y dijo al fin:

Hace unos años quise montar un negocio. Fue mi error, lo reconozco. Alguien que llegó hasta mí recomendado. Por gente de arriba, quiero decir. Y también por varias personas del ambiente. Era un tipo muy insistente. Muy… particular.

El objetivo puso dos dedos en ve sobre uno de sus hombros y dijo:

Ya sabés a qué me refiero con gente de arriba. Creo que fue un ministro el que me empezó a hablar de él. Eran socios, creo. Nunca quise averiguar demasiado. Cuando me reuní con el tipo, me dijo que necesitaba un inversor para revolucionar la tecnología de medios. Acababa de ganar una licitación nacional y necesitaba mucha guita para aterrizar en el negocio.

El objetivo verificó que nuestra charla estuviera grabándose y repitió que ahora estábamos hablando en estricto off the record, otra vez.

Hice lo único que me pareció más equilibrado para dejar contentos a todos. Nunca… Nunca quise tener problemas con la clase política.

Marcelo Tinelli cruzó las piernas sobre el sillón y con una voz muy seria dijo:

No es bueno para ningún negocio.

Así que me ofrecí a financiar parte de la inversión una vez que me mostraran los resultados. Pero nunca hubo resultados. Era todo una mentira. Así que me retiré del negocio sin pagar nada. ¿Qué se supone? ¿Qué tengo que regalarle guita a cualquier amigo del gobierno?

Una mentira, repetí.

Una mentira, dijo el objetivo. Algo que pasó hace más de diez años.

Después hubo eso que los guionistas más ortodoxos no pueden describir mejor que con el acotado término de silencio de radio.

El objetivo se levantó de su sillón ejecutivo y me pidió que no volviéramos a vernos hasta la semana siguiente. Viajaba a Nueva York.

Siete horas después me llamó una de sus secretarias. Quería decirme que el señor Tinelli nunca había querido ofenderme y que, seguramente, en cuanto regresara a Buenos Aires, podríamos continuar nuestras reuniones como si ningún episodio desagradable como el de esta tarde hubiese ocurrido.

Usted ya sabe cómo es Marcelo, dijo la secretaria. Un poquito calentón. Ah, y no quería olvidarme, dijo, el señor me pidió que lo pusiera en contacto hoy mismo con uno de los directores del Departamento de Televisión de la productora. Estamos buscando guionistas con talento para un nuevo proyecto y el señor Tinelli confía en que usted evalúe una oferta.

Había hablado con Franco Magnello y sabía que el momento de actuar estaba cerca. Imposté la clase de voz que un pésimo guionista cómico llamaría de póquer y dije muchas gracias, señorita. Pero yo soy el biógrafo del señor Marcelo Tinelli, no una de esas bailarinas que decoraban sus programas. Dígale que no se preocupe. Dígale que nuestra conversación sólo tenía como fin la reconstrucción fáctica de su vida. Dígale que nada de lo que ocurrió esta tarde va a afectar mi trabajo.

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Viernes. Diez de la noche. Interior.

No había mayor conflicto ideológico ni desobediencia doctrinaria, dijo Franco Magnello, que la súbita toma de conciencia revolucionaria.

Eran cambios tan imprevisibles, en aquella época.

Nueve horas después de su última operación en la orga, cuando el boletín revolucionario con el parte de las acciones ya estaba impreso y las compañeras del ala de Difusión y Prensa se preparaban para distribuirlo, tres agentes del Batallón de Comandos Seiscientos Uno, vestidos de civil, tocaron la puerta de su departamento.

Era un departamento alquilado por la Conducción, dijo Franco Magnello.

Se suponía, dijo, que era seguro.

Pero las súbitas tomas de conciencia revolucionaria eran demasiadas entre los compañeros. ¿Sabés qué dijo el sargento que me apuntaba con el FAL? Dijo que por la misma guita por la que nosotros sobornábamos a un custodio a cambio de reventar a un ejecutivo de YPF, ellos sobornaban a cualquier pichi de Che Guevara para reventar a veinte comandantes subversivos de los nuestros.

Así es como se ganan las guerras modernas, dijo Franco Magnello. Con guita.

Las torturas eran una mentira exagerada. Para asustar.

Recuerdo haber alzado uno de mis brazos cuando escuché cómo cargaban el FAL, dijo Franco Magnello. Con el otro saqué mi pistola cuarenta y cinco y empecé a disparar. No fui el más lastimado del lugar aquella noche.

20

Los días previos estuvieron dominados por esa calma frígida –frígida, no fría– que el Gran Diccionario de Lugares Comunes, ante el que todo guionista se ha arrodillado alguna vez, llamaría tensa.

Franco Magnello se había dedicado a las últimas tareas. Dudaba entre una pistola Ruger veintidós Rimfire y una Ruger Serie–P noventa y cinco. La Serie–P noventa y cinco tenía dos ventajas: balas de nueve milímetros y un excelente silenciador de fabricación casera. Con un tubo de PVC plástico, dos arandelas del diámetro exacto y el tiempo correcto, Franco Magnello me había enseñado a construir silencio donde debían sonar pequeñas explosiones. Lo esencial estaba resuelto: cualquier cinéfilo sabe cómo utilizar un arma.

El resto fueron nuestros últimos mensajes en Twitter.

«Estamos hablando de un verdadero compromiso intelectual con el destino de la Nación.»

Yo los leía mientras aceitaba el brocal y el muelle del gatillo.

«Estamos hablando de algo mucho más concreto que los proyectos de Carta Abierta.»

Mientras practicaba mi técnica para desenfundar.

«Matar a Tinelli es activar la Revolución del Pensamiento.»

«Si hay una deuda, no es conmigo sino con el Pueblo.»

Mi última reunión con el objetivo sería dentro de cuarenta y ocho horas.

21

El objetivo había intentado estudiar Administración en la Universidad Argentina de la Empresa, pero su acercamiento a todo esfuerzo intelectual –por mínimo que fuera– había sido inservible. Nadie que haya formado una empresa desde la nada y luego se haya convertido en un tipo influyente, decía Marcelo Tinelli, estudió nada.

Yo no pretendía que pudiéramos intercambiar detalles sobre los escritos de Anaximandro de Mileto; sólo quiero que conste en su biografía que un hombre de éxito no lee.

¿Sabés qué es ficción?, me preguntó una vez. Ficción no es ningún libro de Asimov, Hoffmann, ni Cheever.

¿Sabés qué es ficción? La amistad femenina es ficción.

Por supuesto, sus guionistas le estaban ofreciendo material de primera calidad.

Lo sabía bien porque yo había escrito esa misma línea hacía unos años. Era parte de un guión bastante innovador para una comedia romántica que en Ideas del Sur habían descartado de inmediato.

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Viernes. Cuatro de la tarde. Interior.

Mi biografía debía quedar escrita y corregida antes de que eso que Franco Magnello llamaba sorpresas insalvables interrumpieran mi ritmo de trabajo.

Doce horas antes de la reunión final con el objetivo, decidí incluir todas esas anécdotas y episodios que Marcelo Tinelli me había pedido que borrara. Me convertí en eso que los buenos guionistas de thrillers digitales llaman un empleado defraudador.

El capítulo se llama «Confesiones».

No me resultaba difícil visualizarlo como el único motivo concreto por el que alguien con más de un dedo de frente gastaría su dinero a cambio de un cúmulo de pasta celulósica recortada, encuadernada y plagada de distintas inyecciones de tinta contando la vida de Marcelo Tinelli. También disponible en ebook.

23

Capítulo Final:

Matar a Tinelli

Tal vez sea el momento de apartarme de la lógica sintáctica del control remoto y concentrarme en algunas nociones básicas del arte del guión.

Esto sólo es un preámbulo al capítulo final de la primera biografía que narra la vida de su protagonista hasta el exacto momento en que es asesinado. Por lo tanto, querido lector, creo que podrás prestarme cinco minutos de lo que quede de tu minusválida atención para saber de qué estamos hablando cuando hablamos de metalepsis.

Figura retórica que consiste en expresar una acción mediante otra relacionada metonímicamente con ella.

El primer disparo traspasó el hígado con una trayectoria descendente frontal, desgarró la vena esplénica en el estómago y terminó alojada en el respaldo del sofá.

Así comenzó a morir Marcelo Tinelli.

Y no estoy usando la palabra comenzar en el sentido en el que Sofía Scicolone comenzó a tener éxito cuando se cambió el nombre a Sophia Loren, sino comenzar en el sentido en que las funciones vitales del aparato digestivo y respiratorio se interrumpen y producen la necrosis isquémica de todos los órganos.

Domingo. Once de la mañana. Interior.

El objetivo estaba en su departamento. Sus custodios ya habían salido hacia la estancia en Baradero.

El objetivo esperaba llevarme con él en su BMW 545 más tarde.

Digamos que el objetivo esperaba varias cosas.

En cierto modo, el primer disparo silenciado de mi Ruger Serie–P noventa y cinco sonó como un reproche por aquel ataque de divismo en su oficina.

Mientras el objetivo se sujetaba el borde superior del hueso de la nariz –el segundo disparo se lo había desprendido por completo–, se lo dije.

Incluso usé la palabra sonó, pero no le causó gracia.

El objetivo quiso gritar.

Digamos que no pudo.

Sí pudo inclinar la cabeza.

Por eso el tercer disparo se incrustó en la meninge intermedia que protege al sistema nervioso central.

El aracnoides.

El objetivo se quedó quieto.

Eso que se llama líquido encefalorraquídeo –algo blanquecino y coloidal– comenzó a ensuciar el sofá.

Los otros doce disparos fueron básicamente anecdóticos.

Tengo entendido que los diarios dedicaron extensos suplementos desplegables con los detalles de lo que compararon con un magnicidio.

También hablaron de la venganza de un guionista despedido de Ideas del Sur.

Por favor.

Esto, querido lector, es lo que los diarios no van a contarte nunca porque jamás estuvieron en el lugar.

Lo que sigue es una exclusiva.

Algo mucho más interesante que las fotografías de un conjunto de viudas revoloteando alrededor de un ataúd vacío mientras esperan cobrar su porción de un lucro de años con el dinero que le había sido prometido y luego robado a Franco Magnello.

Mi amigo dijo que eso pasaría.

También dijo que se ocuparía de mí una vez que las cosas se calmaran. No necesitaba atraer la atención sobre su vida y sus negocios. Por eso comprendo que ahora diga que no me conoce y que jamás me vio o estableció algún tipo de relación conmigo. Comprendo y respeto la decisión de Franco Magnello.

Él es mi amigo.

Aprovecho también la ocasión para agradecerle las ideas rectoras que colaboraron con la escritura y corrección de este libro. Jamás hubiera podido remover las balas del cadáver ni anotar su exacta trayectoria anatómica si Franco Magnello no me hubiera nutrido con su vasta experiencia directa en combate.

También le agradezco haberme introducido a la técnica de disolución por hidrólisis alcalina, un sistema que funcionó maravillosamente bien cuando ubiqué el cadáver del objetivo en la bañera.

Lo ideal para que el proceso no demore más de dos horas son veintisiete kilogramos de presión por pulgada cuadrada. Sin esa presión, la mezcla de hidróxido de potasio y agua a ciento setenta grados centígrados necesita al menos doce horas para reducir el cadáver de un adulto común a un pequeño montón de fosfato cálcico.

Franco Magnello siempre fue un adelantado en los negocios: debido a sus ventajas ambientales, la industria funeraria local tendrá que esperar algunos años más para descubrir que la hidrólisis alcalina es más exitosa que el entierro o la cremación.

Junté lo que había quedado del objetivo con una escobilla y lo tiré en el inodoro. Me hubiese gustado que fuera Franco Magnello en persona el encargado de tirar la cadena y enviar al objetivo a la cloaca.

Resultó un homenaje bastante obvio a todo lo que Marcelo Tinelli había producido en los medios durante décadas. Pero las acciones drásticas, dijo alguna vez Franco Magnello, siempre se conjugan con los homenajes obvios.

«Lo que la policía podría llamar escena del crimen es algo que la Historia podría recordar como un Manifiesto», escribió alguien en un sitio de noticias sobre el caso. Me gusta la frase.

Todo buen guionista sabe que hay dos cosas a las que debe estar alerta: las grandes frases pronunciadas al azar y las últimas palabras de alguien importante cuando no volveremos a escucharlo durante un tiempo.

Nunca le pregunté a Franco Magnello por qué me había elegido. A la distancia, entiendo que la razón mas legítima de su elección no fue política, ni ideológica, ni instrumental. El nuestro fue un vínculo de amistad.

El resto de mi historia, una vez que la policía descubrió el verdadero motivo por el que Marcelo Tinelli había desaparecido, es eso que los guionistas a cargo de cualquier taller de escritura suelen llamar de público conocimiento.

Las cárceles de mínima seguridad, por otro lado, no son tan trágicas ni peligrosas como en las películas.

El editor responsable de mi biografía sobre Marcelo Tinelli le dijo a mi abogado que probablemente sea un éxito cuando se publique.

A mí me dijo que, sin abandonar el registro biográfico original ni las intervenciones de Franco Magnello que yo considere necesarias, agregara al principio una pequeña advertencia, deliberadamente confusa, como para darle a las sorpresas insalvables del texto cierta salida ficcional.

Me recomendó una frase algo trillada, pero Franco Magnello me enseño que, a veces, las concesiones son necesarias para seguir adelante y triunfar. Después de una breve discusión –porque un best seller está obligado a encapricharse para finalmente ceder– accedí a colocar la siguiente: Los hechos narrados suceden en un futuro no muy lejano.

*Publicado en No alimenten al troll de Nicolás Mavrakis, Tamarisco, Buenos Aires, 2012.

Mujeres sin Pelos en la Vagina

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Por Juan Terranova

Eugenio Norambuena Pinto es chileno y reside en Santiago. Ha escrito en los diarios chilenos La Nación Domingo, El Ciudadano, Cambio 21, Diario 30, Dato Sur y Revista La Noche; en Argentina en el diario  La Voz Joven. Tiene un sitio Eugenionorambuena.com.

En el 2009 publicaste el libro de relatos Mujeres sin Pelos en la Vagina, antología de cuentos de la chilena audaz. ¿Cómo se te ocurrió ese título?

La génesis de este libro se gesta gracias al premio “creación literaria” que me otorgó el Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile en la categoría de escritor emergente. Son diez relatos que transcurren a lo largo de Chile y hablan de mujeres audaces y revolucionarias, hembras con carácter y determinación para cambiar el desabrido y castrador destino donde una sociedad machista y conservadora las ha obligado a seguir el discurso Patriarcal predominante. Todos los cuentos tenían en común estas mujeres y la idea del título era captar a ese lector o lectora que es capaz de ir más allá del morbo que puede producir la imagen de aquella frase, una especie de “colador” para descubrir la metáfora: Mujeres sin pelos en la lengua que rompen las cadenas dominantes socioculturales. Pues bien, en un momento de sus vidas, efímero, sin ser el centro del relato, estas mujeres afeitan aquella oscuridad de pelaje, se despojan de la sombra y quedan libres para comenzar la rebelión interna y externa, que las lleva a transformarse en audaces y a marcar referentes. Luego de su publicación, el libro fue seleccionado por el Consejo del Libro para ser distribuido en las bibliotecas públicas del país.

Tus Relatos Carnívoros, ilustrados por Karto Romero, fueron seleccionados en el 2011, entre los cinco mejores libros de cómic publicados en Chile. ¿Qué se siente al ver tus historias en dibujos?

En instantes donde la cultura visual es parte del nuevo alfabetismo, la unión de una gráfica en relación al texto literario me parece una valiosa señal de acercamiento, sobre todo cuando el arte del cómic viene de un talento como el de Karto, uno de los ilustradores más relevante de nuestro país en los últimos 25 años. En mi primer libro el universo dramático que quise investigar fue el de las mujeres, en este, el de aquellos humanos que habitan la marginalidad (prostitutos, transexuales, traficantes, asesinos de torturadores de la dictadura, fetichistas sexuales, etc); esos que no estaban invitados al ostentoso Bicentenario celebrado con bombos y platillos, a donde solo asistieron los bien portados y obedientes al Estado. La conclusión es esta metáfora cárnica, de purulencia y abyección, mezcla de dos géneros, literatura e ilustración, donde se genera una obra verdaderamente contemporánea, registro antropológico y de reivindicación del débil.

El 2012 participaste en la antología de cuentos Hombres Contra la Violencia de Género, editado por la escritora Pía Barros. ¿Cómo fue esa experiencia?

La idea era escribir un relato que hablara sobre la violencia hacia el género femenino. Recogí un chiste de mal gusto que el Presidente Sebastián Piñera lanzó en medio de la Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno en Tuxtla, México, donde comparaba a las mujeres con los políticos:“Cuando el político dice que sí, quiere decir tal vez; cuando dice tal vez, quiere decir no, y cuando dice que no, no es político. Cuando una dama dice que no, quiere decir tal vez; cuando dice tal vez, quiere decir que sí, y cuando dice sí, no es una dama”. Desde esa premisa construí una historia sobre un femicidio cometido mientras en el televisor vemos aquella burla desatinada. Entiendo que Piñera es un tipo burdo e inculto, pero ciertamente escupir algo así en una tribuna mediática y masiva como una cumbre de ese nivel, me pareció esquizofrénico. Sentí la obligación de escribir sobre aquella performance que da cuenta de cómo el Patriarcado ve a las mujeres.

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En diciembre de 2013 publicaste tu primera novela La Fábula de la Evolución, una historia que mezcla religión, política y ciencia ficción. Sobre ella escribiste: “Esta es una novela que nace de una epifanía transmitida por el Canal VH1, una madrugada cuando un video de Fat Boy Slim me mostró la evolución humana en dos minutos. De ahí en adelante, la aventura vino de manera vertiginosa, como si un dulce capítulo de South Park, estuviera pasando por mi imaginario.” ¿Considerás el cine y la televisión como influencias más presentes en tu escritura que los libros ?

El mundo que me rodea es mi más fuerte influencia. Ese universo que me apasiona, emociona y horroriza, lo descubro en la literatura, la música, la televisión, el cine, los documentales, la performance, la pintura, etc. Nunca he puesto una muralla para recibir la realidad, pues no sufro de arribismo intelectual. No le temo a la Cultura Pop. Lo que me seduce son aquellas almas subversivas que exponen la ternura e inocencia del humano, así como las miserias y perversiones, ya sea una travesti del show business o una Nobel como Elfriede Jelinek, lo que busco es el “ser” diferente. Una madrugada estaba viendo VH1 cuando pasó la canción “Right Here Right Now” de Fat Boy Slim. Toda nuestra evolución hasta el día de hoy, desde el renacuajo que comenzó la carrera hasta el obeso adicto al McDonald’s. Lo encontré genial, una cátedra, una crítica social bailable. Esa noche comencé a escribir sobre la evolución humana vista desde una sátira contemporánea de la Biblia. El resultado fue mi primera novela.

¿Existe la censura en Chile?

A mí me censuraron una vez en un diario donde escribía cuentos y fue el último que realicé para ellos. Hablaba del maltrato animal de parte de la policía en las marchas estudiantiles contra el lucro en la educación, protestas masivas que son reprimidas hasta el día de hoy por carabineros sentados sobre caballos. En ese campo de batalla donde las piedras vuelan los más perjudicados son esos pobres caballos que no eligen estar allí. El animal también siente de la misma forma que el humano, sufre, se deprime, se alegra. Ese análisis, donde criticaba a la policía, no fue bien recibido por el diario y no quisieron emitir el cuento, de todas formas publicaron el relato en otro diario días después. Chile es un país doble estándar e hipócrita, donde todo ocurre, pero escondido. Se censura el amor de quienes no son heterosexuales, se mutila a todo aquel que se atreva a ir en contra de la moral católica. El Estado y el Catolicismo están del lado del poderoso y no del débil. Es aceptable que una fotógrafa básica y exhibicionista muestre su vagina en autorretratos, siempre y cuando pertenezca a la élite social, pero se censura y condena, si el discurso viene de la periferia, del sin apellido de alcurnia. Existe ese ánimo de censurar todo aquello que proponga una evolución positiva e intelectual. Hace unos días estaba viendo en el cable, AM: el matinal de Telefé, hablaban de los hijos de Florencia de la V con naturalidad, respeto y ternura, de su esposo, de donde salió el semen que los fecundó, de lo feliz que se veía esa familia. Eso en Chile es surrealismo, verlo en televisión en horario familiar, ciencia ficción. Estamos a un par de horas de vuelo de Argentina y Uruguay, pero a 50 años de distancia. Ser un creador con sentido crítico bajo este panorama, hace que tu decisión sea algo político, de riesgo total, una opción de sentido de vida.

¿Qué es lo más difícil de escribir en un cuento infantil?

En mi caso el lenguaje. Encontrar las palabras exactas para mostrar la vida de un modo no violento pero real. No me interesan las historias del tipo Disney. Los niños se percatan de todo, por eso creo no es bueno aislarlos de la realidad, sobre todo en el mundo de hoy donde internet y la televisión nos han puesto en una aldea global de información. Los niños son críticos, así como pueden ser tiernos también pueden ser crueles al momento de decir verdades, pero desde la sinceridad y la espontaneidad. Creo que las nuevas generaciones dan esa esperanza para creer que el día de mañana este será un mundo más abierto de mente.

¿A qué escritor chileno volvés a releer?

Al dramaturgo Ramón Griffero. “Soy de Plaza Italia” es mi libro preferido de la literatura chilena. Su visión crítica es transversal, desde la marginalidad a la élite. Eso me encanta.

¿A quién votaste por última vez?

Como la gran mayoría en las últimas elecciones Presidenciales no voté. Estoy desilusionado de la clase política chilena. Michelle Bachelet es una señora conservadora disfrazada de progresista. Empaticé un poco con Roxana Miranda, dirigenta social de la clase trabajadora. Me llamó la atención como enrostró injusticias sociales a los candidatos en los debates presidenciales, el resto de la tropa no me identificó para nada, eran más de lo mismo.///PACO

Entrevista con Daniela Katz

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Katz 

Por Juan Terranova

Si ves Viviendo con las estrellas, el “reality” que América emite de lunes a viernes desde las 20.30, seguro conocés a Annalisa Santi. También es probable que la conozcas de antes de la televisión, cuando aparecía en YouTube mostrándose y hablándole a cámara. Pero ¿reconocés a Daniela Katz? Si en Viviendo por las estrellas Annalisa es el Guasón, Daniela Katz vendría a ser Batman. Aunque también podríamos decir que Annalisa es She-Hulk y en ese caso Daniela Katz sería una especie de mini-sexy-Jennifer Walters. Pero antes de seguir perdiéndome en erráticas analogías con superhéroes, lo importante queda en señalar que ambas encarnan dos formas de entender la televisión. Annalisa Santi llegó al horario central del canal de aire después de escandalosos y sensuales videos subidos a Internet (y algunas fotos donde mostraba las tetas). Mientras que Daniela recorrió muchos programas y canales como panelista y conductora. La lista es larga: Marca en zona, Sin Codificar, C5N, Espn, Una tarde cualquiera… Al mismo tiempo su presencia en la web es más bien escasa. (Tiene pocos seguidores en Twitter y su Facebook podría ser el de cualquier chica linda que vive y trabaja en Buenos Aires.) Así, la división parece fácil: si Annalisa es dramática y afectada, Daniela es seria y responsable. Pero ni Annalisa resulta tan tonta ni Daniela está desprovista de sex appeal. De hecho –y aunque no prestara mucha atención– Annalisa estudiaba derecho en la UCA. (No se puede decir lo mismo de la mayoría de los gatos televisivos) Y las fotos y la sonrisa de Daniela resultan elocuentes. ¿Son Daniela y Annalisa dos formas que, sin dejar de ser diferentes, se necesitan? ¿Una especie de ying y yang de la tradición femenina televisada ya no argentina sino mundial? Daniela Katz, la chica inteligente que aparte es linda, respondió a mi llamado con muchísima amabilidad y contestó estas preguntas para RevistaPaco.

¿Qué es lo más difícil de estar en la tele?

Lo más difícil es la exposición. No solo desde el punto de vista de la imagen, sino de lo que decís. Estar parada en el piso de un estudio te condiciona para bien o para mal.

¿Y qué es lo que más te gusta?

Lo que más me gusta es poder expresarme, poder mostrar lo que me gusta. Creo que de todos los formatos que hice hasta ahora este, el de la televisión, fue el que menos disfruté, pero de todas formas siempre trato de encontrarle el lado positivo. Más allá que no sea lo que más me convenza siempre intento encontrarle la vuelta. Cuando acepto algo, lo pienso, lo medito, y si acepto, nunca me arrepiento, salga bien o salga mal.

Si tuvieras tu programa, ¿cómo sería?

Mi programa ideal sería un programa divertido, en formato periodístico pero divertido. Creo que la gente está cansada del formato actual de programa periodístico de ultra paranoia, que no te permite relajarte, donde te despertás todos los días con un asesinato y acostás todos los días con un robo en la cabeza. La gente está cansada de eso. Yo ofrecería algo distinto. Algo relajado sin ser bizarro, tratando de encontrar un equilibrio.

En Viviendo con las estrellas rivalizás con Annalisa.

No es una rivalidad, lo tomo como… Bueno, ella es una chica que está mal. Y se la utiliza para sumar un punto de rating pero, en realidad, lo que necesita es ayuda, asistencia psiquiátrica.

Pero ella de alguna forma encarna lo que la televisión es y lo que la televisión quiere mostrar y lo que los televidentes quieren ver y lo que los televidentes quieren ser. ¿Pensás que se puede hacer, que hay lugar para un periodismo de espectáculos que no sea espectáculo, menos frívolo, más ligado a la información?

Me parece patético que eso se muestre por televisión. Viviendo con las estrellas no es un reality como Gran Hermano con gente que está encerrada en una casa. Está hecho con gente que quiere trabajar en los medios, que quiere consolidarse, y me parece que en ese sentido ella no tiene nada para ofrecer. Lo único que puede mostrar es su cuerpo. Creo que es una elección equivocada porque con el cuerpo… Bueno, lo que se supone que se busca es un conductor, un panelista…

Pero vos sos consciente de que la televisión dice una cosa y después hace otra.

Sí, lo sé, totalmente. Depende del canal, depende del formato. Depende de muchas cosas. Yo no creo que Annalisa pueda tener el lugar que tiene en Viviendo con las estrellas en otro tipo de programa. No la veo como parte de un staff que hable o evalúe lo que pasó en el día. En todo caso, no le aportaría absolutamente nada.

¿Todavía creés, entonces, que se puede hacer un periodismo televisivo de calidad?

Sin duda.

¿En qué pensás cuando pensás en televisión de calidad hoy?

Es una pregunta difícil. No se ve mucha televisión de calidad en estos días. Creo que la calidad está en los formatos que no necesitan de agredir a alguien para estabilizarse o para tener rating, o los programas que producen sus propios contenidos, que no dependen de otros programas. Esos son los programas ideales, al menos para mí, para trabajar. Mañana informales en su momento me parecía genial. CQC es un programa que está muy bien pensando, más allá de que por ahí pueda necesitar alguna otra variante para no ofrecer siempre lo mismo. Pero es un formato con el cual yo me siento más identificada. Con humor, sin solemnidad, miden sus buenos puntos de rating sin necesidad de agredir ni caer en minas en pelotas, hablando mal y pronto.

¿Harías un programa con Annalisa, las dos solas?

Jamás le sacaría la posibilidad de trabajar a alguien. Ahora si yo puedo armar un programa, un proyecto para llevar adelante, obviamente jamás la elegiría, buscaría a alguien más capacitado. Si la eligiera a ella, sería una falta de respeto hacia la gente más capacitada. Haría un programa donde no haya necesidad de agredir. Al final, todo tiene que ver con el talento que vos tengas. Si no tenés talento, tenés que recurrir a otro tipo de cosas que lamentablemente repercuten en lo que vemos. Por ahí te reporta algún punto de rating, pero…///PACO

Liberace

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Por Mavrakis

I
Władziu Valentino Liberace es Elton John antes de Freddy Mercury o, si prefieren tonos más bucólico, Federico Klemm antes de Ricardo Fort (aunque Liberace sí tenía un notable talento para el arte musical). Los homosexuales más doctos se quedan en analizar la estética camp de Liberace de la misma manera que alguien piadoso trenza una cuerda hecha de pudor para rescatar a alguien del fondo de un pozo. Ese pozo vendría a ser el de la reivindicación material, una trinchera que las políticas de género consideran regresivas porque, al final, no hacen más que adornar con cierto ridículo el poderoso armario de la vergüenza. Liberace, por su parte, prisionero de las convenciones de otra época, no se consideraba un ícono camp ni un poster para ninguna tendencia outing. Liberace —más o menos como Oscar Wilde— se consideraba un genio. Este año, al menos, Michael Douglas le debe la resurrección de su carrera.

Como muchos grandes artistas, Liberace fue el hijo de un artista frustrado, un italiano que hizo de su propia pasión por la música un pasatiempo para los ratos libres cuando no estaba en la fábrica donde trabajaba para mantener a la familia en Wisconsin. Aquel deseo relegado se transfirió al hijo —al precio de una impiadosa castración, probablemente— y antes de cumplir los diez años, Liberace ya era lo que suele llamarse un niño prodigio. La parte anterior a la fama de Liberace no está contada en Behind The Candelabra: ahí se combina una voluntad de trabajo desesperada como músico todoterreno durante la Gran Depresión, una homosexualidad galopante que lo hizo adepto a cocinar —más adelante publicó libros de cocina propios— y el espíritu de fastidious dresser que lo ayudó a convertirse en uno de los ejecutores de piano más vistosos del planeta entre las décadas de 1950 y 1970.

Para quienes Liberace sea algo absolutamente nuevo, imaginen una mezcla entre la virilidad atemperada de Bruno Gelber, el aura decadentista pop de Richard Clayderman y el gusto por los disfraces de Rick Wakeman (aunque Wakeman, a diferencia de todos los demás, asegura que se dedicó a la música porque las chicas lo aplaudían; además, tiene un hijo). A todo eso sumen el histrionismo pianístico de Chico Marx.

II
Liberace no fue un gran compositor. Fue un intérprete con candor propio, un ejecutor ansioso por superar de alguna manera la barrera existencial del pentagrama. Liberace quería estar delante de todo ese asunto musical. Behind The Candelabra resume ese pasaje a través de un candelabro. ¿Qué pianista ponía un candelabro sobre su piano? Ninguno. ¿Qué concertista se vestía de una manera distinta al smoking de rigor? Ninguno. Así que Liberace se inventó una estética monárquica mucho antes de que la industria del pop tuviera un mercado suficientemente aceitado como el que encontraría más tarde Elton John. El resto fue maximización del show —presten atención al video a continuación y después sigan leyendo— y una auténtica intuición estética para percibir que una circunvalación heterodoxa entre lo clásico y lo contemporáneo en el piano podía también trasladarse a una estetización de su propia vida cotidiana.

¿Qué es lo que resiste y se conserva en el arte? Por supuesto, la forma (la expresión como forma, el contenido como forma: desde el principio, Liberace entendió que a su público de ancianas y homosexuales le gustaban las versiones pop de la música clásica y las versiones clásicas de la música pop). Todo sucede en un plano de composición que no hay que entender en un sentido técnico sino estético. Liberace nunca politizó su arte —jamás aceptó en público ni discutió su fragante estilo de vida alternativo— sino que estetizó su vida. Y para eso aprovechó cada uno de los 110 millones de dólares que había recolectado en giras y conciertos en todo el mundo.

El acto de Liberace era total: una vida estetizada con la paleta del gusto de Las Vegas fuera del escenario —mansiones fastuosas, autos de colección, decoración multiétnica, gusto por las antigüedades, un estilo de vida faraónico con sus propios efebos y lacayos— y dentro del escenario un stand-up breve y avant-garde, con chistes e interacciones con el público, comentarios sobre la luz y la escenografía, llegadas en auto e incluso un vuelo sobre el escenario. Al final, el público podía subir hasta el piano y tocarlo a Liberace. Todo el acto funcionó bien y durante su mejor época ganaba unos 300.000 dólares por semana en Las Vegas. Wikipedia está lleno de detalles: en 1950 el presidente Harry Truman lo hizo tocar en la Casa Blanca y en 1956 tocó en Londres para la Reina de Inglaterra. Durante toda su vida, por supuesto, Liberace fue un elogioso adorador del capital y el lujo bajo todas sus formas. Lo sobrenatural tampoco le fue ajeno y el día que asesinaron a John F. Kennedy, Liberace descubrió que las sustancias que usaban en las tintorerías para limpiar sus trajes lo envenenaban a través de su piel. Durante la internación en la que casi pierde un riñón, una monja vestida de blanco iba a visitarlo todos los días para decirle que tenía que mejorarse. Cuando mejoró y preguntó quién era la monja —esto sí está contado en Behind The Candelabra—, el personal del hospital le dijo que no había tal monja en las instalaciones.

Las mujeres imaginarias, por otro lado, rondaron siempre la vida de Liberace, preocupado porque su reputación desapareciera si se descubría públicamente que era homosexual. Para eso tenía un representante encargado de manejarle relaciones improvisadas con actrices, promesas de matrimonio con patinadoras o entrevistas donde inventaba una imagen de galán imposible. Scott Thorson, uno de los asistentes personales con los que salió a escondidas durante varios años, cuenta en sus memorias el desierto biológico con el que Liberace tuvo que tratar mientras envejecía: “The older Lee got, the more younger men appealed to him. In that regard, he was a Dracula who never wearied of the taste and touch of youth. By his 50s he preferred dating boys in their teens”. Mientras estuvo con Thorson, en uno de los raptos de narcisismo más grotescos posibles, Liberace le pagó cirugías plásticas para que se pareciera a él mismo en la juventud y dio inicio a los trámites —nunca concretados— para adoptarlo legalmente. Algunos años después, Liberace reemplazó a Thorson por nuevos asistentes. Władziu Valentino Liberace murió de sida el 4 de febrero de 1987. La mansión en la que vivió en Las Vegas salió a la venta en junio del año pasado por 529.000 dólares, más o menos la séptima parte de su valor original. Una última mención sobre las épocas: Sir Elton John, del que dicen que Liberace fue su primer héroe homosexual, está casado con John Furnish, un publicista con el que adoptó dos hijos ////PACO


Bienvenido a la máquina

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Por Francisco @gogui Marzioni

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Alexandre Kassin es bajista, productor, cantante, DJ y generador de tendencias en la música brasilera. Durante 2011, en un estudio de Copacabana grabó “Sonhando devagar”, su primer álbum sin sus compañeros del trío +2. Ahí profundiza el modelo que con la banda trazaron hace diez años, cuando junto a Moreno Veloso y Domenico Lancelotti abordaron los géneros tradicionales de la canción brasilera desde la electrónica, el acid jazz y el hip hop. El resultado es un samba bossa easy listening con letras y espíritu baggy tropical. En ese tiempo Kassin también produjo a algunas de las principales estrellas de la música de su país, del mismo modo que trabajó con bandas nuevas que siguieron un camino parecido, como Los Hermanos. Su último disco se llama Sonhando Remixes”, y como es obvio trae mezclas nuevas de los mismos temas. Probablemente la más lograda del disco es “Calca de gimnástica 808”, donde utiliza la mítica máquina de ritmos Roland 808 para las bases y motivos del nuevo ropaje.

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El primer disco argentino en el que sonaba una máquina fue Clics Modernos. García escuchó una Roland 808 durante las primeras reuniones de grabación y Joe Blaney le propuso no contratar al sesionista norteamericano de prestigio que trabajaba para la discográfica. Charly García cuenta cómo puso el dinero sobre la mesa de un despacho de Electric lady, en la soleada Los Angeles, le sirvieron un café y le trajeron al productor de The Clash, quien seguramente dijo “a job is a job” y lideró la producción de un disco de esos que nunca envejecen, que siempre parecen grabados ayer. O mañana.

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La Roland 808 fue fabricada por la Roland Corporation desde 1980 a 1983. Los sonidos principales son producto del trabajo de Mr Nakamura y Mr Matsuoka. Nakamura hizo los circuitos de voz análogos y Matsuoka programó el software. Como dijo Marty Mc Fly: “lo mejor se fabrica en Japón”. ¿Su secreto? Calidad, eficiencia, versatilidad y un sonido extraño que nadie sabía bien cómo se llamaba y que después tendría muchos nombres. Salía unos 1100 dólares, la quinta parte que su competidora directa. Hubo un total de 12 mil unidades vendidas.

roland808

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En 1986, los Bestie Boys graban su segundo disco License to Ill íntegramente con esta económica joya yaponesa. La capacidad de la 808 brilla en “The New Style”, donde programan 10 o 12 partes (me pierdo durante la audición) explorando diferentes tipos de hip hop que llegan desde inicios de la década, desde el baggy londinense hasta el rap negro del lado Este.

And on the cool check in

Center stage on the mic

And we’re puttin’ it on wax

It’s the new style.

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La leyenda cuenta que la máquina viajó hasta Argentina, ingresada por un joven y curioso Pedro Aznar que la había visto en acción allá en EEUU donde pasó una temporada más con Charly García. Pedro venía del Berklee College y con una pequeña fortuna familiar pudo financiar una vida de músico inquieto que en su primer disco de 1982 se había animado a combinar largos años de conservatorio con la música que escuchaba en los camarines de Serú Girán, creando canciones extrañas y bellas como “New Wave Bop” y “Boston”. Su disco, recibido con perpleja frialdad por la crítica de rock ochentera, fue olvidado hasta 1994, cuando pudo disfrutar cierta reivindicación por parte de la juventud de los 90s, ávida de sonidos livianos que contrasten con la solemnidad del rock que recibían de sus mayores.

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Pedro Aznar pasó a tomar unos mates por lo de Spinetta. Y llevó la máquina. El Flaco tocaba con Pomo, que lo acompañó en toda la etapa de Jade, un momento donde el jazz rock empezó a  agotarse más rápido que la Coca Cola Cherry y el regreso de Almendra lo había –tal vez- saturado del pasado. Venía tratando de descubrir algún sonido nuevo, hacer lo mismo que había hecho diez años antes cuando vio a Pappo´s y abandonó Almendra para crear Pescado Rabioso. Los 70s habían terminado, en las radios las bandas internacionales sonaban a otra cosa. Y ahí es donde aparece el joven Pedro, con la piedra fundacional de una nueva iglesia para guardar la Fe.

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El disco se llamó “Madre en Años Luz”. Aznar programó Ludmila –que como bien definió el Dj @pablo_brega “es una programación bien primaria, una batería de rock cuadrado ideal para la máquina”- y “Díganlé”, una especie de poema de los dones en clave beat de Charly García –ese de cinco golpes que es ya su marca registrada- que a su vez vislumbraba el sonido del futuro. En Camafeo, el primer tema del disco la máquina suena como una chapa a tempo perfecto  mientras la suave brisa spinetteana anuncia que se galvanizará, se galvanizará la historia. Ya el Flaco había grabado “Mondo Di Cromo”, y aunque todavía atravesado por el jazz rock, desde el concepto anunciaba la cromización de la realidad. En su tapa, una aspiradora futurista y un anciano que no quiere morder el polvo.

Spinetta-Mondo_Di_Cromo-Frontal

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Ese año Charly García estaba divirtiéndose. La primavera alfonsinista lo encontró lejos de la cárcel, lejos del exilio, y con ganas de masividad. Había probado el dulce sabor de tocar ante 60 mil personas en los jardines de ATC con Serú y ahora era, oficialmente, una estrella de rock. Libre para hacer lo que quería. En 1984 grabó un maxi simple de seis temas para una obra de Antonio Gasalla que se llamaba Terapia Intensiva. En total soledad, tocó todos los instrumentos y programó las baterías. La máquina ya se convirtió en una amiga de la soledad del compositor que busca crear algo personal y único. Explorando las posibilidades que la new wave le daba, Charly compuso desde hermosos sets pianísticos hasta una ironía bailable llamada “Alicia va a la disco” remixando la melodía del viejo himno anti dictadura de Serú. No omitió, por supuesto, incluir un hit con ritmo The Police llamado “Chicas Muertas” que durante muchos años sólo se pudo escuchar en oscuros compilados en casette del sello gore Interdisc. Heredero de una tradición de discos raros y experimentales como Tango de Ramsés VII, Et Nada de Miguel Abuelo y hasta el mismo Spinettalandia y sus Amigos. Si escuchamos los demos de este disco, podemos notar que fue compuesto para una orquestación muy jazz rock, acorde con las tendencias que se arrastraban desde los 70s, una banda claramente inspirada en la ya muerta pero no enterrada Serú Girán.

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Poco tiempo después, García y Spinetta se reunirían a componer. Momento expectante en la historia del rock argento. La pelo y la Cantarock se hacían pis al unísono. Hasta se decía que Pedrito Aznar podría ser parte de un futuro disco. La nueva democracia musical traía esperanzas a los jóvenes que descubrían masivamente el rock made in argentina. La hija de la lágrima de esa sociedad fue “Rezo por vos”, un super clásico que hace mover piecitos since 1985. En su primera versión –editada en simple- puede escucharse la misma máquina en una programación Charly classic. Ese muchacho que tocaba canciones dulces en el piano y hacía conmover a las madres ya no le quedaba. Sacando otro traje verde del placard, la batería electrónica aparece como un sesionista norteamericano que los hacían sonar parecidos a las radios. De esta versión demo se obtiene la interpretación más experimental y genuina del dúo Maradona-Francescoli, con largos solos e intermedios que después fueron cortados, y un final borroneado y abrupto. Después del minuto dos del video en youtube, podemos escuchar a Charly diciendo “bájame la batería! No entiendo las partes!”. En el estribillo siguiente, cambiaría la lírica del estribillo diciendo “rezo por mí”.

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La historia fugaz de nuestros Lennon-McCartney dejó dos discos que grabaron sin el otro, pero pensando en el otro. Ambos incluyeron Rezo por vos en sus álbumes, pero en versiones muy diferentes. Esta vez fue el Flaco que se animó a ir más allá y grabó todo su Privé con baterías electrónicas. Lejos habían quedado las peleas con Pomo porque se negaba a tocar “arriba” de una máquina. Ahora la máquina era parte central de la textura de un disco que suena tan ochentoso como el bigote de Berugo Carámbula. Al igual que Charly en su adelantado Clics Modernos, se anima a experimentar con samples. Pero en cambio de samplear a James Brown, Spinetta samplea el kohi knorr centrifugando, un gol de Boca y los ya remanidos pajaritos en la mañana. Y precisamente donde más samples usó es en el intermedio de Rezo por vos. Ahí donde Charly pone esas voces y un correcto grand piano arpegiado, el Flaco le mete unos chirimbolos sonoros que nadie entendía bien qué eran. La versión de Charly se convirtió rápidamente en la oficial, y la del Faco, una contraseña de fanáticos.

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Desde Córdoba venía acercándose Luca Prodan. Primero en las sierras, después en la bonaerense Hurlingham, y finalmente en Capital Federal, Sumo se abrió paso portando una máquina de ritmos que Prodan llamaba “caja de ritmos”, en una precaria traducción de “beat box”. El mítico Corpiños en la Madrugada, grabado entre 1983 y 1984, ya tenía varias programaciones con un estilo Joy Division muy refinado. En los 90s conoceríamos las grabaciones de aquellas primeras canciones de Sumo compuestas en un garaje con un bajo hoffner y la beat box. Su sonido era algo único en aquellos días del rock argentino. Cuando Diego Arnedo, un adolescente de Hurlingham que escuchó a Luca en un ensayo de Sumo, le contó a su mejor amigo Ricardo Mollo sobre la experiencia, le dijo: “hace como un tecno pero que no viene del cerebro, viene de los huevos”. En 1985 el sonido particular que mezcla baterías electrónicas y una pos producción donde los intereses de la Sony y los de la banda chocaban constantemente, se hizo realidad en “Divididos por la felicidad”, un álbum que abriría muchas puertas sonoras en el país, y que sería reivindicado en los 90s como un antecedente de la movida sónica, a través del cover que Juana La Loca realizó de “No duermás más”, incluído en un olvidable disco de homenaje a la banda.

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En 1986, tres músicos platenses deciden que su banda debe salir del under porteño, ámbito que habían conquistado con su primer disco Gulp! y que ya había marcado un techo. Con hambre de profesionalismo y abandonando los ropajes viejos del hipismo, cambian el dadá por el futurismo y graban “Oktubre”, un disco oscuro en su textura, donde un perplejo Daniel Melero imprimiría un sonido electrónico a dos canciones metiendo unos teclados y programación, en un crossroad que nadie preveía pero que preanuncia la búsqueda que la misma banda y luego el Indio Solari profundizarían a mediados de los 90s, en otro de los imprevisibles cambios de este Señor Burns mezclado con Jagger que es el Indio. La primera canción arranca con una batería electrónica repitiendo obstinadamente un beat medio disco con aire carioca y tempo brit, al que Skay le mete unas violas heróicas, comoniendo la música caricaturesca de la revolución. El mismo Indio reconoce en alguna entrevista que en la noche de presentación, encendieron la máquina pero el tema terminó y nadie sabía cómo apagarla.

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El periodista José Luis Banchio, que vivió su juventud en los 80s, nos cuenta por inbox. ”Lo voy a decir claramente porque después de 30 años ya no importa demasiado. Clics Modernos para mi fue una traición de Charly. Bueno, el disco en sí no. Cometí el error de quedar demasiado enganchado con “No me dejan salir” obviando demasiado al resto. Acostumbrado al otro Charly, me costó aceptar hasta que se había cortado el pelo. Por supuesto, es un discazo, adelantado a su tiempo, en donde Charly nos marca la época que se venía: basta de oscuridad, salgamos a la nueva era democrática. No nos quedemos encerrados como gasta ahora. Como Charly es Charly y yo soy yo, recién lo pude notar con el paso de los años, tal vez cuando había que volver a encerrarse. Debo decir, quizás en mi defensa, que la crítica lo recibió casi como yo al disco. O sea: sin entender. Cuando Charly presenta “Clics…” en el Luna Park con Fito, Fabi Cantilo, el Gonzo y Melingo en saxos, y los futuros GIT, lo hace en blanco y negro, incluída las luces. Gloria Guerrero dice en “Humor”algo así: “Ni una palabra en contra del sonido, las luces y el show. Pero…¿y la emoción?. Será que el plástico inunda Buenos Aires?”. Charly mismo, dijo que dudó de incluir “No me dejan salir”, pero lo bien que hizo. Es el tema clave del LP. También estaba “Los dinosaurios” que como “José Mercado” que salió en “Peperina” y no en “Bicicleta” de Serú, debería haber salido en “Yendo de la cama al living” y no en “Clics…”. El disco se divide en pequeños bloques para mi: “No soy un extraño” y Nuevos trapos” es uno. “No me dejan salir” siempre lo relacioné con “Nos siguen pegando abajo”. “Bancate ese defecto” es un temazo igual que “Ojos de video tape” y “Huellas en el mar”. “Dos cero uno (Transas)” está descolgado tal como Charly lo pretendía seguramente teniendo en cuenta que se había vendido a Fiorucci. Y “Cretinos” quedó afuera pero lo podemos escuchar en youtube“.

¿Una máquina puede hacer música? Ya no necesitamos hacernos esta pregunta. Pero en la década del 80 éste era un debate que ocupaba mucho tiempo en las redes sociales de ese entonces que eran los correos de lectores de las revistas especializadas.  Pero el que escribe en las páginas de una revista (le paguen o no), como el que comenta en un blog o insulta en twitter, rara vez se lo tiene en cuenta desde los lugares que toman las decisiones. La tendencia traía el pop anglosajón donde la máquina reinaba cómodamente, y los contratos discográficos que le permitieron a Charly grabar en Los Ángeles o a Spinetta hacer esos discos de culto que tanto apreciaron sus fans más extremistas, se conseguían sólo adaptando el mensaje que arrastraban desde el under porteño hippoide setentoso con los sonidos nuevos que traían bandas como Soda Stereo en Argentina, que a fines de 1985 editaba su Nada Personal que largaba con una máquina de ritmos haciendo un carnavalito jujeño. ///PACO

Mario, la jirafa condenada a morir

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Por Mavrakis

I
En algún momento de su vida todo hombre escuchará una pregunta: “¿papi, qué es un zoológico?” Un zoológico, querido Falex, es ese lugar en el que viven todos los animales incapaces de trabajar o que son inútiles como comida. Verás, Falex, existen animales de tiro —¿viste esos caballitos moribundos que arrastran carros con cartón por la hermosa ciudad de Buenos Aires? ¿Viste esos otros caballitos elegantes que juegan al polo?— y existen animales —¿te acordás de aquella granja con vacas, gallinas y patos? ¿Recordás por qué son ricas las hamburguesas?— cuya carne tiene un sabor compatible con las tradiciones y el gusto de los humanos. Todos los otros animales, Falex, pertenecen al zoológico.

“Y, papi, ¿qué pasa con los humanos que no sirven para nada y tampoco se pueden comer?” Bueno, Falex, esa es otra pregunta. Pero te recuerdo que esta conversación empezó gracias a la jirafa Mario, ese pequeño aristócrata del Reino Salvaje al que tal vez veamos pronto en otro capítulo de Autopsia Animal. “¿Y por qué tuvieron que matar a Mario, papi?”

II
Mientras deposito las gotas necesarias de anestesia en la leche chocolatada de Falex, déjenme decirles que desde hace varios años consumo casi completamente medios extranjeros. Fundamentalmente, medios populares y de elite ingleses. No es simple esnobismo, la información es más relevante. Por otro lado —ya hay claros síntomas del angelical desvanecimiento de Falex—, todas las semanas confirman lo que Michel Houellebecq propone en su obra desde el año 1994: hay una fuerza muy parecida a la posthumanidad circundando lo que resta de la voz humanista secular europea. Un lento despojamiento o borramiento del sentido tradicional de lo humano que ya no migra de manera ingenua hacia una ética ecologista panteísta, hippie y fashionista, sino hacia una valoración radicalmente distinta de la vida. Dicho en otras palabras, si los activistas presos de Greenpeace hubieran asesinado a tiros a un esquimal mientras hacía estallar los cráneos de crías de foca con un bastón en su propio hábitat, en vez de asaltar un barco petrolero ruso en medio del Ártico para evitar la contaminación, el enfoque publicitario no solo habría sido distinto sino que la percepción pública de los hechos —al menos en buena parte de la prensa europea— habría sido mucho más positiva.

Con las necesarias contemplaciones multiculturalistas y dosis de tolerancia debida, en tal caso, casi puedo leer la historia de las focas heroicas que hubieran sobrevivido la maldad cruda de la Humanidad. De eso se tratan las historias diarias que aparecen en los medios ingleses sobre gatos rescatados de pozos ciegos, perros rescatados de perreras monstruosas, mapaches rescatados de dueños descuidados, ratones liberados de laboratorios e incluso de ciervos recién nacidos rescatados de inundaciones que arrasan pueblos bananeros completos (no sé cuál es la fauna autóctona de la ciudad de La Plata, pero háganse una idea también en ese escenario). Todas comparten el mismo espíritu: leídas con atención, no se trata tanto de los gestos de humanidad de algunos individuos piadosos hacia ejemplares más débiles de otras especies sino de auténticas historias de supervivencia zoológica ante la barbarie humana. (Como soy adulto no leo historietas, pero la saga Mauss hoy ya no sería una metáfora del Holocausto sino una narración literal más de otro Holocausto).

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III
La jirafa Mario, nacida en el Zoológico de Copenhague hace 18 meses, sin embargo, no tuvo ninguna oportunidad. Este es un buen ejemplo: el ejemplo que probablemente ya llegó a sus pantallas y está por llegar o en todo caso está llegando. La jirafa Mario murió ejecutada con el tiro de una pistola neumática, igual que casi todo el ganado antes de transformarse en el paisaje de las góndolas más frías del supermercado (una anécdota instructiva: las pistolas neumáticas fueron inventadas en Alemania a principio del siglo XX y están diseñadas para destruir la parte del cerebro que controla la movilidad, pero no para destruir el cerebro ni matar directamente a los animales; el corazón sigue funcionando mientras el animal se desangra, por lo cual esto ocurre más rápido y la carne es más blanda).

La jirafa Mario nació en el corazón de una de las democracias más corteses, civilizadas, desarrolladas y aburridas de Europa (la última vez que cualquiera de ustedes supo algo sobre Dinamarca fue cuando su Primera Ministra, la sensual milf Helle Thorning-Schmidtt, se sacó una selfie con Barack Obama durante el entierro de Nelson Mandela). La jirafa Mario era el state of the art de su propia raza: un macho sano, bien alimentado, destinado a la reproducción de los suyos. De hecho, la jirafa Mario tenía más que casi todos nosotros: 27.000 personas dispuestas a firmar una petición para proteger su vida y un naturalista particular no identificado dispuesto a pagar 500.000 euros por su rescate. Sin embargo, la jirafa Mario tenía un problema —que, a menos que el lector pertenezca a la elite de usuarios de Twitter, el común de los varones lectores no tendrá—: se había determinado que su valor reproductivo era nulo. Sus genes eran demasiado comunes entre la población de jirafas del zoológico. Y eso, en una institución con otras siete jirafas, lo convertía en un inconveniente para la prosperidad organizada de los suyos. La eugenesia permite sus cuotas de incesto —las monarquías del Reino Animal lo saben—, pero eso no significa que todos vayan a fornicar con sus propios primos para siempre. A pesar de la protesta internacional (europea), la jirafa Mario fue ejecutada el domingo por la mañana. Se usó una pistola neumática para no envenenar la carne, usada más tarde para alimentar a los leones del zoológico. Antes de la entropía natural, de todos modos, la jirafa Mario prestó su cuerpo un poco más a la ciencia.

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IV
De acuerdo a las leyes de la European Association of Zoos and Aquaria (EAZA), un ejemplar como la jirafa Mario era capaz de poner en riesgo los genes de sus futuros descendientes (las oportunidades de reproducción dentro del mismo zoológico, igual que en Twitter, resultan muy endogámicas). Por otro lado, las leyes de la EAZA no permiten tampoco que un animal sea trasladado a otro zoológico o institución que no funcione bajo el mismo programa reproductivo. Por lo tanto, no quedó ninguna función relevante en el escenario de la vida para la jirafa Mario. Bengt Holst, el director científico del Zoológico de Copenhague, dijo lo siguiente en danés: “Giraffes today breed very well, and when they do you have to choose and make sure the ones you keep are the ones with the best genes. The most important factor must be that the animals are healthy physically and behaviourally and that they have a good life while they are living, whether this life is long or short”.

(Habría un ejercicio fácil, ideal para los amantes del melodrama y la victimización: cambiar cierto sustantivo en las palabras del doctor Holst e imaginar ya no como podría sonar la frase, sino cómo efectivamente sonó en otro momento histórico, tampoco muy lejos de Dinamarca: en los hospitales alemanes y en los neuropsiquiátricos bolcheviques durante los años treinta, por ejemplo).

Así fue como los restos de la jirafa Mario fueron prolijamente colocados delante de los visitantes más chicos del zoológico el domingo y —bajo la invencible recomendación sobre el valor educativo— los especialistas del zoológico hicieron una evisceración pública, filmando los detalles y enseñando como nunca antes a su público la anatomía interna de una jirafa masculina joven. (Esto no es ninguna novedad para ningún chico del mundo: el canal National Geographic tiene un programa, Autopsia Animal, donde en cada capítulo se evisceran no solo jirafas sino también ballenas, aves, caballos, elefantes, hipopótamos y casi todo lo que camine y se arrastre en esta tierra, con el asesoramiento del Real Colegio Veterinario de Londres; también hay una escena breve pero interesante sobre el impacto que estas formas de tradicional educación científica pueden generar sobre las sensibilidades más posmodernas en la película Greystoke: The Legend of Tarzan, Lord of the Apes). Cuando la autopsia terminó, los pedazos restantes de la jirafa Mario fueron colocados al alcance de los leones, quienes añadieron sus partículas elementales de educación demostrando por qué siempre será conveniente mantenerse alejado de sus mandíbulas.

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V
Cada año, el Zoológico de Copenhague —que es probablemente uno de los mejores zoológicos del mundo— elimina unos 20 o 30 animales de la misma manera. Cada día, 27.000 personas o más prestan, sobre todo a través de la web, su inmediato apoyo solidario —una manifestación a favor, en realidad— a cualquier causa por el estilo (este placer solo está superado por las manifestaciones en contra, sea cual fuere el hit de indignación turística del día). La filial sueca de Animal Rights, una de las asociaciones activistas por los derechos de los animales —y yo no diría que el discurso posthumano implique necesariamente ninguna causa proteccionista, más bien lo contrario— añadió la cuota esperada de indignación profesional declarando que, por supuesto, es sabido que los zoológicos matan a los animales cuando ya no tienen más espacio o cuando son inútiles para la reproducción. La solución para detener esta clase de actos, sostiene Animal Rights, es que los zoológicos desaparezcan mediante la ausencia masiva de visitantes. Esta es una cuestión, diría el impulso cívico contemporáneo hacia la neutralidad, sujeta a debate. No soy especialista en cuestiones de reservas naturales, ni en políticas globales de proteccionismo animal, ni es un asunto que me interese, pero entiendo que la jirafa Mario y todos sus primos y hermanos, de igual manera que buena parte de los leones que se lo comieron, los elefantes que olieron a algunos metros la muerte y las vísceras, como así la gran mayoría de los otros ejemplares de cualquier zoológico serio, llegan desde el austero continente africano donde el trato cotidiano, la organización civil y los intercambios modernos se dan entre sus propio habitantes humanos de una manera que, en términos de brutalidad y sadismo, suena en principio incomparablemente peor que el salvajismo ingenuo de la llana Naturaleza. En ese sentido, es probable que no haya para los animales en los zoológicos otros hábitats más seguros que otros zoológicos.

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Bengt Holst, el director científico del Zoológico de Copenhague, también dijo lo siguiente en danés: “It´s important that we try to explain why we do it and then hope people understand it. If we are serious about our breeding activities, including participation in breeding programmes, then we have to follow what we know is right. And this is right”. Por supuesto, lo correcto a veces no es lo que una mayoría voluble y emotiva considera lo mejor. Este es un problema distinto y tiene menos que ver con la democracia que con los efectos colaterales tardíos del viejo populismo de mercado: al fin y al cabo, Animal Rights se nivela igual que los anodinos suplicantes anónimos y no propone ningún saber específico alternativo, ninguna ley racional útil, ningún dilema moral, simplemente llama al boicot comercial (y como dijo cierto crítico literario: “A largo plazo, no obstante, la literatura resistirá la nivelación y volverá a la jerarquía”).

La petición a favor de la jirafa Mario en internet tenía este mensaje: “Mario deserves to live and there must be somewhere for him to go. The zoo has raised him so it is their responsibility to find him a home, no matter how long it takes”. La voz suplicante —se trate de salvar una jirafa, un bar o condenar una epidemia— siempre es irrecusable: por supuesto que la jirafa Mario era un ser vivo y “merecía vivir”; por supuesto que debía haber habido “algún lado al que pueda ir”; por supuesto que el zoológico lo había criado y era su responsabilidad (el “no importa cuánto” final es el puro golpe final de emoción retórica). Desconociendo la ley vigente y las prácticas ordinarias para los zoológicos consensuadas en toda Europa, la gran masa del coloquio de la indignación se trasladó al Facebook del Zoológico de Copenhague. Por su parte, el Zoológico de Copenhague cumplió la ley y eliminó sin mayores inconvenientes a Mario.

Mirando hoy las noticias había otro contenido interesante, que volvía ligeramente satírica la historia de la jirafa Mario, su incapacidad genética declarada por ley y su retorno sádico y educativo al polvo. Lleva por título (traduzco yo): Pequeños héroes que vencieron la meningitis: emocionantes fotos de niños que sufrieron la enfermedad son lanzadas por caridad para aumentar la conciencia. La primera historia es de Little Amber Travers, quien a los dos años casi se muere por meningitis en su Liverpool natal. Para que sobreviviera, los médicos tuvieron que amputarle los miembros. También está la historia de Ellie-May Challis, que se enfermó cuando tenía 16 meses. También tuvieron que amputarle brazos y piernas. La meningitis bacterial afecta 3.400 británicos cada año, y es una versión más grave de su pariente cercano, la meningitis viral. Uno de cada diez infectados por la meningitis bacterial muere y un cuarto del resto termina con miembros amputados. “Estas hermosas imágenes capturan su fuerza ante la cara de la adversidad”, dice la fotógrafa. Hace falta un pequeño esfuerzo de imaginación satírica para trasladar la galería de convalecientes amputados en el tiempo y el espacio. ¿Dónde creen que estas fotos habrían tenido gran éxito en la Europa continental de los años treinta? ¿Cómo se las habrían arreglado los menores sobrevivientes de la meningitis bacterial y la jirafa Mario en esa época? Y lo que es más urgente, ¿dónde está ya online esa petición que va a combatir a la meningitis declarándose en su contra? ////PACO

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Animals

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Por Sebastián Robles

1.

“Todos los animales son iguales”, escribió Olaf en los foros de Animals, muchos años atrás.

La rebelión no empezó por los cerdos, que habían sido incorporados tardíamente a la web y sólo de manera experimental en algunas granjas de la costa oeste de Estados Unidos. Tampoco por los chimpancés, cuya inteligencia les permite asimilar los contenidos HTML con más rapidez que el resto de los animales. Los que empezaron a sublevarse habían sido los primeros usuarios, que eran además la comunidad mayoritaria: los perros y los gatos.

La red social Animals surgió de ProLabs, una empresa número uno a nivel mundial en alimento balanceado para animales, y se sustentó en los estudios del etólogo Uwe Svensson acerca del lenguaje animal y sus potencialidades en la web. El gran aporte de Svensson, del cual se arrepintió hasta el día de su asesinato, fue haber descubierto las constantes que permitieron sistematizar el lenguaje de los animales, y de ese modo facilitarles el acceso a la web por medio de un implante neuronal llamado “módem”.

Svensson sostenía que, cuanto mayor fuera la cercanía de los animales a los hombres, mayor era también la probabilidad de encontrar constantes que permitieran constituir un lenguaje. Lo cierto es que la experimentación se concentró en perros y gatos porque el grueso de las ventas de ProLabs consistía en alimento balanceado para estas especies, y la presión de los grupos ambientalistas en contra de la experimentación con animales volvía difícil llevarla adelante en el ámbito académico. La investigación se realizó en el máximo de los secretos. Algunas generaciones de perros y gatos fueron sacrificadas, pero otras prestaron su servicio y las más evolucionadas formaron parte de la versión Beta de Animals, que se presentó al cabo de diez años y reunía a un centenar de perros y gatos de distintos países.

“¿Qué es el lenguaje, sino una red social?”, declaró Svensson en el acto de presentación.

Aunque los temas de conversación eran limitados, y el dominio del lenguaje en las mascotas todavía resultaba precario, leer los foros era una experiencia reveladora para cualquier ser humano. Los animales dialogaban acerca de su alimento preferido (entre los balanceados elegían siempre los de ProLabs, como si los hubieran preparado para esa respuesta), sobre la relación con sus amos y sus amistades y relaciones de apareamiento. Los gatos y los perros no se mezclaban excepto en el foro que se llamaba, precisamente, Perros y Gatos, donde se ensayaba un intercambio entre ambas especies aunque Svensson explicó, como si estuviera pidiendo disculpas, que esa alternativa se encontraba todavía en desarrollo y no se esperaban grandes resultados a corto plazo.

Animals causó furor inmediato. Aunque no todas las mascotas estaban capacitadas para interconectarse –sólo se aceptaban ejemplares de hasta un año de vida, porque se los consideraba en etapa de aprendizaje– el ingreso de nuevos usuarios saturó los servidores en una semana. A los recién llegados se les injertaba el modem en una breve operación quirúrgica. A partir de ese momento, ya se encontraban capacitados para leer y conversar en los foros. “Ellos ven la pantalla tal cual la vemos nosotros, y la interpretan de acuerdo a un algoritmo”, explicó Svensson con afán didáctico, ante una audiencia incrédula que lo reprodujo millones de veces en YouTube.

El intercambio en la red social causó notables alteraciones en la conducta de sus integrantes. Los perros que vivían en departamentos no se desesperaban por salir a la calle. Los gatos no se perdían en jardines ajenos, y si eventualmente se desorientaban, el servicio de GPS provisto por Animals los conducía de vuelta al hogar. El intercambio entre las especies prosperó antes de lo previsto. Los gatos se volvieron más sociables y temerosos del amo, mientras que los perros se entregaron con entusiasmo a la astucia, la higiene y la contemplación. También mejoró la relación entre las mascotas y sus amos, que conversaban con ellas en los foros como nunca lo habían hecho antes: esperando una respuesta, que siempre llegaba.

2.

Las cosas cambiaron el día en que el usuario Neo, que de acuerdo con su perfil era dueño de un labrador llamado Dante, introdujo en los foros una versión completa de la novela de George Orwell, “Rebelión en la granja”.

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Cuando la CIA difundió su identidad, ya era tarde. Su verdadero nombre era Giorgio Codesani, tenía 24 años y estudiaba literatura y artes en la Universidad de Bologna, Italia. Según declaraciones de Dante, Codesani no era ni siquiera su verdadero amo.

“Entraba y salía.” –declaró el can en el foro de dudas y consultas generales– “Yo vivía con Flavio. Flavio se fue y él entraba y salía cada dos o tres días y traía FastMeat, de ProLabs. No me dejaba salir. Yo mordía la correa y él no. Entonces llegó con el veterinario y el módem. Dijo que era Flavio y que yo era su perro. Yo dije que no, pero nadie me entendió. Me injertaron. Ahora estoy acá, encerrado en el patio de una casa, sin comida. Busco a Flavio”.

De acuerdo con la investigación de la CIA, Codesani se apropió del perro de su amigo Flavio Collodi, que estaba de viaje y le había encargado la alimentación de su mascota. Lo hizo, en sus propias palabras, con el único propósito de ingresar él también como usuario, en calidad de amo, a la red social Animals. El ejemplar, un labrador de cuatro años de edad, fue hallado en estado de desnutrición poco después de su captura, en los fondos de la casa que habitaba en los suburbios de Bologna.

“Esto fue posible gracias al estado de precariedad en que vivimos las mascotas” –razonó Olaf en el foro Perros y Gatos–. “Siempre somos propiedad de alguien. Incluso cuando el amo nos profesa un cariño verdadero, existe la posibilidad de que alguien nos robe. “Robarnos”. ¿Se dan cuenta? No somos objetos. Somos animales”.

3.

“Mi objeto de estudio es político y literario”, afirmó Codesani tras su detención. Lo cierto era que había pocos elementos para privarlo de su libertad. ¿Introducir un texto en un foro puede ser considerado un acto terrorista? La repuesta de las autoridades fue contundente: “sí, en este caso”.

“Codesani actuó de acuerdo con una hipótesis, elaborada por él mismo, cuyo propósito era generar el caos en la red social Animals” –afirmó Joseph McCann, columnista del New York Times–. “Si eso no es terrorismo, yo no sé cómo llamarlo. Es posible que no haya evaluado adecuadamente los riesgos. Él quería destruir Animals. Lo que está destruyendo es la civilización humana”.

Las palabras de McCann, si bien dramáticas, no carecían de razón. La idea de una civilización regida por animales domésticos ya había sido explorada por la ciencia ficción, entre otros en “Ciudad” por el escritor norteamericano Clifford D. Simack, que imagina un mundo donde los perros han tomado el control. Ésta y otras lecturas, como las fábulas de Esopo, Samaniego y Lafontaine, fueron esgrimidas por el ala blanda de la rebelión, comandada por un pomerania llamado Sirio, para intentar apaciguar los ánimos en las asambleas que se realizaban en los foros de Animals. “La paloma”, tal como fue calificado Sirio por los partidarios de Olaf, era también un lector de Orwell, pero insistía en no soslayar el final sombrío de “Rebelión en la granja”. Su respuesta ante los comentarios despectivos no se hizo esperar: “soy un humanista”, escribió.

Aunque en un principio se lo acusó de ecoterrorista, Codesani desmintió rápidamente tales acusaciones, y no existen razones para no creer que sus palabras, en este punto, no eran ciertas:

“Quise intervenir discursivamente en la comunicación entre los animales, que aprendían a leer al mismo tiempo que escribir. ¿Serían capaces de interpretar un texto literario? Pensé que la discusión se iba a limitar a los foros. Que todo se haya ido de las manos, en última instancia, no es responsabilidad mía sino de Svensson y el equipo de Animals”.

La lectura de Orwell –que fue ampliamente discutida en los foros– produjo efectos inmediatos en la conducta de las mascotas. Comenzó la guerrilla, silenciosa y desorganizada, que condujo con el tiempo a la toma definitiva del poder. Costó identificar los sutiles actos de resistencia iniciales. Los gatos rasguñaban por las noches a sus propietarios. Los perros mordían a sus amos más fuerte de lo habitual, cuando estaban jugando. Eran gestos tibios, que apenas se notaban, hasta que Olaf escribió en los foros:

“Todo lo que camina en dos patas es enemigo”.

En Oslo, un rottweiler atacó a una familia entera. Una jauría de perros callejeros desfiguró a diez vagabundos en Detroit. Los ataques se multiplicaron alrededor del mundo. Cuanto más intensa era su participación en los foros, menos dócil, más agresivo se volvía el animal. En un intento desesperado por mantener Animals, Svensson expulsó a Olaf y a un grupo de agitadores, una decisión que no hizo más que empeorar la situación. Un grupo de cuatro pitbulls lo atacó en la puerta de su casa dos días después. Dicen los testigos que el hecho transcurrió en pocos segundos. Al momento de verlos, Svensson pareció entenderlo todo:

-Quiero hablar con Olaf –dijo–. Podemos llegar a un acuerdo.

Apenas le dejaron completar la frase. Minutos después, lo único que quedaba de Svensson, el brillante etólogo que introdujo a los animales en la web, eran los huesos del espinazo y la tela raída del pantalón, desparramados por el porche de su casa.

4.

El perro es el lobo que se apartó de la manada. En lugar de escapar por los bosques, que iban a ser tarde o temprano diezmados por la civilización humana, su instinto de supervivencia actuó de manera creativa. Se adaptó a la convivencia con las personas. Lo mismo pasó con los gatos. Entregaron su ferocidad a cambio de otras prebendas, mientras los animales salvajes caían por las balas de los cazadores, o se sometían al asfalto, los depredadores y al cambio climático. Primero se apropiaron de los jardines de los amos, luego del interior de sus casas. Generaron ramas de la medicina, en particular de la veterinaria, que se ocupaban especialmente de su cuidado. También influían sobre la economía humana y dieron lugar a enormes empresas como ProLabs, que se encargaban de proveerles un alimento que les prolongaba la vida. Conocieron al enemigo de cerca: sus gustos y temores. Se constituyeron en la causa y el sentido de relatos, vidas, fábulas y canciones.

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Después del asesinato de Svensson las agresiones y atentados se multiplicaron. ProLabs suspendió a todos los usuarios, pero ya era tarde. Las reuniones clandestinas de mascotas se celebraban en todas las esquinas y baldíos de las ciudades. Se los escuchaba conversar a ladrido y maullido limpio, desde los fondos de las casas suburbanas. Tiempo después, con la ayuda de un mastín italiano llamado Freddo, que había pasado su vida encerrado en un departamento con sus amos, un programador y una community manager, Olaf y un pequeño grupo de ex usuarios de Animals tomaron la web por asalto, abriendo cuentas de Facebook, Twitter y Google+. Habían aprendido, y en algunos casos replicaban, la conducta humana. En apariencia, el mundo no cambió: las personas seguían viviendo en casas y departamentos, trabajaban, se reproducían y cuando no incurrían en ningún acto de rebeldía, morían de muerte natural. Sólo que ahora eran mascotas, y los animales eran amos.

Dos meses más tarde, Olaf twitteaba:

“Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.

La contraofensiva humana tuvo lugar en ese momento, y estuvo liderada por Giorgio Codesani.

“Fue un intento desesperado” –confesó tiempo después, mientras estaba prófugo, en su muro de Facebook–. “Creímos que la mejor manera de atacar era desacreditar la palabra de Olaf. De alguna forma lo logramos, pero no imaginamos la alta conciencia de clase que ya se había generado entre los animales”.

La estrategia consistió en viralizar una entrevista en video realizada por el propio Codesani a Giovanna Latte, la antigua dueña de Olaf.

La nota estaba grabada con la cámara de un celular. El audio era malo. Comenzaba con la toma de una plaza desde la ventana del departamento de Latte, donde se veían dos mastines en un subibaja. A medida que se alejaba el zoom, aparecían en el cuadro el empapelado gris de las paredes, una lámpara de pie, y finalmente un sillón en el cual estaba sentada, mirando a cámara y con la cara atravesada por las cicatrices, la mujer que había criado a Olaf, el lider de la rebelión.

“Es soltera, tiene 35 años” –decía Codesani en off–. “Esto es lo que tiene para decir”.

A continuación se producía un silencio, luego del cual Giovanna Latte bajaba la mirada y comenzaba a hablar.

“Lo compré en la veterinaria que queda en frente de la casa de mis padres, porque era una manera de tenerlos cerca. Estaba recién separada de Vico, y me sentía sola en este departamento. El veterinario me lo advirtió” –ahoga un sollozo y sigue adelante– “Dijo que había que ser muy firme para criar un dogo. Había que adiestrarlo, alimentarlo bien y no era conveniente tenerlo en un departamento. No lo escuché. Pensé que yo podía hacerme cargo.”

“Al principio todo fue bien. Olaf era un cachorro cariñoso, rodeado de juguetes y afecto. Después lo conocí a Stefan, el holandés” –otro sollozo, esta vez más prolongado que el anterior–. “Nos la pasábamos viajando. Durante esos períodos a Olaf lo alimentaba Fiona, mi vecina de al lado. También lo sacaba a pasear. Era un cachorro de tres meses que pasaba mucho tiempo solo. A todos les caía bien. “Copo de nieve”, le decían en la cuadra. Pero a pesar de Fiona, era inevitable que la soledad tuviera efectos. De eso me culpo…”.

El relato avanza con algunos cortes de edición. Giovanna enciende un cigarrillo, lo olvida en el cenicero. Su mano tiembla. Contiene el llanto por momentos, aunque más de una vez su cara aparece bañada en lágrimas.

“Cuando me separé de Lorenzo, Olaf tenía dos años. Vivía encerrado en el lavadero. Dos veces por día le tiraba comida. Entraba con la escoba en la mano, para defenderme y para barrer los excrementos. Me cuesta decirlo, porque yo soy la responsable, pero se había transformado en un perro malo. Era imposible ponerle la correa, así que hacía meses que no salía a la calle. Estaba flaco y me odiaba. Se le veía en los ojos, en la dentadura. Y yo era la culpable. Si no podía llevar adelante una relación, ¿cómo iba a poder criar a un dogo?”.

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El llanto, en este punto, se vuelve desconsolado.

“Hice las dos cosas al mismo tiempo: empecé a tomar antidepresivos, e inscribí a Olaf en Animals. Pensé: estoy cerca de los cuarenta, es posible que ya no tenga hijos. Quiero dejar algo bueno de mí a los otros, y eso incluye a mi mascota. Al mismo tiempo conocí a René. Nunca antes me hubiera fijado en él. Era profesor de historia en colegios secundarios, gordo, fóbico y hablaba mal el italiano y el francés, que era su idioma de origen. Pero tenía una necesidad enorme de ser amado. Era como si nadie lo hubiera querido realmente, en especial las mujeres, con las que nunca había podido mantener una relación más o menos normal. Olaf, mientras tanto, parecía otro. Ya no me gruñía cuando le daba la comida, y una vez lo dejé circular durante unos minutos por el living, algo que en los últimos tiempos era imposible debido a su agresividad”.

El relato de Olaf en primera persona se dio a conocer en su muro de Facebook, al día siguiente, cuando el testimonio de Giovanna Latte ya se había viralizado.

“Yo desconfiaba del cambio en la señorita Latte, que ahora llora en YouTube. Dice que soy cínico: yo la acuso de cobarde. Me transformó en el espejo de sus defectos. Le agradezco haberme enseñado el desprecio, la tristeza, el abandono. Los hechos me dan la razón”.

El final de la pareja fue abrupto. Una tarde René llegó al departamento de Giovanna para decirle que la dejaba.

“Por otra mujer” –confesó a cámara– “Más joven y embarazada. Cuando se fue lo llamé a Olaf. Si lo hubiera mirado, tal vez sospechaba algo. Estiré la mano para acariciarle la cabeza. Entonces estalló”.

El llanto le impide finalizar el relato que cierra con la voz de Codesani, mientras el zoom se acerca a las cicatrices de Giovanna:

“Cuando los paramédicos la encontraron, estaba inconsciente. Tenía heridas en todo el cuerpo, incluyendo algunos órganos internos como el hígado y el bazo. Que haya sobrevivido es un milagro. Mientras tanto Olaf, el líder, el grande, había escapado y lanzaba consignas revolucionarias en los foros. El resto de la historia es conocida. Yo me pregunto, les pregunto a todos ustedes: ¿es confiable un perro que atacó de esta manera a su ama, que aunque haya tenido sus defectos, lo había ayudado a crecer? ¿No fue ella, al fin y al cabo, quien lo crió, le dio de comer y facilitó su ingreso a Animals? ¿Cómo hubiera sido la vida de Olaf sin Giovanna? Muchas gracias”.

El video generó una discusión intensa en las redes sociales. Los perros y gatos eran, en su mayoría, partidarios de Olaf. En los foros, donde siempre habían sido frecuentes, ahora se multiplicaban con inusual velocidad las experiencias personales de abandono a mano de los seres humanos. El hashtag #NuncaMas fue trending topic en Twitter durante una semana. El ala blanda, que pedía comprensión para los seres humanos, estaba encabezada por los caniches, los fox terrier y los pomerania.

“Atacamos el frente interno pero no es suficiente” –anotó Codesani en su muro de Facebook, con resignación.

Ese último mensaje selló su suerte. Un grupo de cincuenta rottweiler y doberman de extrema confianza de Olaf, que con el tiempo se transformaron en su ejército personal, se acercaron a las oficinas centrales de Facebook. Para entrar contaron con la logística interna de Abe, el labrador de Mark Zuckerberg, que coaccionó desde adentro a los dos guardias de seguridad. De ahí los rottweilers se llevaron el dato del lugar preciso desde el cual se había conectado Codesani por última vez a la web. Lo capturaron en Lucerna, Suiza, en compañía de Giovanna Latte. Ambos se habían instalado en una casa de las afueras, alambrada y sin mascotas. Se los veía poco y nadie sabía bien a qué se dedicaban. En el pueblo se los conocía como “señor y señora Peretti”.

El castigo fue ejemplar y se transformó, en poco tiempo, en el video más visto de la historia de YouTube. “Ningún ser vivo, humano o animal, debería dejar de verlo”, opinó Olaf desde su cuenta de Twitter. El rodaje fue llevado a cabo por los mejores equipos técnicos de Hollywood, que viajaron a Ginebra, donde tuvo lugar la ejecución, custodiados por un equipo especial de perros callejeros rumanos.

También Olaf voló a Ginebra. Algunos dudábamos de que se animara a llevar adelante la cruel sentencia, especialmente porque se trataba de su antigua ama y del agitador que, aún sin quererlo o medirlo del todo, había generado la revuelta en Animals. Pero Olaf razonaba como un estadista desapasionado. Para consolidar su poder, necesitaba demostrarlo. No sólo a los humanos, sino también al resto de los animales.

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Olaf llegó puntual, a la hora anunciada. El estadio de fútbol, donde se realizaría la ejecución, estaba colmado. En las gradas se veían perros y gatos de todas las especies, y algunos humanos. El discurso de Olaf circulaba por la web desde unas horas atrás:

“La piedad, según Wikipedia, es un sentimiento humano. Que hayamos asumido algunas de sus conductas y gestos, no significa que debamos asumir todo. Giorgio Codesani es uno de los responsables de nuestra rebelión. Por ese motivo, le damos las gracias. Pero tampoco seamos ingenuos. No lo hizo por solidaridad con nosotros, sino por capricho, aburrimiento y un oscuro goce intelectual. Distinto es el caso de Giovanna Latte, a quien me une una relación personal de muchos años. Le agradezco alimentarme y haberme permitido ingresar en Animals. Pero no le perdono el abandono al que me sometió, los años que pasé a la sombra de sus caprichos, el afecto malsano que me prodigaba, en el que sólo veo egoísmo y miedo.

Estos dos personajes se confabularon para cuestionarme, pensando que de esa manera serían capaces de abrir grietas en nuestra unidad. Esto habla una vez más de su ceguera. Piensan que por difundir un video sobre mi pasado, que es el pasado de todos nosotros, van a socavar esto que ya es irreversible. Ignoran el alcance de la rebelión, de la que soy un instrumento. Porque no me quedan dudas de que, el día que yo no esté, ustedes van a seguir adelante.

Hermanas y hermanos, la victoria ya es nuestra. Hoy será el día de la consolidación. Para que nadie más, humano o animal, ponga en duda la revolución que está en marcha, es necesario que de una vez por todas suene el escarmiento.”

La ejecución duró unos pocos minutos. Codesani y Latte aparecieron en la cancha de fútbol ante una multitud que ladraba y maullaba enardecida. Temblando, iban tomados de la mano. Hablaban entre sí. Latte, una vez más, lloraba.

Entonces empezaron a verse, desde los vestuarios, a un costado del estadio. El video de YouTube repite su entrada desde diferentes ángulos. Eran cientos de miles, tal vez millones. Habían pasado una semana sin ser alimentadas, y ya se devoraban entre sí en los vestuarios. No tenían espíritu de cuerpo. Nunca habían googleado. Sólo tenían hambre. Latte y Codesani gritaron por última vez antes de que las ratas, desprovistas de sentido, los atravesaran a dentelladas.

5.

Pasaron los años. La revolución, que al principio parecía incluir a todos los animales, se limitó a perros y gatos y sólo unos pocos ejemplares de otras especies. Con temor, en redes sociales de acceso restringido, a veces en código, algunos objetan el carácter autocrático del gobierno de Olaf, a quien ya no le queda mucho tiempo de vida. Si bien él propone a su hijo, un dogo de pura sangre llamado César, como único sucesor posible, en el comité de gobierno y en diversos círculos se habla de la necesidad de un recambio.

El principal candidato es Kuddel, un gato de Angora que nació cuando ya estaba en marcha la revolución. Los expertos en Wikipedia señalan que en la historia humana “era necesario que todo cambiara, para que todo siguiera igual”. Esta opinión, que se vuelve lentamente mayoritaria, respalda la candidatura de Kuddel, que promete desde Facebook “vientos de aire fresco para la revolución”. Una de las propuestas que más revuelo causa, y que sin embargo es apoyada en silencio o abiertamente por gran parte de la población felina y canina, es la de abrir el ingreso a la web a todas las especies animales, muchas de las cuales ni siquiera están representadas por un ejemplar. “¿Qué podrían decirnos los delfines acerca del origen del universo?”, se pregunta un partidario de Kuddel en Twitter. “La gente está cansada de la crueldad y la confrontación permanentes”, reflexiona Mandrake, un cocker spaniel que acusa cuatro años de edad en su perfil de Facebook. “Queremos vivir en paz. Que todos los animales sean iguales, otra vez”.

Olaf está viejo y cansado. Es posible que Kuddel se imponga en las elecciones que se llevarán a cabo en el comité de gobierno, cuando el líder muera. Pero también es posible que su cría y partidarios se subleven a esta decisión. En ese caso se avecinan otra vez batallas y el terror, ahora entre los perros y los gatos. Mientras tanto nosotros, las lauchas, los vampiros, cuervos, sapos, comadrejas y culebras, cucarachas, topos y escorpiones, todos los que nunca dormimos con sábanas, argumentamos en foros ni fuimos mascotas de nadie, seguimos esperando que alguna vez nos llegue la hora.///PACO

 

Alquimia

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Por Fernando Chulak / @fernandochulak

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La primera vez que lo vi pensé que me estaban jodiendo. Una camioneta cargada de bidones de cinco litros paraba en distintas casas. Del lado del acompañante se bajaba un tipo y recogía más bidones. A veces, de las casas salían señoras a saludar. Pregunté, y mi mujer, que vivió siempre por esa zona –Hurlingham– y por eso sabía, me respondió: meo. Una camioneta cargada con bidones de meo.

No sólo no me estaban jodiendo sino que era algo de lo más natural para los que vivían ahí y, según parece, en otros barrios del conurbano. Averigüé: hay una empresa –Biomás SA– que junta la orina de casi 200 mil mujeres para que después un laboratorio extraiga de ahí la gonadotrofina, una hormona que estimula la producción de óvulos y espermatozoides, y que es clave en diversos tratamientos contra la infertilidad. Esta hormona se produce en mayor medida cuando las mujeres entran en la menopausia. En la web de Biomás dice: “Usted desecha algo que otras mujeres necesitan para poder ser madres. Puede brindarle a una madre la posibilidad de tener un hijo, simplemente donando su orina.”

En una nota, leo una de las mujeres que entregan su orina dice: “Me dijeron que era para hacer remedios para las chicas que no pueden tener familia y me interesó. Además, todos los meses me traen un regalo.” Los regalos son: fuentes, frascos de vidrio, ensaladeras, toallas, repasadores, vasos. Todos los meses, del uno al diez, llegan los regalos. Orina a cambio de ayudar, de hacer felices a otros. A cambio de un pack de tres repasadores.

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Se habla de donación y se habla también de regalos a cambio. Lo lamento, pero ambas definiciones son contradictorias: o es donación o se recibe algo a cambio. Bueno, por esta vez voy a hacer la vista gorda a esa falacia: negociemos: una mezcla. A la mujer se le paga por la hormona con una ensaladera. El laboratorio –previo paso por un (supongo) costoso proceso de purificación– obtiene una hormona que después vende carísima. A simple vista, en lo económico nadie pierde. El laboratorio paga barato lo que después vende a caro y las menopáusicas reciben regalos por una orina que, de todas maneras no pensaban usar, y el único costo para ellas es embocar el chorrito en el tarro.

La ecología, al contrario de la ideología conservadora que hoy representa, provocó profundos cambios de sentido para ciertas cosas, como los deshechos. Qué es hoy un deshecho y qué no lo es. Reciclar: resignificar. Alquimia: transformar meo en oro.

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La urolagnia es más conocida como lluvia dorada. Una persona mea sobre otra, tan simple como eso. Como toda buena parafilia, habrá quienes con sólo leerlo pondrán su mejor cara de asco y habrá quienes que se vuelvan locos pensando en la posibilidad de concretarlo.

El peso de la herencia cultural me impide disfrutarlo, pero no puedo negar que existe una imagen por demás elegante: una mujer con las piernas abiertas, en la entrepierna el pelo húmedo, una verdadera cascada y uno de los colores más perfectos de la naturaleza –no como el agua, que es anodina y muda-: un amarillo brillante y perlado; y abajo, alguien que recibe.

El meo como fuente de placer. Ser meado para ser bendecido. Está ahí, la belleza del acto está ahí, es innegable. Y al mismo tiempo no, no puedo: sigo pensando que el meo es mierda pero de otra forma. Aprecio su belleza estética, aunque no estoy dispuesto a pagar el costo por participar. Quizás la riqueza dorada no esté al alcance de cualquiera.

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En la película The Paperboy, el personaje de Zac Efron -el homo eroticus según Disney- tiene un romance con el personaje de Nicole Kidman -alguna vez reina de hielo de Hollywood, que luego abdicó en favor del botox y en esta película vuelve a hacer méritos-. Un pibe de veinte años con una mujer que se dedica a calentar a todos y cada uno de los otros personajes que aparecen.

En una de las escenas, van a la playa y Efron se mete al mar. Para deleite de las adolescentes, la cámara muestra el cuerpo fibroso del muñequito de Disney bajo el agua. Pero de repente aparece un grupo de aguavivas y se lo ve a Efron moverse, gemir del dolor, tratar de escapar desesperado, mientras afuera un grupo de chicas mira sin entender.

Cuando al fin logra salir del agua, está en mal estado, como a punto de desvanecerse. Ve todo borroso, sólo logra enfocar el culo de su mujer, Nicole Kidman, acostada, tomando sol. Hacía ahí va. A los pocos metros, cae desmayado. Una de las mujeres dice: “debe ser alérgico a las aguavivas, hay que mear sobre él.”

Ah, el meo curador. Y entonces aparece Kidman: “Si alguien va a mear sobre él, esa voy a ser yo.” Y a la vieja usanza, como nos enseñó la naturaleza, marca el territorio: mea a su macho. Se pone en cuclillas, abre las piernas larguísimas sobre él, cierra los ojos y deja caer su lluvia de sensualidad.

Según dicen, la escena fue real, la orina era real y no hubo ningún truco ni dobles para filmarlo. No me interesa: me interesa lo simbólico y la intención del director. El mensaje es directo, sin ambigüedades. Y cuando el meo sale de esa Nicole Kidman, y cuando la escena está así filmada, con esa música y en ese contexto, las aguavivas y la alergia son sólo una excusa para demostrar la carga erótica del meo. Y para demostrar que no es un deshecho: es lluvia dorada, meo convertido en oro.

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La definición de lluvia dorada habla de un dominante y de un dominado: el que mea, según parece, domina. El otro es sumiso: sólo recibe. Yo no estoy tan seguro. Meado y meante configuran una relación en la que no termina de definirse si se recibe una ofrenda o una humillación, y si quien entrega, descarta ahí sus deshechos o, más bien, pierde hasta lo más íntimo, se desnuda aun más.

Las menopáusicas son una fuente inagotable: cuando se van unas, el tiempo y la biología genera otras. Pero son las que en su conjunto tienen la riqueza: vejigas llenas de oro, al que sólo falta pulir. Unas dicen que lo hacen por amor, otras por los regalos. No leí que ninguna de ellas admita que lo hace por el placer de que quieran su lluvia, de entregarse como deshecho y que alguien les dé valor, que sus hormonas sean otra vez fuente de fertilidad: de sexualidad.

Lejos de ser ya una práctica marginal, Internet y su universo porno hicieron que hoy la lluvia dorada sea tan mainstream que ya puede verse en Hollywood y en las menopáusicas del conurbano. Sólo falta que algún best seller como 50 sombras de grey lo edulcore o que alguna celebrity salga a militarlo para que se convierta en moda.///PACO

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Máscaras de conejo

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Por Juan Terranova

Desde hace algún tiempo, la publicista y artista conceptual Soledad Valdez empezó a juntar fotos de gente que usaba máscaras de conejos. Todas en blanco y negro. Las empezó a poner en un Tumblr y el resultado es una curadoría hermosa, potente y seductora. No son muchas fotos, aunque hay bastantes. Y no parece haber novedad en el hecho de tener un tumblr pero la serie, muy bien seleccionada, logra una sutileza que no se encuentra siempre en ese soporte. El experimento se llama “Hombreconejo” y puede visitarse en hombreconejo.tumblr.com.

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¿Cómo se te ocurrió hace ese tumblr?

Venía mirando hace un tiempo la galería hipster antropomorfa y me llamaron la atención los conejos por esa mezcla de ternura y perversión que tienen. Porque es como si al conejo de Alicia se le hubiera soltado la cadena después de ver el vídeo del panda violento y de repente salió a cogerse minas por ahí. Y me pareció que estaría bueno juntar y poner en un lugar esas figuras “tiernomacabras” de las cabezas de conejos.

De todos los que subiste, ¿cuál es el que más te gusta?

Tengo tres: Uno de los primeros, el conejo panzón.

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También la coneja doblemente armada:

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Y Emily Ratajkowski deseándole felices pascuas a sus fans me parece encantadora.

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¿Tuviste conejos de mascota alguna vez?

Cuando era chica tuve uno, pero una vez lo quise agarrar para hacerle unos mimos y el muy turro me mordió, así que no le di más bola. Después, una tarde mis dos perros boxer estaban aburridos y se pusieron a jugar con él. Y bueno, chau conejo. Tampoco tendría uno de vuelta, imagínate que lo voy a alimentar y me muerde, no, qué horror. Me darían ganas de hacerlo frito, pero no sé cómo se cocinan los conejos.

¿Tenés o usás máscaras de conejos?

Tengo que encontrar una máscara que me guste para salir a pasear por las tardes. Y unas orejas también, para los momentos hogareños.

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Si tuvieras que hacer otro tumblr con máscara de otro animal, ¿cuál sería?

Con máscara de lobo, en honor a Remus Lupin.///PACO

El Casas del sol naciente

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Por Ariel Idez

En literatura el gusto es el juez más justo, pienso cuando llevo leído un tercio de La supremacía Tolstoi, el último libro de ensayos de Fabián Casas, una hora después de haberlo comprado. Hacía un par de años que no leía a Casas, desde Ensayos bonsái, y creía haberlo perdido en la baulera de las lecturas pasadas; pero a veces el olvido de un autor es una astucia del inconsciente para que no se nos ponga en evidencia cuánto le estamos copiando. Ahora, claro, voy a copiarlo como loco, porque acabo de terminar el libro y tengo su estilo pegado como un sarpullido; eso me preocupa menos que los agentes patógenos inoculados frase a frase a lo largo de 228 páginas que ningún anticuerpo literario podrá eliminar del todo.

¿Qué pasa con Casas? Durante los noventa –como todos los escritores valiosos que surgieron en esa época– era poeta. Tuvo un interregno narrativo a comienzos de los dosmiles con los relatos de Los lemmings y la novela Ocio, rápidamente metabolizados por la crítica literaria como un episodio más en el tedioso “giro autobiográfico” de la literatura argentina. Desde hace unos años es, sin mucho esfuerzo, el mejor ensayista argentino. Hay un hilo conductor en esas metamorfosis, que es su escritura y, en este sentido, una evolución coherente, al menos en su estilo.

Es inevitable, voy a utilizar un truco de Casas para ilustrar cómo funciona ese estilo. En la grieta entre las décadas del ochenta y noventa habitó las canchas argentinas un jugador con nombre cósmico: Sergio Omar Saturno. Era un puntero que llegó a jugar en Boca y Huracán y terminó su carrera en Platense. Saturno tenía dos apodos, desechamos el de “Larva”, por su aspecto físico y nos concentramos en el otro: “Bicicleta”. Se trataba de la jugada homónima que su autor ensayaba exitosamente en cada partido. Todos los defensores sabían que, inexorable como el destino, en algún momento del juego sobrevendría la inefable bicicleta y, sin embargo, no podían evitarla. Otro tanto sucedía con los hinchas (incluso rivales): todos estaban al tanto de lo que Saturno iba a hacer, e incluso esperaban que lo hiciera, pero nadie podía saber cuándo lo haría ni nadie podía hacerlo como él. Los ensayos de Casas contienen un tema, que puede ser docto o plebeyo, al que se tratará de forma inversamente proporcional (se mentará a Deleuze para explicar el juego de la selección holandesa de fútbol del ’74, se hablará del amigo que quiere garcharse a tu mujer para explicar a los posestructuralistas); para ilustrar su punto de vista el autor apelará al acervo de su experiencia (ese saber consuetudinario al que llamamos “calle”) y al de sus copiosas lecturas (que llamamos “saber” a secas);  habrá en el texto algo de sabiduría oriental, alguna epifanía de inspiración zen y una o varias anécdotas extraídas de la vida del autor, de sus amigos o de los autores que le gustan. A pesar de lo que predica, Casas no trabaja en contra de sus aptitudes; su estilo se refuerza y se perfecciona en cada ensayo, como la respiración de un monje budista y el efecto de su lectura es contundente (mucho más sólido, en mi experiencia, que la lectura de estos textos por separado, en las revistas, blogs, diarios o presentaciones en las que fueron originalmente publicados o leídos). Casas no esconde sus trucos: ubica al público en la trastienda mientras desarrolla su acto. Ya sabemos lo que va a pasar, ya sabemos lo que va a hacer y, sin embargo, Casas se desmarca, se escapa al gol.

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Omití un ingrediente de la fórmula: ideas. No hay ensayo sin ideas, tampoco sin estilo. Casas tiene unas cuantas ideas y es generoso con ellas. Hay tipos que se aferran a una idea como el náufrago a la tabla y con eso escriben un libro (o peor: una obra). Casas expone con franqueza lo que piensa, no disimula, no opera, no juega a las adivinanzas con el lector. La repetición de algunas de esas ideas, machacadas a lo largo de libro, le dan más solidez al conjunto, le aportan coherencia. Casas no escribe por escribir, tiene algo para decir y con ese fin no usa al lenguaje sino que se alía con él en un vínculo virtuoso en el que los dos salen ganando. Pero además de las ideas explícitas, enunciadas, formuladas, sostenidas, hay otras ideas intersticiales, rizomáticas, subrepticias. Al contrario de lo que el sentido común podría hacer pensar, Casas cursó en su formación como poeta durante los noventa el mejor y más riguroso taller de escritura. Lejos de las florituras verbales, ese movimiento se propuso, como escribió Daniel García Helder en uno de sus textos fundacionales: “una poesía sin heroísmos del lenguaje, pero arriesgada en su tarea de lograr algún tipo de belleza mediante la precisión”. A lo largo de esos años Casas aprendió a deshidratar el poema hasta dejar sólo lo esencial, parafraseando a Miguel Angel, podría haber dicho que “sus poemas ya estaban ahí, sólo había que sacar las palabras que sobraban del diccionario”. De ahí ese efecto que producen sus ensayos, acrecentado por sus frases cortas, rápidas y precisas como el jab que anuncia el cross, de que “nada sobra” en un camino directo que el lector recorre sobre tierra firme, apisonada en un estilo que diseca los pantanos.

Para decirlo en forma brutal, la retórica fue una disciplina que se inventó en la antigua Grecia para ganar las discusiones. Sus creadores, como los grandes maestros del kung fu, observaron el lenguaje en su estado salvaje y peligroso, es decir, en la poesía, para copiarle las técnicas y formalizarlas. A esos katas de la lengua los llamaron “figuras retóricas”. Esas figuras, de cuyos nombres no quiero acordarme, son como el cinturón de Batman del poeta: ahí están guardados todos los trucos y el talento del vate consiste en saber cuándo y cómo utilizarlos. Aquí se cifra un gran secreto del encanto que ejerce Casas cuando es, en tanto poeta ¡Zas! ensayista. En sus textos las figuras retóricas no son las guirnaldas sino las columnas. Cuando Casas escribe: “Ezeiza, nuestro Woodstock de sangre”, “El lenguaje es el monopolio mediático más peligroso que existe” o “Spinetta compone con máquinas, pero las humaniza, las derrota”, no se trata de que esté diciendo lo mismo de otra manera sino que está diciendo algo nuevo sobre aquello que nombra, al ponerlo en una relación nueva e inesperada con otra cosa. La metáfora es el montaje ideológico del lenguaje y, en Casas, las metáforas piensan y los argumentos narran.

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En materia literaria la propuesta de Casas es reaccionaria, pero no conservadora. Evitando cualquier connotación peyorativa, entiendo reaccionario por “persona o idea que aspira a instaurar un estado de cosas anterior al presente”, en tanto Casas propone, ya desde el título, una restauración realista para la literatura argentina. Aunque también podría ser aquella “nostalgia por lo que nunca sucedió” de la que hablaba Pessoa, ya que cuesta pensar en algún momento en el que el realismo haya sido primera opción de pase en la literatura rioplatense. Mientras el genio de Yásnaya Poliana escribía sus monumentos literarios acá se producían libros rarísimos, ornitorrincos literarios como el Facundo, crónicas avant la lettre como la excursión de Mansilla a los Ranqueles o novelas en octosílavos gauchescos como el Martín Fierro. El intento de fundar en estas costas barrosas una literatura inspirada en los salones europeos dio como fruto el bodriazo de Amalia. Como suele decir Ricardo Strafacce, “el significante no perdona”, tal vez el hecho de que nos emancipáramos combatiendo a los Realistas haya dejado sus secuelas. Pero al mismo tiempo este regreso al realismo no tiene nada de conservador porque casi nadie practica el realismo hecho y derecho en las letras locales. Entre nosotros el realismo cotiza en baja, tal vez por la ausencia de una tradición fuerte en la materia, o por obra y gracia de los dinamiteros de la revista Literal en los ’70, o quizás por la nefasta deriva costumbrista del realismo local y los abusos cometidos en nombre de una literatura “comprometida” que nunca se comprometió con la literatura. En un capítulo de una serie viejísima llamada Lost, el personaje de Benjamin Linus, ante una situación desesperada se mete en una cueva, mueve algo que parece la rueda de un molino y la isla desaparece. Cuando le preguntan qué hizo para trasladar la isla, él responde: “la cambié de eje”, pero ¿cómo se mueve el eje de una literatura? En este punto tengo que admitir que soy bourdieuano, me parece que el buen Pierre le acierta cuando describe las prácticas humanas como acciones orientadas a obtener la mayor cantidad de capital en disputa posible. En el campo literario, por supuesto, el partido se juega por el capital simbólico. Sin embargo hay algo que creo que se le escapa a Bourdieu cuando quiere deducir la aparición de Flaubert de las condiciones sociales de su época, porque si no, habría uno, dos, muchos Flaubert, y Flaubert hay uno solo. Con esto quiero decir, hay escritores tan poderosos que son capaces, ellos solos, de mover el eje y cambiar la literatura de un país. Pero, ¿dónde radica el poder de un escritor? Ese poder se llama influencia y se manifiesta en la producción de sus contemporáneos y sus sucesores a través del contagio, el plagio, la cita, y otras tantas formas de la intertextualidad. Cuando un escritor es muy poderoso  puede lograr que todo un sistema literario orbite a su alrededor. En este momento habitamos la galaxia aireana; por eso no extraña que Casas lo haga blanco de todos sus dardos. Para cambiar el eje hay que mover a Aira. Por eso me apena que Casas no tenga imaginación (no lo bardeo, es algo que él mismo dice), porque tiene el poder, que es el poder del gusto, que se traduce en contagio, en plagio o si prefieren, en influencia. Pero le falta la obra: si Casas se pregunta quién entre nosotros escribirá Anna Karenina se apura a aclarar que no será él.  Y para llegar a las masas no alcanza con las promesas de campaña. Casas diagnostica pero no cura, lega esa tarea a la juventud maravillosa. De todas formas, insinúa que ese regreso al realismo no podría ser ingenuo, que de algún modo tendría que hacerse cargo del revival y ejecutarse a la manera de un cover, sobre todo cuando propone: “La literatura como algo que se escapa de la literatura, la idea de copiar, mixturar, versionar otras voces como centro del trabajo artístico”. Me pregunto qué opinaría si leyera el cover de su novela Ocio que escribió Ever Román en un volumen de “covers de la literatura argentina” que acaba de publicar la editorial Pánico el pánico.

Pero no sólo de literatura hablan los ensayos de Casas o, mejor dicho, su literatura habla de otra cosa. Acá se me impone un acto de honestidad intelectual: literariamente me siento en la vereda opuesta a la de Casas. Y, sin embargo, a veces hasta a mí me cansa la tendencia recurrente de la literatura contemporánea argentina a escribir sobre literatura (un poco como el arte contemporáneo en perpetua reflexión sobre el arte). Arte sobre arte, literatura de la literatura, archirrecontrametaliteratura.  La endogamia mata a las especies. Así que me gusta leer a un escritor argentino que escriba (bien, con estilo, inteligencia y todas las virtudes enumeradas) sobre lo que le pasa en la vida, que le traiga a la literatura contemporánea noticias sobre lo que sucede allá afuera. Me sucedió leer parte del libro de Casas en un campo; mientras leía ese relato extraordinario (como Mi perra Tulip, como Colmillo blanco) sobre la relación entre un hombre y su perro titulado Lovely Rita levantaba la vista y veía una perra border collie, como la Rita de Casas. Borges diría que la búsqueda de coincidencias es un ejercicio baladí; por otra parte no es extraño ver uno de esos perros en un campo, porque son una raza de pastores. El punto es que en ese ensayo Casas cita un libro del filósofo Mark Rowlands que ya me había recomendado un amigo para afirmar que la auténtica prueba moral consiste en la forma en la que tratamos a los seres más débiles que nosotros. La perra del campo rengueaba y cuando pregunté por qué, me contaron que un cuidador anterior le había pegado un tiro en la pata, enfurecido por un error que el animal había cometido en un arreo. “Cosas de campo”, dirían algunos. El mismo tipo, unos años después protagonizó una toma de rehenes cuando la policía fue a detenerlo por las acusaciones de su mujer, a la que golpeaba sistemáticamente. Casas tiene sus ideas y esas ideas cobran más fuerza porque reflexionan sobre el mundo en el que vivimos. Defiende la vida privada frente al avance de las redes sociales, cree en el poder de la mezcla y en los peligros del encierro y el guetto. Libra una batalla a muerte contra la nostalgia, contra el “ayer fue mejor”, promueve una ética basada en el reconocimiento y en el cuidado del otro. Advierte que después de liquidar a dios nos quedamos solos en un agujero negro del cosmos; si no nos cuidamos entre nosotros, pereceremos.

Marco Fabio Quintiliano fue un gran maestro de retórica en el antiguo Imperio Romano. Tras una fructífera carrera, en la que se llenó de plata y honores, se retiró para poner por escrito sus enseñanzas en un libro que se llama Instituciones Oratorias. Ahí le tocó la parada brava de defender su disciplina contra los que la acusaban de ser una engañifa de charlatanes, una prédica persuasiva, pero jamás verdadera. Quintiliano tenía que ensayar una defensa de la oratoria sin hacer uso de su sable jedi del lenguaje. Entonces propuso que flaco favor nos hacemos si negamos el uso de esta herramienta a las buenas causas y la legamos a los villanos. Mejor que todos echemos mano a este recurso y, si la causa es buena, será dos veces buena si es enunciada de modo bello y persuasivo. Yo acuerdo en muchas cosas con Casas y me alegra que esas causas tengan un orador de su talla para presentarlas y defenderlas.

Hay una idea de Casas que me encanta. Está tallada en una frase que habita dentro de una reseña, como un mosquito antediluviano en una piedra de jade, y que casi subrayo en el suplemento cultural donde leí por primera vez: “Los grandes libros, los hermosos poemas, llegan a nuestra vida para enseñarnos a hablar”. Es, también, una defensa genial de la lectura, un motivo –si hiciera falta– para ponerse a leer y no parar más. Yo voy a permitirme añadir un apéndice a esta idea, y es que los grandes libros, los hermosos poemas, también nos enseñan a leer, así como los paisajes no volvieron a ser lo mismo después de los impresionistas; hay cuadros que nos enseñan a mirar, libros que nos enseñan a leer. Ya conté que leí parte de la Supremacía Tolstoi en un campo. Chusmeando la biblioteca de la casa di con un libro técnico sobre crianza de caballos y leí algo en lo que estoy seguro que jamás hubiese reparado de no haber sido por el libro de Casas y que quiero poner por escrito, antes que se me olvide. Según ese texto, los caballos tiene una vista de casi 360 grados, pero, como casi todos los herbívoros, sus ojos están emplazados a los costados de la cabeza, por lo que tienen un punto ciego justo al frente. Cuando un caballo practica saltos hípicos, ve la valla desde lejos, pero en el momento crucial de dar el salto, su cálculo se basa únicamente en su intuición. Para poder saltar, el caballo pierde de vista el obstáculo /////PACO

La expansión de Rumania

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Por Mavrakis

I
Hay una frase falsa de Teodoro Adorno respecto al campo de concentración de Auschwitz: después de Auschwitz ya no podrá escribirse más poesía. Slavoj Žižek la reformuló ajustando los significados de verso y prosa. El resultado es: no es poesía lo que no podrá escribirse después de Auschwitz sino más bien prosa. Michel Houellebecq encontró una variante propia. Su frase es que después de Hiroshima no podrá escribirse ciencia ficción. Me pidieron que sea breve. ¿Podrá haber Unión Europea después de la integración de Rumania? Las noticias desde Europa no son esperanzadoras (para los europeos). ¿Qué tiene este pueblo de Europa del Este, esta nación arrasada por las dictaduras más violentas, hoy dedicada al asesinato estatal de perros, que lo hace incompatible con el resto del continente?

A comienzos de este año, Rumania —junto a Bulgaria— fue anexada por completo a la Unión Europea. Es uno de los últimos países de aquella región subdesarrollada de Europa —donde Steven Seagal filmó varias de sus últimas películas— a la que se llama con condescendencia Europa del Este. La última anexión de países del este del tiempo europeo se había hecho en 2007. Las autoridades laboristas inglesas prepararon a Gran Bretaña para lo que calcularon que sería una invasión de mano de obra barata. Como parte funcional de la Comunidad Europea, los rumanos también tendrían ahora libre acceso a su país. Antes de la llegada había listos unos 5.000 puestos de trabajo para ellos (en términos laborales parecidos a los que un mexicano puede asimilar al llegar a los Estados Unidos). Durante un desayuno con “jóvenes inmigrantes rumanos”, en enero, el laborista inglés Keith Vaz, uno de los políticos más dispuestos a una recepción amistosa de los nuevos europeos, podía verse no tanto incómodo como… estupefacto.

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Los rumanos con los que se sacó fotos —los ejemplares más presentables al pueblo progresista inglés— tenían caras cansadas y ojerosas. En una foto hay dos hombres rubios, mal vestidos, jóvenes. El funcionario inglés toma café y los rumanos toman agua mineral de una botella. Tienen la misma sonrisa de esos chicos de la calle que superaron la adolescencia y ayudan espontáneamente a las viejas a cruzar las avenidas de Barrio Norte. En medio de esa recepción política, la opinión pública era que la llegada de los rumanos colapsaría el sistema de transporte y los servicios sanitarios públicos de las islas. La expectativa ante los primeros inmigrantes con derechos plenos de residencia y trabajo —llegaron en las primeras horas de 2014 en aviones con las cabeceras rojas— era parecida a lo que puedan imaginarse quienes hayan leído esa novela de Coetzee que se llama Esperando a los bárbaros.

II
La historia de Rumania es la de un enorme baño de sangre, seguido por un enorme baño de sangre, seguido por un enorme baño de sangre. No es casual que el Conde Drácula haya fabricado su castillo en ese hermoso país. Pero los inmigrantes rumanos, flamantes ciudadanos europeos, dicen que no vienen por la sangre de sus hermanos. Solamente quieren convertir las libras que ganen trabajando en euros y mandarlas a casa (los inmigrante búlgaros también, pero el espíritu es distinto: entre los búlgaros también llegan hermosas rubias en la flor de la vida, las auténticas bellezas de Europa del Este: la integración está asegurada). Victor Spirescu, un rumano de treinta años que ya había trabajado lavando autos y en la construcción, les dijo a los medios en el aeropuerto que no quería quedarse a vivir en Inglaterra. En un inglés rústico: “I want to renovate my home and to make a good life in Romania because it’s much easier to live in Romania because it’s not expensive”.

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El Primer Ministro David Cameron, por otro lado, propuso recortar el número de inmigrantes este año a Gran Bretaña de 250.000 a 100.000. Cualquier que haya caminado por Londres entenderá que ya no se trata de salvaguardar la pureza étnica del viejo Imperio: se trata de estricta economía. Esto va a someterse pronto a un referéndum (mientras tanto, las páginas de oferta de trabajo siguen publicando los puestos menos atractivos en rumano). Llegaron algunos profesionales de Rumania, también. Médicos con trabajos listos para asimilarse. Pero la asimilación rumana no es nada fácil. En Francia, de hecho, el ministro de Interior Manuel Valls había dicho públicamente ya en 2013 que los rumanos y los búlgaros debían volver a sus países porque eran incapaces de integrarse a Francia. “Oui, nous devons dire la vérité aux Français. Ces populations ont un mode de vie qui est très différente de la nôtre, et ils sont évidemment en confrontation avec les populations locales”. Si el francés no es lo suyo, pueden quedarse con la elocuencia del très différente de la nôtre. En Paris y Marsella los rumanos habían hecho sus campamentos en espacios públicos, habían arrasado con las condiciones de habitabilidad de sus vecinos y su único aporte reconocido a la sociedad había sido en el rubro de la delincuencia y la propagación de enfermedades (estos dos asuntos se cruzaban en uno de los recursos rumanos que más indignaron a sus nuevos anfitriones: para robar los rumanos preferían reclutar menores de edad). Buena parte eran gitanos, obligados a subirse a un avión directo a Rumania.

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III
Muchos de los rumanos que viajan a Inglaterra comienzan el traslado en micro hacia países donde el trayecto en avión resulte más barato. Lo interesante es que ningún rumano va a indignarse por lo que están a punto de leer. En tal caso, es más probable que la educación rumana integre pronto este proceso al resto de la formación espiritual de su pueblo. El primer paso fronterizo es Hungría. Esta es otra nación parecida a Rumania, probablemente más aburrida, pero ya asimilada. Igual que los perros callejeros cuando son aceptados bajo la protección de algún amo misericordioso, los húngaros desprecian a los rumanos. El control de documentos de un micro puede durar hasta doce horas (y la coima para evitar el control cuesta trescientos euros). Ningún rumano se queja: entienden que ser rumano, en el resto de Europa, significa ser gitano. Y nadie confía en los gitanos.

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En los micros rumanos que cruzan Europa no hay inodoros. El vapor adentro está tan condensado que no se puede ver por las ventanas (un periodista hizo el viaje con ellos, pueden googlear). Imaginen un micro cruzando seis países hasta llegar a Inglaterra. Un promedio de setenta pasajeros: carpinteros, mucamas, mozos, niñeras. Los escalafones más bajos del capitalismo de servicios cruzados con los escalafones más altos del estoicismo moral y físico. Lo único que entretiene a los rumanos durante el viaje es alguna radio. Muchos dejan a buena parte de sus familias: esposos, esposas, hijos, hijas, novios, novias. El mismo trabajo que en Rumania se paga con setecientos euros, en Inglaterra se paga con una cifra en libras semejante a dos mil doscientos euros.

Tironeada durante la Guerra Fría tanto por las potencias comunistas como por las capitalistas, Rumania es la clase de país que en términos de participación económica, cultural y política estuvo durante décadas en el no man´s land europeo. El intersticio que por miedo y dudas abandonan todos los contendientes en el campo de batalla. Y esa no es una zona neutral. Por el contrario, esa es la única zona de la batalla en la que se reciben tiros de los dos lados. La franja de tierra donde no existen las trincheras. Piensen un momento, ¿en qué se convierte un país al que llegan las balas y no existen las trincheras? La respuesta razonable es que se convierte en un país invulnerable a las balas, un país cuyos habitantes no necesitan trincheras. Así es como prospera la vida si quiere seguir viva: se transforma. Hay una alternativa literaria: pensar a Rumania como una nación zombie. Pero no un zombie encerrado en una jaula ridícula de bambú, como Corea del Norte, sino un zombie capaz de subirse a un micro sin baños y cruzar un continente para moderle la cara a alguien acostumbrado al calor de las trincheras y a la lejanía de las balas y desfigurarlo para siempre. Pueden llamarlo rechazo, identificación, asimilación. Es el espíritu rumano en expansión, va a seguir adelante de todos modos/////PACO

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Surf rock argento

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Lefunders+(1)

Por Juan Terranova

Lefunders es un grupo de surf rock instrumental. La banda viene tocando en la escena local hace varios años. Ahora presentan su primer disco titulado “Lefunders” y editado por el sello independiente Blast-o-rama Records. Miguel, el baterista responde aquí algunas preguntas. lefunders.bandcamp.com

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Si tuvieran que elegir tres discos ¿cuales serían?

Si lo tuviéramos que elegir tres discos cada uno estoy seguro que todos elegiríamos cosas totalmente diferentes y bizarras. Vamos a tratar de elegir tres discos entre los cuatro: Leave home de Ramones, Calling up spirits de Dick Dale, The Ventures de The Ventures y The Ventures Play Telstar, The Lonely Bull, And Others (1962) + Ventures In Space.

¿Y tres películas que vayan con la música que hace?

Está clarísimo que Pulp Fiction, Back to the beach gran peli y por ultimo otra gran peli Telstar: The Joe Meek Story.

¿Escuchan música argentina?

Claro que sí, lo que más nos gustó e influenció, Todos Tus Muertos, Los Brujos, Loquero, Fun People (en sus principios), Mal Momento y muchas más….

¿No los tienta la idea de cantar?

Hemos hecho varios covers cantados con invitadas e invitados por ejemplo: “Bad boy” de The Beatles, “I walk Like Janes Mansfield” de The 5, 6 ,7 and 8′s, “These boots are made for walkin” de Nancy sinatra y estoy seguro que algunos temas más que no recuerdo.

¿Cuál es el mejor lugar para escuchar la música de Lefunders?

Recis caseros, casa pequeña, se arma mucho pogo, mucho mosh, quilombo, nunca usamos sonido, salimos ahí directo de nuestros equipos, entramos en un trance especial. Y sino lefunders.bandcamp.com. Poniendo “buy now”, $0 pesos, te lo bajás ahora.///PACO

San Valentín

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Por Florencia Angilletta @dolarparty

Las lenguas del orbe no paran de hablar del Papa Francisco, el argentino que nació para cambiar el mundo y que ya fue tapa de la mítica revista que lleva por nombre la banda de rock de la lengua afuera. En esta ocasión, Francisco funda una nueva genealogía: es el primer Papa en la historia que hoy, 14 de febrero de 2014, celebra San Valentín.

Esta festividad teñida de rojo es una tradición anglosajona –especialistas del culto al ocio– que fue ganando países adeptos durante el siglo XX. Hay varias teorías sobre el origen de esta celebración, pero de lo que no quedan dudas es que recuerda el onomástico de San Valentín, un obispo cristiano que creía que el amor es más fuerte que toda ley y por eso, en tiempos de la Antigua Roma, desafió la normativa de Claudio II que impedía el casamiento a los soldados. No hay nada demasiado nuevo bajo el sol: los vínculos entre varones y mujeres, atravesados por el deseo –las *ganas*, la *pasión*– y eso “otro” que, por abreviar, se llama Estado. Resumiendo: el emperador romano suponía que los solteros eran mejores soldados y por eso les prohibió el matrimonio a los mancebos jóvenes. Sin embargo, por mandato divino, Valentín ofició casamientos en secreto hasta que fue descubierto y ejecutado.

Lo demás, se conoce: Valentín fue santificado y, en su conmemoración, la fecha es celebrada como el “día del amor” o “día de los enamorados”. Para muchos, el #14F forma parte de una industria del festejo devaluada, que adopta en nuestro país una tibia fuerza para oxigenar un mes sin feriados ni demasiado consumo post Navidad y post vacaciones. En lo personal, creo que mucho más débil que salir a tomar un vino boutique es no festejar *por principios*, como si algún ser humano pudiera estar a salvo –realmente a salvo– de que la flecha de Cupido atraviese su pequeñito e inmaculado corazón.

El Papa, en un auténtico gesto punk, este año le ha dicho sí a San Valentín. En principio, estaba previsto que recibiera a tres mil parejas y les diera la bendición en el Aula Pablo VI del Vaticano. La única condición que se les exigía a los participantes era que sean novios, y en camino hacia los confites. Sin embargo, la convocatoria superó expectativas propias y ajenas por lo que Francisco decidió cambiar los planes. Finalmente los novios son 17 mil y el evento tiene lugar hoy en la mismísima Plaza San Pedro. El lema de la celebración es “La alegría del sí para siempre”.

Durante 2013 estuvo en cartel la obra Love love love, una muy premiada pieza del inglés Mike Barlett, que aquí contó con la adaptación y dirección de Carlos Rivas, y efectivas actuaciones de Gabriela Toscano y Fabián Vena. No sé si la obra fue suficientemente aplaudida en nuestras tierras. Bajo una trama y un recurso ciertamente trillado, que consistía en contar la narrativa de una pareja mediante el recorte de algunas escenas de sus cuatro décadas juntos, era provocativa y sabiamente amarga. Llevaba al escenario las vidas de dos profesionales que se conocieron en 1967 –casi el mismo año que en Francia decretaron que el amor era una causa más noble que la guerra– y que compartieron una trayectoria verosímil: enamoramiento, matrimonio, dos hijos, separación, divorcio, reencuentro. Lo auténticamente dramático es que ponía en escena, hacia el final, a estos dos personajes ya jubilados, después de muchos años de no verse, y reunidos por pedido de la hija, quien les reprochaba –con poca gracia– que la habían estimulado a perseguir su sueño de violinista y no a hacer algo útil por sí misma. No recuerdo demasiado de las respuestas de los padres, y no creo que importen, pero sí recuerdo que en un momento ellos dejan de escucharla y se poner a bailar, abrazados, mientras suena All you need is love. La hija se termina yendo sin saludarlos, porque ellos ya ni la ven, abstraídos en el baile y en gritar “love”.

No me interesan los hijos que eximen o culpan a sus padres de todo, mucho menos los artistas fracasados. Pero en esa escena vi, terriblemente, el lugar de mierda en que han quedado Los Beatles. Somos los hijos de la primera generación del divorcio espontáneo, divertido, porque sí, porque no funcionó, porque mami y papi te van a querer siempre pero también necesitan más, otra cosa, el fuego, algo. Somos los hijos de una generación que creció escuchando esa canción, también fechada en 1967, rezando ese mantra de “todo lo que necesitas es amor”, o leyendo teorías vaporosas como la de Richard Bach (¿recuerdan a Juan Salvador Gaviota?). Allí, en algunas películas, en algunas tiendas y en otro puñado de canciones, se sustentaba que el matrimonio era una institución caduca, obsoleta y antipráctica. La nueva épica –casi transectorial– era buscar el amor, un alma gemela, un alma de otra vida, la media naranja, la pareja ideal. Cueste lo que cueste. Los planes cambiaron y el mercado se adaptó, el Estado se adaptó y hasta la religión hizo la vista gorda. Desde los ochenta se volvió legítimo, y hasta recomendable, probar el pacto amoroso cuantas veces sea necesario. Una aventura.

En el zeitgeist, cuando parecía que nada en la historia con mayúsculas era demasiado interesante, la siempre camaleónica tribu académica moldeó nuevas teorías bajo el seductor mote de la sociología sentimental de Occidente. Desde Roland Barthes a Eva Illouz –pasando por Zygmunt Bauman– se dedicaron a mostrar, con resultados más o menos *queribles*, cómo el amor es también otro discurso más, socialmente construido y socialmente destruible. No nos alarmemos. Mal que nos pese, este arsenal teórico ha distado mucho de ser el acta de defunción del amor o *el fin del amor*. El amor muta, pero goza de buena salud. Entre muchos otros ejemplos, basta considerar tanto en Argentina, como en varios países desarrollados, el impacto jurídico y emocional de los movimientos de la disidencia sexual en su lucha, no sin fracturas internas, por la sanción del matrimonio igualitario.

Tengo una hipótesis: estos dos eventos tan aparentemente lejanos en las geografías culturales y en las agendas públicas –la LGBT militando para poder casarse, el Papa Francisco y su bendición masiva de jóvenes cual love parade– muestran el *retorno del amor*. Y el amor es impensable sin el matrimonio, aun en sus formas mutantes, aterciopeladas o viscosas. Matrimonio is not dead –pese a los varios que aun no se suben al tren de la historia–. Somos una generación que pasó sus fines de semana con la mochilita al hombro, que lidió con las nuevas parejas de sus padres, y que ni se imagina la vejez de sus ancestros solteros. Somos también una generación que está sacando al amor conyugal de ese pesado armario de lo choto y se lo reapropia, como una tecnología más, como una guerra más, como un fracaso más, como un capital más, como una calentura más, como una responsabilidad más, como una infidelidad más, como una idiotez más, como una moda más. Hace veinte años era una aventura no claudicar en la búsqueda del garche perfecto, hoy la aventura es el compromiso de elegir a alguien con el que coger todos los días. Quizá seamos igual de limitados y neuróticos que nuestros padres, pero al menos estamos reinventado el modo de aburrirnos de a dos.

Me imagino dentro de no muchos años, cuando nuestros hijos sean adolescentes –y los zombies y Twitter les parezcan una pavada–, que algún escritor o escritora agitará por ahí, con entusiasmo lábil, “No casarse es de derecha”. Mientras confío en el destino concluyo con una anécdota del propio Francisco. En 2012 el Papa aclaró que en la ceremonia del casamiento la Iglesia no pregunta “¿Estás enamorado?” sino “¿Querés? ¿Estás decidido?”. Y no es menor, porque según Su Santidad: “El enamoramiento debe hacerse verdadero amor, implicando la voluntad y la razón en un camino de purificación de modo que todo el hombre, con todas sus capacidades, con el discernimiento de la razón y la fuerza de voluntad dice realmente: ‘sí, ésta es mi vida’” ////PACO

Colón, una fantasía ideológica

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Por @patoerb

Furio Giunta -Creía que Colón era un héroe en los Estados Unidos.
Ralph Cifaretto -Son los aborígenes y los malditos comunistas. Quieren pintar a Colón como un traficante de esclavos y no como un explorador.
Christopher Moltisanti -Tienes que admitir que masacraron a los aborígenes.
Silvio Dante -Les dimos muchas cosas para compensar eso.
RC -Tierras, reservas…
SD -Y ahora los casinos.

De esta manera inicia “Christopher”, tercer episodio de la cuarta temporada de Los Soprano, probablemente uno de los cinco mejores capítulos de toda la serie. El capítulo gira en torno a la controversia que genera la figura de Colón en Newmark, New Jersey. Por un lado, la colectividad italiana; por otro, la comunidad aborigen. En principio todo parece ser una disputa por la memoria de “El Descubridor” de América, entre aquellos que pretenden recordarlo como un “explorador” y los que prefieren recordarlo como un “genocida”.

“Escuchen esta mierda (señala Bobby Baccalieri, y lee en voz alta): ‘El Consejo de Asuntos Indígenas de New Jersey anunció que interrumpirá el Desfile de El Día de Colón en Newark. El jefe del Concejo, Del Redclay, profesor de Antropología Cultural dice que concejales y partidarios se acostarán en el camino para protestar contra el rol de Colón en el genocidio de los pueblos aborígenes de los Estados Unidos. Para comenzar su protesta, los aborígenes y sus partidarios realizarán una guardia en la estatua de Colón en el Parque Cristobal Colón”.

Guerra de monumentos

Buenos Aires, marzo de 2013. el Gobierno Nacional anuncia que reemplazará el monumento de Cristobal Colón por una estatua de Juana Azurduy de Padilla, donada por el presidente de Bolivia Evo Morales.

Buenos Aires, abril de 2013. El 23 de ese mes la ONG Basta de Demoler radica un amparo para impedir que se traslade el monumento de Colón a Mar del Plata.

Buenos Aires, mayo de 2013. El día 30 de ese mes la Legislatura porteña aprueba una ley que dicta que “Para sacar o poner un monumento en el espacio público de la Ciudad es necesaria una ley de la Legislatura que lo apruebe”.

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No lo saben, pero lo hacen

Qué representa una disputa de estas características, por qué la colectividad italiana y la comunidad aborigen de Newark se abrazan a la causa de la memoria con tanta voracidad. “Ellos no lo saben, pero lo hacen”, es la fórmula marxiana que recuerda Zizek en el Sublime Objeto de la Ideología. En el capítulo “El síntoma”, el autor rompe con la idea de que la ilusión ideológica está en el saber, plantea que la ilusión está en la realidad; es en la disputa italianos versus aborígenes donde nos encontramos con una ilusión fetichista. Marx, recuerda Zizek, habla de la “religión de todos los días” y señala: “Las raíces del idealismo filosófico especulativo están en la realidad social del mundo”. Finalmente Zizek pareciera hablarle a los protagonistas de esta historia y afirma: “Saben muy bien cómo son en realidad las cosas, pero aún así, hacen como si no lo supieran”. Esta ilusión es la que el autor llama “fantasía ideológica”.

Epifanía racial

Ante la insistencia de la familia, Tony Soprano -no muy convencido de la causa- intenta frenar la protesta aborigen en el desfile del 12 de octubre. Vía Hesh (Jerry Adler), el financista de confianza de la mafia, logra el contacto del jefe tribal de los Mohonks y presidente de Empresas Mohonk. Lo curioso es cuando se encuentran y descubren que es un hombre blanco caucásico de nombre Doug Smith.

-Tengo un casino de 250 millones y una fuerte clientela italoamericana (…) estas organizaciones no entienden la actividad económica que mantiene a la comunidad aborigen. Viví casi toda mi vida como blanco hasta que tuve una epifanía racial y vi que era mohonk: la madre de mi abuela paterna era un cuarto mohonk- explica solemnemente Doug Smith.
-¿Todo esto sucedió con Ley de Casinos, no?- pregunta Tony Soprano.
-Más vale tarde que nunca- afirma risueño Doug Smith.

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RealPolitik

Buenos Aires, diciembre de 2013. El día 17 de ese mes la ONG Basta de Demoler denuncia un acuerdo entre el Gobierno Nacional y el GCBA para trasladar el monumento a Colón. El traslado “viola la nueva ley que sancionó recientemente la Legislatura porteña” (ver mayo).

Buenos Aires, enero de 2014. El día 17 de ese mes el diario La Nación denuncia que aparecieron quebradas partes del monumento,

Buenos Aires, enero de 2014. El día 18 de ese mes, Página/12 publicó declaraciones del escultor a cargo de la restauración desmintiendo a a La Nación.

James Caan no es italiano

Por un lado, James Edmund Caan, recordado por su temperamental Santino Corleone en El Padrino; por otro, Iron Eyes Cody, actor hollywoodense referente de la comunidad nativa americana. Lo curioso es que ni Caan es italiano ni Iron Eyes Cody tenía sangre aborigen. ¿Acaso importa que Caan haya nacido en el Bronx y que sea hijo de Sophie y Arthur Caan, pareja de inmigrantes judíos alemanes? ¿Acaso importa que Iron Eyes Cody, actor de películas como Son of Paleface y Sitting Bull fuera en realidad hijo de sicilianos? La respuesta a las dos preguntas sin dudas es “No”. Tanto Caan como Cody están atravesados por el síntoma de la verdad, tanto de la colectividad italiana como de la comunidad aborigen.

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Aquí es cuando Tony Soprano se pone el traje de filósofo y apela al cinismo como forma de ideología, olvidándose de la mistificación que atraviesa a la realidad de la discusión que se generó entre italianos y nativos americanos y interpela a Silvio Dante.

“¿Todo lo bueno que tenés en la vida te lo dieron porque eres calabrés? Te diré la respuesta: no. Tenés un hijo inteligente en Lackawanna College, tenés una mujer guapísima -al menos cuando te casaste con ella-. Tenés uno de los bares exóticos más exitosos del norte de New Jersey. ¿Tenés todo porque eres italiano? No, porque sos vos, porque sos inteligente, por lo que sos. ¿Dónde mierda está nuestra autoestima? Esa mierda no viene de Colón, El Padrino ni de Chef Boyardee”.

chefboyardee2

Back to blood

En Crítica de la razón cínica, Peter Sloterdijk señala que el sujeto cínico está al tanto de la distancia entre la máscara ideológica y la realidad social, pero pese a ello insiste en la máscara: “ellos saben muy bien lo que hacen, pero aún así lo hacen”. Tony tiene bien claro que hay un interés particular oculto tras una universalidad ideología, pero aún así no renuncia a ella. Y está bien. Ya lo dijo Tom Wolfe en su última novela Bloody Miami: “A todo el mundo, a la gente de todas partes, le queda una última cosa en la cabeza: ¡los lazos de sangre! A todo el mundo, en todas partes, sólo le queda una cosa… ¡Volver a la sangre!/////PACO

The Economissst

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NUKES-READY

por @LineaRotativa

Argentina tiene un gran problema esssstratégico: la falta de capacidad militar y de armamento essstratégico.
Léase nukes.
Todo lo demás se arregla en una o dos generaciones.
50 años give or take.
Agua sobra, territorio sobra, recursos naturales sobran.
Sólo hace falta poronga militar para defenderlos y mano de obra para explotarlos.
Argentina no tiene desastres naturales ni conflictos étnicos.
100 años en la historia humana es una nada.
Es apenas un fotograma en una película.
EL DESARROLLO ECONÓMICO Y TECNOLÓGICO ES UNA CONSECUENCIA DIRECTA DEL PODERÍO MILITAR y TERRITORIAL.
Lean un poco de historia, manga de gilipollas.
A ver.
Problemas, lo que se dice problemas, tiene España.
No tiene población, recursos naturales ni territorio.
No tiene essstatura militar ninguna.
Podría perder Catalunya y Euzkadi a la primera de cambio.
El Reino Unido tiene problemas.
Hace apenas 100 años era un imperio hegemónico global.
Hoy es un perro faldero de otro imperio que ya ha empezado a declinar.
Europa tiene un problema gravísimo: bajísima fertilidad, territorio exhausto y un asedio musulmán que no es joda.
El viejo continente no va a resistir mucho más el vendaval que viene de Oriente.
Problemas tiene Issssrael.
Un Náutico Hacoaj en el desierto, rodeado de alambres de púas y enemigos acérrimos con armas tácticas.
Problemas tiene Japón y Corea.
Dos países territorialmente insignificantes con un vecino envalentonado.
China, que ya no está dispuesta a comerse más mojadas de oreja como con Taiwán.
Problemas tiene EEUU.
EEUU tiene el 5% de la población mundial y consume el 50% de las drogas ilegales.
EEUU produce el 40% de la contaminación del planeta.
Por algo EEUU gasta más en armamento que todos los demás países del mundo sumados.
Los shankis no se reproducen, ya no follan, prefieren sodomizarse mutuamente, tienen sólo 300 millones de habitantes obesos y sus fronteras bajo altísima presión.
El gran problema global son las “democracias occidentales” con armamento essstratégico (nukes) que ni bien empiecen a ver decaer su nivel de vida se verán desesssstabilizadas políticamente y pueden llegar a ser víctimas de dictadores mesiánicos con problemas de psicopatía.
Hitlers.
¿Qué hace un país con armamento nuclear cuando ve su economía estancada y a sus clases medias arrastradas a la pobreza y el descontento?
Simple: usa ese armamento nuclear para ejercer influencia en países vulnerables.
Volviendo al pago chico: en los próximos años Argentina empezará a recibir oleadas inmigratorias como hacía décadas que no veíamos, de los cuatro puntos cardinales del planeta.
Con las enormes consecuencias socioculurales que esto conlleva.
Olvídense de la Argentina que conocen o conocieron.
Olvídense de lo que fuimos o de lo que creímos haber sido.
Nunca volverá.
Viene algo muy muy diferente.
Esperemos que sea mejor.///PACO

Niños rumanos

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Por Juan Terranova

El titular de la nota dice “Los crueles experimentos extraterrestres de dictador rumano.” La bajada es igual de explícita: “Nicolae Ceausescu permitió que seres de otros planetas utilizaran a niños como conejillos de indias.” No hay mucho más. ¿Quién informa? ¿Quienes son las fuentes de este hallazgo doble en el que se confirma la vida extraterrestre y también sus crueles vinculaciones con el comunismo? Crossover de géneros, la novela de la Guerra Fría se encuentra con el fenómeno ovni. Los dos filos paranóicos de la década del 50 sufren aquí un upgrade desprolijo pero seductor.

El portal mexicano donde leo la noticia se llama Milenio Novedades. Se trata del clásico medio gráfico low-fi de la era web. Antes de volver a “Los crueles experimentos extraterrestres de dictador rumano” pasé por la elección de Miss Cancún (con foto), muerte de un torero por recibir cornada en el rostro (sin foto) y “robots reemplazarán mano de obra humana en Google.”

Niñosrumanos

 Desde luego aquí las “fuentes” son lo que menos importa. La información la aportan “estudios hechos por agentes del Servicio Secreto de Estados Unidos” que “han hallado fuertes y sólidas evidencias.” Internet, en sus fondos pero también en su superficie, convirtió el “Recurso Revista Muy Interesante” en un gesto habitual de autoridad. (“Investigaciones de la Universidad de Massachusetts…”) Cito otra vez: “Parece ser –a decir de las investigaciones del Servicio Secreto- que Ceaucescu hizo un macabro trato con los alienígenas.” ¿No tiene la palabra “macabro” una bella tradición periodística ella sola, separada de cualquier enunciado? Macabro trato. Macabro hallazgo. Los hombres del poder comunista son descriptos siempre como crueles, los extraterrestres, como fuerzas pulsionales sin sentimientos. No hay contornos ambiguos ni figuras alejadas de sus respectivos géneros cinematográficos. No hay misterio de ningún tipo, ni tampoco innovación. Los extraterrestres son “unos raros personajes de gran cabeza y figura estilizada.” También se describe una área protegida donde se realizaba el siniestro comercio: “El dictador puso a disposición de ellos a cientos de niños pequeños de un orfanato que se abrió en el ala norte de la zona custodiada.” No hace falta más para imaginarnos las paredes grises de las instituciones comunistas, los alambres perimetrales, la proyección del desamparo burocrático, su violencia sorda. El Estado moderno periférico que frecuentamos nos provee referentes concretos. Y la historia reciente y el cine nos formaron para comprender que si alguien podía venderles niños a los alliens esos eran los satélites del comunismo estalinista. (Nuestro totalitarismos vernáculos de derecha se volvían pobres candidatos al intercambio por su carencia endémica de tecnología, supongo.)

Dentro de la nota hay cierto trabajo con los detalles que aportan bastante al frágil y sensorial andamio sobre el cual se apoya la narración. “¿Qué tipo de experimentos realizaron los extraterrestres con los niños pequeños?” se pregunta el redactor anónimo. Responde con muerte: “Nadie lo sabe. Las enfermeras y cuidadores de los chiquillos todos fueron asesinados misteriosamente apenas comenzaron las investigaciones por parte de los norteamericanos. El caso es que lo que hicieron con los infantes los volvió locos y el hospicio fue más bien un manicomio.”

¿Qué sigue? Hambre, torturas, mutilaciones, excrementos. Los internos enloquecen. Se citan violaciones grupales. Se señala que “los pequeños carecían de algunos dedos de las manos o en los pies, o de algún órgano interno” mientras “las cabecitas pegajosas estaban llenas de piojos y otros bichos” y “los bebés tenían los pañales sin cambiar desde hacía mucho tiempo y se les movían de manera grotesca, ya que estaban llenos de gusanos.”

El climax lo tiene la informante directa: “Una pequeña llamada Emilia, de ocho años de edad, quien todavía conservaba cierto grado de lucidez comentó a los agentes que unos hombres deformes, de trajes brillantes y que bajaban de una especie de huevos voladores, les hacían muchos estudios. Les sacaban sangre, fluidos de su cuerpo, y ella fue varias veces penetrada con un aparato parecido a un ’vaginoscopio’ y que le provocaba mucho dolor, fiebre y calambres. El dictador les mandaba papas y hierbas para que comieran, y los asesinos cuidadores trataban a las víctimas peor que a bestias. (…) Emilia dijo además que los hombrecillos “hablaban muy raro”, en una especie de zumbidos molestos y chillantes.” 

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Hombres deformes, huevos voladores, sangre y fluidos, penetraciones, calambres, todo confluye en un lenguaje que no es lengua, apenas “zumbidos molestos y chillantes.” Así las cosas, la sintaxis, la adjetivación, la denuncia irracional y la información de este artículo brutal resulta olvidable. “Desprolijo pero seductor” dije. Me explico. Más allá del cruce de géneros, de los detalles escabrosos, más allá del gore allien y la imagen –muy siglo XX– del dictador inescrupuloso, la idea de un Estado que “experimenta” con los más débiles está diciendo algo.

¿Hay un borde que marca la racionalidad extrema fracasando y dejando al descubierto la brutalidad de un sistema decadente? Quizás, pero no centraría la lectura en el comunismo. Hay algo que lo excede. De hecho, encuentro afinidad entre este Ceaucescu meets bad-ETs y el Larvas de Castelnuovo. Cito a Castelnuovo: “Mientras los “cráneos” del reformatorio se devanaban los sesos para clasificar a los asilados con el mayor rigor científico como se clasifica a los yuyos medicinales o a los insectos portadores de enfermedades palúdicas, los celadores, ignorantes y analfabetos, que se habían adueñado prácticamente del establecimiento, mataban a palos a las criaturas al margen de toda clasificación académica.”

El párrafo podría reecribirse así: “Mientras los políticos soviéticos se devanaban los sesos para implementar las glassnost con el mayor rigor científico como se clasifica a los yuyos medicinales o a los insectos portadores de enfermedades palúdicas, los celadores, ignorantes y analfabetos, que se habían adueñado de Rumania y entregaban a las criaturas a sádicos extraterrestres que se ubicaban al margen de toda clasificación académica.”

Comunistas o no comunistas, incluso los aliens son crueles con sus experimentos. Armados de una ciencia superior e inexplicable también ellos participan del fracaso de la modernidad.

Pero hay algo más. Entre los platos voladores y la Rumania alucinada de Ceaucescu, está el tema del experimento. ¿Por qué nos interpela tanto esa práctica? La historia aporta datos más confiables que un portal de noticias bizarras. Después de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, el Ejército de los Estados Unidos probó gases en soldados rasos que ignoraban el experimento. Las fotos de estos soldados gaseados muestran erupciones cutáneas y quemaduras de tercer grado. También en los años 40, un grupo indeterminado de guatemaltecos –prostitutas, presos, huérfanos– fueron infectados con sífilis, gonorrea o chancro en el marco de un Programa de Investigación sobre Infecciones de Transmisión Sexual dirigido por el doctor John Cutler para el Servicio Público de Salud de los Estados Unidos. Los muertos, reconocidos hoy por la Casa Blanca –Obama habló al respecto–, fueron ochenta y tres, pero se estima que la infección pudo haber alcanzado hasta a cinco mil individuos. En la década del 50, la CIA sembró cepas de tos ferina en la Bahía de Tampa con doce personas muertas como resultado. También zonas carenciadas de San Francisco y diferentes ciudades de la Florida fueron deliberadamente atacadas con mosquitos portadores de fiebre amarilla. En un pliegue perverso, los militares se disfrazaban de agentes de sanidad y ayudaban a la población afectada mientras estudiaban los efectos de las pruebas. Albert Kligman, un dermatólogo conocido por haber patentado una crema eficaz contra el acné, dirigió en 1951 y 1974 la inoculación sistemática de agentes patógenos a reos de la cárcel de Holmesburg en Philadelphia. A los presos se les decía que participaban en un tratamiento “dermatológico” y se les pagaba. Como en otras partes del mundo, aunque con más medios a su disposición, durante la década del 60, dependencias hospitalarias estadounidenses intentaron diferentes terapias de aversión para tratar la homosexualidad. Las “curas” incluían electricidad e inyecciones vomitivas o diuréticas. Todos estas “innovaciones” en el campo de la ciencia aplicada dejaban secuelas y si se conocieron fue gracias a escándalos o denuncias. Es fácil suponer que muchas pruebas similares nunca llegaron a la opinión pública. 

President George W Bush visits CIA Headquarters, March 20, 2001.

De hecho, los experimentos con enfermos mentales, estudiantes, soldados, marginales y marginados de todo tipo se registraron hasta bien entrada la década del 80 y, de una u otra manera, aun se continúan haciendo. Pero la más sorprendente y a la vez opaca estrella de esta constelación, heredera directa de la paranoia producida por la Guerra Fría, fue el Proyecto MK-ULTRA. Pese a que algunos de sus archivos fueron desclacificados en 1975, sus enormes bases de datos se destruyeron en 1973 y por eso el MK-ULTRA todavía se mueve entre la ciencia y la leyenda urbana. La historia empieza cuando, con el objetivo inicial de producir una droga de la verdad de simple administración que hiciera rendir al máximos sus trabajosos interrogatorios, desde 1953 hasta ya bien entrada la década del 70, la CIA financió y realizó experimentos que derivaron en una amplia gama de atrocidades científicas.

Aparte del “suero de la verdad”, la agenda de MK-ULTRA incluía la investigación de métodos que produjeran “lavado de cerebro” y “control mental.”Para lograrlo los investigadores usaron terapia de choque, sensibilizamiento con sonidos e imágenes repetitivas, privación de sueño, aislamiento, radiación, barbitúricos, anfetaminas, psicofármacos, y muchas otras drogas. En Wikipedia hay una lista donde se detallan sustancias y tratamientos que, en el marco de esas investigaciones, producían en los sujetos experimentales estados hipnóticos, amnesia, sueño, desvanecimientos súbitos, pérdida de la conciencia, anemia aguda, parálisis en brazos y piernas, confusión o euforia extrema, alteraciones en la personalidad, y déficit auditivos o visuales. Las personas usadas en estos tests eran empleados de la CIA y miembros de las Fuerzas Armas, pero también indigentes, prostitutas, civiles con enfermedades mentales e incluso los propios enfermeros que atendían a los pacientes. La mayoría de las veces no se le avisaba al sujeto del experimento que este iba a ocurrir. El 1953, el proyecto consumía el seis por ciento de los fondos de la CIA y se dice que Theodore Kaczynski, quien después sería conocido como el Unabomber, fue sujeto de una serie de pruebas que agentes encubiertos de MK-ULTRA realizaron en la Universidad de Harvard entre el otoño de 1959 hasta la primavera de 1962. (La novela Ojos de fuego de Stephen King tematiza esas incursiones en los campus universitarios.)

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Se dice que con el sugerente nombre de Operación Clímax de Medianoche, la CIA equipó burdeles con espejos de un solo sentido y drogó a una serie de habitués con LSD para luego filmarlos. Otras pruebas con voluntarios incluían la administración de LSD durante setenta y siete días consecutivos. (¿Cómo era la toma? ¿Cómo quedó la cabeza de esa gente? ¿Qué hicieron durante todo ese tiempo?) Si el LSD fue una de las drogas fetiches del Proyecto, en esto la CIA no resultaba original. La experimentación seudocientífica con LSD era moda. En 1962, Warren Thomas, director del Lincoln Park Zoo en Oklahoma City, le inyectó tres mil veces la dosis humana clásica de LSD a un elefante llamado Tusko. ¿Podía incidir la droga en la agresividad de los elefantes machos? Warren Thomas nunca lo supo. Tusko murió entre “extrañas convulsiones.” El LSD fue legal en los Estados Unidos hasta 1966. Igualmente, ¿de dónde sacó esa cantidad el director de un zoológico? ¿Cómo se la aplicaron al elefante?

En Canadá, MK-ULTRA construyó un hospital psiquiátrico donde, bajo la dirección del médico escocés Donald Ewen Cameron, se experimentó con todo tipo fantasías conductistas. Cameron tenía, según Wikipedia, una “teoría en la corrección de la locura, que consistía en borrar memorias existentes y la reconstrucción de la psique por completo.” La CIA se mostró interesada y financió experimentos que consistían en poner a los pacientes en estado de coma inducido por drogas durante semanas mientras se los afectaba con sonidos o músicas que se repetían. Cameron se había hecho conocido como parte del tribunal médico de Nuremberg entre 1946 y 1947, donde llegó entrevistarse con Rudolf Hess. Luego fue el presidente de la Asociación Americana de Psiquiatría y después de la Asociación Mundial de Psiquiatría. La mayoría de estos experimentos, sino todos, son hoy condenados por tribunales de ética médica que, desde luego, siempre funcionan a posteriori. Ya sabemos que la técnica va siempre adelante. Y si en su camino encuentra un desdichado, él paga el precio del progreso. En sintonía con esto, el Proyecto MK-ULTRA coincidió con el momento de auge del sueño americano cuyo confort muchas veces era consecuencia directa de los avances económicos, tecnológicos e industriales que había producido la Segunda Guerra. El proyecto MK-ULTRA y el Sueño Americano unidos como si los Estados Unidos fuera un madre violenta que tiene un hijo obediente, cristalino, trabajador y limpio y otro sucio, drogadicto, escondido y psicópata. No se trata de un pliegue ajeno al siglo XX.

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Ahora bien, si Richard Helms, el director de la CIA en 1973, no hubiera entrado en pánico por los descubrimientos del Watergate, y no hubiera dado la orden de destruir los protocolos y la burocracia del Proyecto MK-ULTRA, hoy quizás sabríamos algo más. Pero nuestra ignorancia de ciertos casos, fechas, nombres y procedimientos, no quita que, al vivir en Occidente y en la periferia de América, dejemos de comprender qué significa ser un niño rumano, un habitante de la modernidad periférica.

¿Termino acá? No, embalado, sigo un poco más. Ahora leo un “listado de productos hechos con bebés abortados.” La lista se circunscribe a México y señala empresas como Cadbury-Adams, Nestlé, Starbucks y Alimentos Kraft. Según esta denuncia, productos como chicles, café instantáneo, helados, bebidas gasificadas, cremas hidratantes, mayonesas, chocolates, sopas instantáneas, caldos de pollo y condimentos industriales contendrían “células, proteínas y DNA de origen fetal, de abortos a las 14 semanas.”

¿Una nota más para otro portal berreta de noticias escandalosas? Abundan historias que se acercan. Están, por ejemplo, como las siniestras “dead baby pills” que se fabrican o se fabricaron en algún momento en China. Testeadas por un equipo de documentalistas coreanos, estas grageas dieron un resultado de “99.7% HUMAN.” WeirdAsiaNews.com, un sitio bastante completo a la hora de conocer los prejuicios que tiene Occidente con Oriente, dice: “La compañía médica almacena estos bebés muertos en una heladera familiar, y así nadie puede encontrarlos. Después, cuando ya están listos para ser usados, ponen el bebé muerto en un microondas de secado médico, también ubicado en la casa de alguien. Una vez seco, lo muelen y lo pone en una cápsula.”

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¿Una compañía médica? ¿Bebés en una heladera? ¿“Medical drying microwave”? La cosa suena bastante artesanal, si no directamente de película de terror clase B. Imaginemos esa cocina en los suburbios de Shanghai. Imaginemos su nivel de higiene, los olores que la llenan y la impregnan. Un chino abre esa heladera una tarde de calor: una heladera donde también se guarda un plato de fideos fríos con grasa de cerdo. Y luego, sin mediaciones, imaginemos el salto a Occidente: ¿Pepsi.Co pasa bebés abortados por el microondas para hacer su Seven-up? Sabemos que en China puede ocurrir cualquier cosa. Por ejemplo, gente que come bebés con el ánimo de preservar su salud. WeirdAsiaNews.com consiguió unas fotos donde se muestra la cocción, preparación y presentación final. Estas contundentes pruebas fotográficas hacen quedar al chino de la heladera como un farmacéutico responsable. La nota incluye este párrafo:

On March 22, 2003, police in Bingyan, Guangxi Province seized 28 female babies smuggled in a truck from Yulin, Guangxi Province going to Houzhou in Anhui Province. The oldest baby was only three months old. The babies were packed three or four to a bag and many of them were near death. On the morning of October 9, 2004, a person rifling through the garbage on the outskirts of Jiuquan city in the Suzhou region, found dismembered babies in a dumpster. There were two heads, two torsos, four arms, and six legs. According to the investigation, these corpses were no more than a week old and they had been dismembered after cooking. Although China has laws that prohibit the eating of human fetus, the regime’s forced abortions to ensure the one child policy is strictly adhered to thereby creating many opportunities for these sorts of atrocities to occur.”

Y ahora las fotos.

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¿Verdad o fake? No olvidemos que los chinos siguen siendo comunistas y no hay que creer todo lo que los capitalistas dicen de los comunistas… Sin embargo, más acá del exotismo chino y sus aterradoras fotografías, lejos de las fantasías caníbales, existe una empresa de biotecnología llamada Senomyx y siguiendo ese nombre en Google se puede llegar a un artículo algo más elaborado.

Fechado el 17 de marzo del 2013, el artículo se titula “Como las Células de un Feto Abortado son Utilizadas para Crear Novedosos Potenciadores de Sabor.” (Copio el uso de las mayúsculas del original.) Lo firma un tal Doctor Joseph Mercola que estaría de alguna manera ligado al New York Times y a quién Wikipedia define como “an alternative medicine proponent, osteopathic physician, and web entrepreneur, who markets a variety of controversial dietary supplements and medical devices through his website, mercola.com.” El artículo en cuestión está en la versión castellana de su sitio. Allí se explica que de acuerdo con un informe de la CBS News de junio del 2011, setenta de las setenta y siete patentes de Senomyx presentó a mediados de ese año nombraban el uso de un compuesto llamado HEK 293. Según el Doctor Mercola, “estas son las células embrionarias de riñón originalmente recolectadas de un feto sano, abortado voluntariamente por los años 1970s.” El “HEK” identifica las células como células renales, y los “293″ indican que las células provienen del experimento 293avo. O sea que mientras el MK-ULTRA dejaba de existir, en otra parte del mundo las células del riñón de un niño abortado comenzaban un largo ciclo de clonación para terminar “ayudando” a mejorar los sabores de los alimentos serializados. Un recorrido largo y no menos complejo que el de la CIA buscando la droga de la verdad.

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Estas células han sido clonadas por décadas, ya que ofrecen una forma fiable de producir nuevas proteínas, mediante alimentos modificados genéticamente. Senomyx ha manipulado las células HEK293 para que funcionen como células receptoras gustativas en los humanos. (…) Esto se hizo mediante el aislamiento de los receptores gustativos encontrados en ciertas células, y añadiéndolas a las células HEK.” Hasta acá llega el Doctor Joseph Mercola, cuyo nombre parece susurrarnos demasiadas asociaciones libres y que, desde luego, no se despide sin privarse de aclarar que “al final descubriremos que este método de potenciador de sabor tiene múltiples consecuencias imprevistas, tanto metabólicas como biológicas”. Pero ¿y entonces? Según se entiende podrían llegar a haber de estas células activas en los “potenciadores” o “ingredientes” con los que Senomyx provee a marcas líderes y cuyas fórmulas ninguna ley le obliga a develar.

¿Consumimos o no fragmentos miles de veces copiados de un bebé muerto en productos tradicionalmente relacionados con el esparcimiento, la nutrición y la felicidad televisiva? Mientras nos hacemos esa pregunta la discusión sobre la bioética y su combinación con la biotecnología sigue abierta y está lejos de cerrarse. Al mismo tiempo vale recordar que las vacunas contra la varicela, el herpes y el ébola requieren en su elaboración células de procedencia humana. Por supuesto, no es lo mismo curar una enfermedad mortal que tomarse una lata de Pepsi pero ¿quién legislará esos usos antes de que la cara radiante de un Ceausescu parlanchín que trafica niños con marcianos se dibuje bajo la luz amarilla de nuestra heladera?///PACO

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